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Hogar Nazaret. Una misión en la selva peruana

Nuestra compañera Gabriela de Iglesia Misionera, se acerca hoy a la selva, en concreto a Perú, donde se encuentra el hogar Nazaret, la misión del Padre Ignacio María Doñoro.

Hogar Nazaret. Una misión en la selva peruana. Un reportaje de Gabriela Gorkin

Ignacio significa «hombre que nació del fuego»; Ignacio María quiere decir «nacido del fuego de María»

Leí el libro El Fuego de María y me cambió el corazón, lo llenó de esperanza. Más doy gracias a Dios también porque no recuerdo por qué caminos conozco la existencia del Hogar Nazaret desde hace mucho. Digo gracias a Dios porque yo me veo retratada e identificada totalmente con la siguiente frase de la contraportada del libro y que son del Pater Ignacio María: «Por eso», dice el padre Doñoro, «que los pobres se dejen cuidar, servir y amar no solamente merece todo nuestro respeto, sino además un inmenso agradecimiento, porque los pobres nos llevan al cielo. A ellos hemos de acercarnos casi de rodillas, con sumo cuidado, casi con veneración, agradeciéndoles que se despojen de lo poco que tienen, que es el dolor, “para revestirse de la verdad”.

Los niños arrancados de la santa infancia, son como los Santos Inocentes que mueren en el lugar del Dios Humanado, Cristo Nuestro Señor ¡Cuántos hombres y mujeres adultos hubieran necesitado ser acogidos en un o el Hogar Nazaret! Por ejemplo la que escribe, quizá por eso para mi el Hogar Nazaret es un signo de esperanza teologal, Padre Ignacio María puede estar seguro que Dios en el Hogar Nazaret, no sólo está salvando la vida de los niños y niñas que allí viven, también el testimonio del Hogar salva vidas de los adultos que por la Divina Providencia de Dios podemos conocerlo. No sé si ya lo dije, pero vale la pena si acaso repetirlo, a mi, la lectura del libro, me cambió la vida, porque saber que a los niños pequeños abusados y maltratados, Nuestro Buen Dios y su Madre María Santísima, con sus gracias y a través del Páter Ignacio María y de todo el equipo del Hogar Nazaret, les devuelve la alegría de vivir y la inocencia y obra grandes milagros con nada más que el Amor, me da la certeza de que Nuestro Señor Jesucristo, cumple sus promesas. Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo, amén. La dignidad los niños maltratados y abusados nunca la pierden, pero el Buen Dios tiene que recordársela.

¡Compremos el libro! Así cooperamos con el Hogar Nazaret, también porque estoy convencida que es un libro para tener en la estantería y releer, como por ejemplo la Imitación de Cristo ¡Igual! Su lectura es apasionante, el Páter nos desgrana su vocación sacerdotal y luego misionero, con un entusiasmo que hace que el Fuego de María prenda en nuestros corazones de piedra y lo ablande.

Cuando nos cuenta sus años de seminarista “En el fondo era siempre lo mismo “Señor, te quiero demostrar que te quiero”. Luego nos dice que a Dios no hay que demostrarle que le queremos, pero pienso que ese fuego que enciende en nosotros, puede enloquecer de amor y movernos a actuar, a hacer cosas pequeñas y grandes por agradecimiento y ese amor loco a Dios, un eco del amor loco del Crucificado, le lleva al Páter a amar con locura al prójimo, en su vocación, a los niños más pobres y necesitados de la Selva Peruana, los niños crucificados con Cristo.

Las muchas veces que Dios proveyó al Hogar con lo que necesitaban para dar de comer a los niños, con hermosos milagros, en la suave brisa, al estilo de Dios, me hace recordar a cómo lo hizo también con san Juan de Dios. Dios existe y nos ama ¡No dudemos nunca! Todo lo que nos sucede, aún lo doloroso que nos hace sufrir mucho, es para el bien de nuestras almas y para la salvación de muchas más.

Lee Fuego de María, no hay duda que es una bendición que cambiará para bien tu vida y la de muchos más. Yo tengo el libro en mi habitación en un pequeño atril, me da mucha risa porque lo miro y mis ojos se elevan a Dios, como cuando miro la estampa de santa Teresa de Jesús por ejemplo ¡Qué risa! Páter Ignacio, ya te he canonizado…

«Hace ya casi veinte años cambió mi vida ver morir niños por desnutrición en las montañas de Panchimalco en San Salvador. No me lo habían contado, o era tan solo un programa de televisión, algunos murieron en mis brazos. Desde entonces oigo el pitido de su débil voz agonizando, el grito de los niños crucificados, el grito de Cristo en la cruz.»

Como éste relato fue el que atravesó mi corazón, creo que de todos, éste es el que me acercó más a Nuestro Amado Jesús, no lo podía dejar de citar… Con un guiño de complicidad, agradezco al Páter que me dio una mano para encontrarlo ¡Ahora puedo decirle a Sonia que está listo para ser publicado!

Páter Ignacio María Doñoro de los Ríos. Licenciado en Estudios Eclesiásticos y en Teología Dogmática, fue ordenado sacerdote de Jesucristo en 1989. Siete años más tarde ingresó en el Servicio de Asistencia Religiosa de las Fuerzas Armadas como Capellán, donde participó en misiones especiales en Bosnia y Kosovo. En julio de 2001 fue destinado como Capellán a la Comandancia de la Guardia Civil de Inchaurrondo, donde permaneció por varios años.

Tras haber fundado una ONG para salvar a niños en riesgo de extrema pobreza, abrió casas de rescate en Tánger, Mozambique, Colombia, El Salvador y otros países, hasta que en 2011 decidió pedir la excedencia para irse con los más pobres de los pobres. Desde hace años vive en la Selva del Amazonas, en Perú, donde sigue rescatando de situaciones límites a niños y adolescentes.

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La Virgen María es la que dirige toda la historia de amor del Hogar Nazaret, que nació en el mismo Corazón de Jesús, quien está reclamando una humanidad nueva y proclamando que los más pequeños y los más destrozados son sus preferidos. ¿Fue Jesús quien dijo que son bienaventurados los que lloran, los que sufren, los que tienen hambre y sed de justicia? «Por eso», dice el padre Doñoro, «que los pobres se dejen cuidar, servir y amar no solamente merece todo nuestro respeto, sino además un inmenso agradecimiento, porque los pobres nos llevan al cielo. A ellos hemos de acercarnos casi de rodillas, con sumo cuidado, casi con veneración, agradeciéndoles que se despojen de lo poco que tienen, que es el dolor, “para revestirse de la verdad” Quien levanta una obra como el Hogar Nazaret en pleno Amazonas no puede ser esclavo del miedo, si no del amor. Un amor que no se detiene ante nada y ante nadie más que Dios, que por amor ha querido hacerse insignificante y no solo acostarse en un pesebre maloliente, sino dejarse tumbar en una cruz y volverse tan pequeño que hasta podemos meternos en la boca y comérnoslo. Sí, hablamos de Jesús, que multiplicó los panes y los peces, el mismo que transformó el agua en vino, el mismo que curó los ojos de los ciegos y las llagas de los leprosos. A día de hoy, ese mismo Jesús sigue curando y su cuidado se hace especialmente patente en los niños que llegan cargando con su cruz al Hogar Nazaret, donde Él les está esperando con los brazos abiertos para devolverles lo que era suyo y que nadie debió haberles quitado jamás: la alegría de vivir. (contraportada de “El Fuego de María”)

Que la lectura del libro nos haga discípulos del Maestro, apóstoles de los Sagrados Corazones, así se lo pido a Dios Uno y Trino.

Estos enlaces os llevarán a visitar la web del Hogar Nazaret y por ende al Paraíso…

https://www.hogarnazaret.es/

https://www.hogarnazaret.es/socios/

https://www.hogarnazaret.es/necesidades-urgentes/

Gabriela Gorkin

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Author: Gabriela Gorkin Klincovich
Conversa judía que halla el sentido de su vida, recibiendo el Bautismo en la Vigilia Pascual del 2001, en intentar darle gloria a Dios, con el auxilio de su gracia, la de la Santísima Virgen María Nuestra Madre y la intercesión de Todos los Santos y ángeles del Cielo.