El escritor católico abordará los temas en sus novelas siempre como tal, es decir, como un católico que da una mirada católica a la realidad.
¿Valen algo las novelas? Un artículo de Gilmar Siqueira
A los dos o tres amigos que me leen les parecerá algo rara la pregunta del título de este artículo, especialmente porque suelo escribir sobre literatura en esta página.
Lo que ocurre es que me llamó mucho la atención el (excelente) artículo en que la amiga Beatrice Atherton presenta su nueva novela: en él dice Beatrice que “el género novelesco es mal visto en algunos círculos católicos”.
No voy a decir que me sorprenda saberlo, pero hablo con tan poca gente que – gracias a Dios – hasta el día de hoy nadie se me acercó diciendo mamarrachadas de esta calaña. Beatrice, sin embargo, no tuvo la misma suerte que yo y en el mismo artículo cuenta dos anécdotas sobre cuando no le hicieron caso a su novela… por ser una novela.
Creo que hasta podría imaginarme las “objeciones” que algunas personas levantarían en contra de las novelas; y me las imagino porque, ahora viene lo mejor, dichas personas no saben que también han sido retratadas en las novelas (como no las leen…). Creo que les espantaría mucho encontrar sus sentimientos – aquellos que intentan ocultar incluso de sí mismos – desvelados por Julien Green (¡impúdico!), François Mauriac (¡horror!), Maurice Baring (¡pedante!) o Flannery O’Connor (¡insoportable!). Claro que lo digo – aunque no totalmente – en broma, porque sé que algunos autores nos caen muy gordos (perdón por la expresión simplona) y que nos parecen insufribles. Tengo un amigo, por ejemplo, que no puede avanzar en Lord Jim de Joseph Conrad, novela que ya leí unas cuantas veces y a la cual siempre tengo ganas de regresar.
Pero no es este el punto del artículo. El punto es si las novelas son malas (o, cuando menos, flojas) en sí mismas y si las pudiéramos ignorar y despreciar tranquilamente. Y aquí caben las preguntas:
¿qué son las novelas? ¿Qué es lo que sus autores intentan decirnos con ellas?
Yo no me siento en condiciones de responder propiamente a la primera pregunta porque no soy crítico literario ni tampoco leo mucho de la crítica; entonces intentaré responder – y esto vale también para la segunda pregunta – como lector. Las novelas son como cuadros, o pequeños bosquejos, de una realidad posible; y con ellas sus autores intentan contarnos una historia. Quedémonos con esto, porque también hay la polémica sobre cuando el autor tiene intenciones que van más allá de contar una historia. Así, aunque no seamos capaces de evaluar el estilo, la estructura y demás aspectos que atañen más al oficio del escritor, por nuestra propia vivencia podemos saber si determinada novela se acerca más o menos a la realidad. Como dijo el Padre Castellani en su Crítica Literaria:
La cuestión es la concentración psicológica y moral que es capaz de infundir el novelista y que lleva a sus relatos más o menos cerca de la realidad; o sea, de la verdad humana. La excelencia mayor en la literatura es la fuerza.
Leonardo Catellani, Crítica Literaria
La fuerza que dijo el Padre Castellani es el acercamiento a la realidad, es decir, cuando el novelista nos cuenta algo que podría haber pasado y, a la vez, describe sentimientos y reacciones que también fueron los nuestros en circunstancias semejantes o que sabemos que podrían serlos. Nos regala, además, una nueva manera de describir dichas experiencias y sentimientos, una manera que probablemente no aprenderíamos en otras partes. Dijo el Cardenal Newman en su Idea de Universidad que la literatura es el estudio de la naturaleza humana:
(…) y digo que, a partir de la naturaleza del caso, si la literatura es para hacer un estudio de la naturaleza humana, no puede haber literatura cristiana. Es una contradicción en los términos intentar hacer una literatura sin pecado del hombre pecador. Puedes juntar algo muy grande y elevado, algo tan elevado que ninguna literatura haya hecho jamás, y cuando lo hayas hecho, entonces encontrarás que no es en absoluto, literatura. Simplemente tendrá que dejar la descripción del hombre como tal, y habrá de sustituirla, en tanto tenga algo que sustituir, por la del hombre tal como él es, o podría ser, bajo ciertas especiales ventajas.
J.H. Newman, Idea de Universidad
¡Pero el mismo Newman acaba de decir que no se pude hacer una literatura cristiana! Quedémonos un poco con esta aparente contradicción. Si por literatura cristiana se entiende una literatura perfecta, de santos, una literatura pura en donde ni siquiera aparece el pecado y la miseria humana, entonces Newman también explica cuál es la condición para que exista:
No será sino hasta que toda la naturaleza humana sea renovada que habrá literatura pura y verdadera. Desde luego que es posible, a la naturaleza inspirada por la gracia celestial, exhibir, a gran escala, una originalidad de pensamiento o acción, incluso más allá de lo que la literatura mundial ha registrado o ejemplarizado. Pero si tú tuvieras de hecho una literatura de santos, primero tendrías una nación de ellos.
Y más adelante sigue:
Entonces, si la literatura está significando la manifestación de la naturaleza humana en un lenguaje humano, la buscarás en vano, excepto en el mundo. Sopórtala, tal cual es, o no pretendas cultivarla. Toma las cosas tal como son, no como tú quieres que ellas sean.
Me perdonará el lector las muchas citaciones, pero las considero muy necesarias (especialmente la última). Vendrán más. La literatura sí es algo del mundo, del hombre caído y que sufre por su caída, del hombre que tiene conciencia de su miseria y de la de sus hermanos. Entonces puede elegir comunicar esa triste caída, bosquejarla, en su totalidad y llegando hasta los más duros extremos (pero siempre posibles); o bien puede comunicarla en su dureza, pero revelando también la esperanza, el anhelo por la pureza y bondad que le faltan.
Pero, si la literatura es esa manifestación de la naturaleza humana en lenguaje humano, ¿puede existir algo como una literatura católica? Dejemos que nos lo cuente Newman:
“La literatura religiosa” de hecho significaría mucho más que “la literatura del hombre religioso”. Significaría mucho más que eso: que el objeto de la literatura es religioso. Pero por “literatura católica” no debe entenderse una literatura que trata exclusiva o primariamente de asuntos católicos, o de doctrina católica, controversia, historia, personas o política; sino que incluye todas las materias de la literatura,, tratados como lo haría un católico y como él solo puede tratarlos.
En la literatura católica se hace presente la mirada católica. Eso quiere decir que el autor puede arrojar sus personajes al fango, puede enseñárnoslos terribles, desgraciados y orgullosos, puede contarnos sus más horribles fechorías; pero no nos ocultará – antes, lo dejará evidente – el fango en que los personajes se encuentran y su inmenso sufrimiento de tristes criaturas alejadas de su Creador. ¿Acaso nosotros nunca hacemos malas cosas, o las deseamos hacer? ¿Acaso nosotros no nos sentimos muchas veces muy alejados de aquél Padre que sabemos – porque Él mismo nos lo dijo – nos recibirá con fiesta?
Me dijo una vez un sacerdote – que por cierto es lector de las novelas del Padre Brown, de Chesterton – que para las heridas del alma no hay anestesia; por lo tanto el dolor de curarlas es siempre muy grande. Entonces me acordé de algo que leí en una novela: el personaje huía a caballo de una persecución cuando recibió un balazo en la pierna; la bala no entró en su carne, pero dejó un corte del que salió mucha sangre. Cuando se vio libre, ató la herida e hizo una hoguera. Se acercó a ella, sentó en el suelo y deshizo la atadura de la pierna; luego cogió la pistola, puso el cañón en el fuego y lo calentó. Tras algunos segundos de duda, metió el cañón en la herida. Había que contener la hemorragia y cerrar la herida.
El personaje es John Grady Cole y la novela, Todos los Hermosos Caballos, de Cormac McCarthy. Gracias a esta imagen, que conservo muy viva en la memoria, he podido entender lo que me dijo el Padre. Es así como nos pueden ayudar las novelas. Repito que hablo aquí como un lector y deliberadamente dejé de hablar de la imaginación y de cómo la literatura es la puerta de entrada para la filosofía e incluso para la teología. Es al lector a quien quiero llamar la atención; y lectores podemos serlos todos.
Antes que se me olvide, diré otra vez que este artículo ha nacido gracias al de Beatrice. Por lo tanto, recomiendo que lo echen un vistazo y que se animen a leer su nueva novela. Yo, desde luego, lo haré.
Gilmar Siqueira
Puedes encontrar el artículo de Beatrice sobre la novela católica aquí
Para descargar el libro de J,H. Newman sobre la Idea de la Universidad
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