El Rev. D. Vicente Ramón nos sumerge de lleno en la Semana Santa
«El triduo Sacro», un artículo del Rev. D. Vicente Ramón Escandell
JUEVES SANTO
Introducción
Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomo pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: – <<Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía>>. Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: -<<Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía>> (1 Cor 11, 23-26)
Con estas hermosas palabras del Apóstol Pablo, quiero iniciar esta breve exposición de los misterios que celebramos durante el Jueves Santo, inicio del Triduo Pascual, y en el que, la Iglesia entera se prepara para entrar en la cima y cimbre del año litúrgico, la Pascua de Resurrección.
Durante estos días vamos a vivir más íntimamente unidos a Nuestro Señor, pero también con la Santísima Virgen que, en la sombra, acompaña a su divino Hijo en el paso de este mundo al Padre. Es un tiempo en que por nuestras calles Cristo comparte su vida y pasión con todos nosotros, se hace, por así decirlo, nuestro contemporáneo. Las ciudades y los pueblos se convierten en escenario de los últimos días de la vida terrena de Cristo, en un continuo desfile de pasos e imágenes, que nos introducen en el texto evangélico; las celebraciones litúrgicas nos preparan espiritualmente para acoger el misterio pascual en nuestras almas, para hacer de ellas hogar de Cristo resucitado.
De todo esto es pórtico el Jueves Santo, una jornada en que todos los cristianos tenemos también muy presentes a nuestros hermanos de Tierra Santa, a aquellos cristianos que viven y respiran, pero sobre todo, padecen, en los mismos escenarios en los que padeció Nuestro Señor.
La liturgia del Jueves Santo
El Jueves Santo conmemora un triple misterio: la institución de la Sagrada Eucaristía, la institución del sacerdocio y el amor fraterno. La Eucaristía es el centro y raíz de los otros misterios, puesto que les origina y exige. A este triple misterio responde la celebración de la Santa Misa, la adoración del Santísimo en el monumento y el lavatorio de los pies. La misa <<de la Cena del Señor>> es fuente y cumbre del misterio y de la liturgia del Jueves Santo.
Las oraciones litúrgicas tienen un contenido que puede sintetizarse en estas palabras de la oración colecta: <<Señor Dios nuestro: nos has convocado esta tarde para celebrar aquella memorable Cena en la que tu Hijo, antes de entregarse a la muerte, confío a la Iglesia el banquete de su amor, el sacrificio nuevo de la alianza eterna; te pedimos que la celebración de estos misterios santos, nos lleve a alcanzar plenitud de amor y de vida>>.
La Sagrada Eucaristía aparece como el sacrificio de la Alianza definitiva que Dios realiza, en Cristo, con los hombres. La Iglesia, actualizándola perennemente, hace posible que los hombres de cada generación entren en comunión de vida y amor con Dios, en Cristo; es decir, participen, sacramental y vitalmente en el mismo sacrificio de la Iglesia.
Los textos bíblicos insisten en las mismas ideas: la Eucaristía es la verdadera pascua (prim. y ter. lect.) que Cristo celebro con sus Apóstoles en la Ultima Cena y la Iglesia continua a lo largo de los siglos (seg. lect.).
Este es el marco escrituristico en el que se nos presenta la proclamación del Evangelio, y de la mano de san Juan, la Iglesia penetra en el significado del acto que momentos después se va a realizar. En el lugar de la institución de la Eucaristía, presenta la escena del lavatorio de los pies, que nos muestra el significado profundo el misterio que celebramos: la Eucaristía consiste en un lavatorio de algo más sucio que los pies, usando en vez de agua la propia sangre que nuestro Señor quiso ofrecer por nuestros pecados. Como a Pedro, el Señor nos pide la humilde aceptación de que necesitamos ser lavados, con todo lo que ello conlleva.
El lavatorio de los pies es una catequesis de la Eucaristía y una parábola en acción sobre el mandamiento nuevo, la caridad. Se realiza después de la homilía y se desarrolla entre cantos compuestos de fragmentos bíblicos alusivos al rito y al amor fraterno.
La liturgia del Jueves Santo concluye con la reserva del Santísimo en el monumento; reserva que es necesaria para la comunión del día siguiente.
El significado sacerdotal y eucarístico del Jueves Santo
La celebración litúrgica nos ofrece las claves para entender y vivir los dos grandes misterios a ella ligados: el sacerdocio y la eucaristía.
Efectivamente, en el Jueves Santo Nuestro Señor instituto el sacerdocio de la Nueva Alianza en la persona de los Doce, los primeros sacerdotes de la Iglesia. Pedro y sus compañeros fueron los primeros de una larga lista de sacerdotes que, desde las catacumbas hasta la más humilde de nuestras parroquias, han celebrado el Santo Sacrificio del Altar de manera ininterrumpida y a lo largo y ancho del mundo, de modo que siempre hay y habrá un sacerdote celebrando la Santa Misa. En ellos Cristo perpetuo su obra salvadora, instituyéndolos como administradores de sus misterios, principalmente la Eucaristía y el Perdón de los Pecados, y a ello se ordena toda su vida.
Pero también, en aquella memorable jornada, junto al Sacerdocio, Nuestro Señor instituyo el sacramento de la Eucaristía, el Sacrificio de la Nueva Alianza. Sin la Eucaristía es imposible comprender, no ya el Sacerdocio, sino ni siquiera la misma Iglesia. Con este Pan de los ángeles, como lo llamaba con piedad y unción Santo Tomas de Aquino, el pueblo cristiano es fortalecido en su peregrinar por este mundo, y lo une cada vez más a su Divino Maestro, quien en cada comunión viene a nuestro encuentro como el <<amigo que nunca falla>> y que quiere compartir con nosotros su vida.
Sacerdocio y Eucaristía están íntimamente unidos en aquella memorable noche por el vínculo de la caridad, que es el alma de ambas. No en vano, la Iglesia ha querido proclamar en el Jueves Santo el evangelio de Juan y no el de los demás evangelistas que nos relatan el hecho histórico. En el relato del Discípulo Amado, se nos muestra la grandeza en la humildad de aquel que es, al mismo tiempo, sacerdote y víctima, Dios y hombre, fuerza y debilidad… y que se humilla lavando los pies a sus criaturas, cuando deberían ser estas las que le tributaran tan delicado honor. En la imagen de Cristo lavando los pies a sus discípulos vemos las disposiciones que deben brillar en todo sacerdote, pero también en todos los cristianos: el sacerdote esta puesto al frente de sus hermanos para servir y no ser servido, es como el padre que alimenta a sus hijos, como el maestro que enseña a sus discípulos o, en una imagen más lirica, como la gallina que cuida con primor a sus polluelos; pero también el cristiano, está llamado a brillar en la caridad, en el amor a los demás incluso hasta la muerte, porque, como dijo el mismo Señor, no hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Si de verdad vivimos el misterio eucarístico seremos capaces, no sólo de conmovernos cada vez que Cristo se hace presente en las especies eucarísticas, sino también en cada vez que veamos a un hermanos necesitado, en el que Cristo se halla místicamente presente.
El Jueves Santo encierra todos estos significados en torno al Sacerdocio y la Eucaristía. No en vano, la Iglesia ha querido escoger este día para rogar por las vocaciones sacerdotales, tan necesarias y sin las cuales no habría sacerdotes, y sin sacerdotes, ¿como podríamos tener a Cristo en nuestros sagrarios o escuchar sus divinas palabras recogidas en el Evangelio, y proclamadas en la Misa?
María y el Jueves Santo
Nada nos dice los autores sagrados de la presencia de la Madre de Dios en el Cenáculo durante el Jueves Santo. Pero podemos imaginar su presencia en aquella estancia o al menos cerca de ella, acompañando a su Divino Hijo, presenciando los misterios que allí se habían de revelar, e intuyendo que estos eran anuncio de lo que ocurriría el Viernes Santo.
De las benditas entrañas de María nació aquel que es el sacerdote por excelencia y el pan de vida bajado del cielo, de ahí, esa íntima vinculación entre María, el sacerdocio y la Eucaristía. María es madre de todo sacerdote porque, por la Ordenación, este se haya configurado con su Hijo, y en el rostro de cada uno de sus ministros ve el suyo; también es <<mujer eucarística>>, como diría el Beato Juan Pablo II, porque fue la primera en acoger este don venido del cielo y vivir el espíritu eucarístico, fundado en la caridad, y que tuvo en la visita a su prima santa Isabel su primera muestra, pero también en la acogida maternal a los discípulos, a san Juan, y a cada uno de nosotros, por nuestra intima unión con su Hijo a través del Sacramento del Altar.
María vive el Jueves Santo entre el temor y la alegría: lo primero, porque sabe el sentido de las acciones que ve realizar a su Divino Hijo, que le llevaran de la Mesa pascual a la Cruz; y lo segundo, porque ve en el sacerdocio y en la eucaristía una garantía de la presencia de su Hijo amado, un cumplimiento de aquellas palabras dichas en tantas ocasiones por Él: Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo.
Junto con María iniciaremos el camino hacia la Pascua, ella nos acompañara y nosotros la acompañaremos. Juntos estaremos al pie de la cruz, a la entrada del sepulcro y en la soledad del cenáculo; pero también viviremos con ella la mañana de la Resurrección, y en lo escondido de su corazón compartirá con nosotros el misterio mejor guardado de la Madre de Dios: el encuentro maternal entre el Hijo resucitado y la Madre de la Esperanza.
La institución de la Eucaristía en Santo Tomás de Aquino
¿Qué nos dice el Doctor Angélico acerca de la Institución de la Eucaristía? En la tercera parte de su Suma Teológica, dedicada a los sacramentos, Santo Tomás nos dice lo siguiente sobre este hecho central de la Iglesia y de la espiritualidad cristiana:
Las últimas palabras, muy especialmente al despedirse de los amigos, se graban más en la memoria, ya que entonces se inflama más el afecto hacia el amigo, pues las cosas que más nos conmueven se graban más profundamente en nuestro ánimo. Así pues, porque, como dice el papa Alejandro, entre todos los sacrificios ninguno puede haber más importante que el del cuerpo y la sangre de Cristo, ni ninguna oblación mejor que ésta, por eso y para que le tengamos en mayor veneración, el Señor instituyo este sacramento en el momento de separarse de sus discípulos. Y esto mismo es lo que dice san Agustín en su libro Responsonium ad Januarium: El Salvador, para hacer comprender más profundamente la grandeza de este misterio, quiso imprimirlo al final en el corazón y en la mente de los discípulos, de los cuales iba a separarse para encaminarse a la pasión. (ST III, 73)
Conclusión
Con la Misa vespertina del Jueves Santo se inicia el Triduo Pascual que concluye en la tarde del Domingo de Resurrección con el rezo de las Vísperas. El Jueves Santo, pórtico de entrada al Triduo Sacro, nos prepara para el misterio de nuestra salvación que se realizó en el Calvario y que, por deseo de Jesús, quiso ser adelantado sacramentalmente en la Ultima Cena, en donde Él se ofreció místicamente bajo las especies del pan y del vino.
Cada vez que se celebra la Santa Misa, cada vez que se pronuncian las palabras de la consagración, se renueva el misterio del Calvario, de un modo incruento, como dijo Trento, pero real y sobrenatural. La Misa no es un mero recuerdo histórico de algo que pasó, sino un verdadero hoy del acontecimiento del Calvario, en el que el mismo oferente y la misma víctima se hacen presentes en la persona del sacerdote, que, por expreso deseo de Jesús, manifestado en la noche del Jueves Santo, renueva in persona Christi su misma entrega sacramental y sacrificial que tuvo lugar hace más de dos mil años en Jerusalén.
Vicente Ramón Escandell Abad, pbro.
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