En un tiempo como el nuestro en que predomina la vulgaridad, lo obsceno, el absurdo en todas las áreas y circunstancias posibles, en que se rebela Eva en toda la locura del fruto de la serpiente, debemos levantar los ojos al Glorioso Patriarca San José.
El Patriarca San José. Un artículo de Alberto Mensi
Ejemplo, modelo y salvaguarda de la virilidad, así como María Santísima es el modelo acabado de la feminidad.
Hoy día por todas partes se escucha el grito infernal de muerte al patriarcado, de muerte al macho, de una rebelión absurda y sin sentido alentada por la cobardía y silencio de aquellos que deberían ser viriles en todo el sentido de la palabra.
No pueden ser viriles pues han desechado la virtud, esa fuerza que Dios nos da para sobreponernos a las dificultades, superar los obstáculos y avanzar plus ultra.
Pero gracias a Dios tenemos el ejemplo y la intercesión de San José, reservado por Dios mismo para estos tiempos.
A Jesús por María, a María por José.
Es conocida, pero no por ello vamos a dejar de presentar, aquellas palabras de Santa Teresa de Jesús: “No recuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma. A otros les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas. Querría yo persuadir a todos fuesen muy devotos de este glorioso Santo, por la experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios que no la vea más aprovechada en la virtud, porque aprovecha en gran manera las almas que a él se encomiendan. Sólo pido por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción”.
En estos momentos gravísimos en que vive la humanidad y la Iglesia debemos volver nuestros ojos y acudir al Glorioso Patriarca San José, el varón justo.
Pensemos tan sólo: Dios Padre le confió a su guarda a Su mismo Hijo para que sea su hijo. Dios Espíritu Santo le confió Su misma esposa María Santísima para que sea su esposa. Dios Hijo se confió en sus brazos como un niño confiado que se pone en los brazos de su amado padre.
Dios obra de esta manera ¿y nosotros vamos a creernos más que Dios para obrar de una manera diferente?
Cuando Herodes quería asesinar a Jesucristo, Dios confió en San José para que lo ponga a salvo y lo cuide en el pagano país de los egipcios, y ¿nosotros vamos a creernos más que Dios para confiar en nuestras solas fuerzas en medio de los peligros?
María Santísima fue presentada por sus padres San Joaquín y Santa Ana en el Templo de Jerusalén (fiesta que celebramos el 21 de noviembre) y allí se dedicó a la oración y a estudiar la Palabra de Dios de la que era experta. Cuando llegó el tiempo de ser dada como esposa a un varón israelita fueron juntados en la explanada de ese Templo varios de los más juiciosos descendientes del rey David, a todos se les dio una vara seca, se pidió a Dios que muestre quién debía ser el elegido. La vara de San José floreció en aromático nardo mostrando a los ojos de sacerdotes y fieles que él era el elegido por Dios mismo.
¿Tengo dudas de a quien recurrir para solicitar su patrocinio ante Dios? No debo tener dudas y elegir de todo corazón a San José, el elegido por Dios para cuidar a la Inmaculada.
Después de la Anunciación y al ver evidente que María Santísima está esperando un hijo en su vientre, San José se ve turbado en su humildad porque él, que tiene muy claras las enseñanzas y profecías del Antiguo Testamento, se considera indigno de estar al lado de la Elegida por Dios para sus Misterios. Por eso Dios mismo lo tranquiliza y le manifiesta que él fue elegido desde toda la eternidad como custodio de este Sagrado Misterio. El abismo de humildad de San José reclama el abismo del Misterio de la Encarnación, ningún otro israelita participa de él.
¿Sigo con dudas acerca de mi devoción a San José? Pues miremos dos momentos muy significativos: el pesebre de Belén y la casita de Nazareth.
Cuando llegan los pastores a la gruta de Belén se encuentran, como les dijo el ángel, al Divino niño en el pesebre y con Él a Su Madre Santísima y como custodio, protector y pater familias, al Glorioso Patriarca San José quien seguramente habrá sido el que les franqueó el paso y les presentó a la Madre y al Niño para que lo adorasen.
Cuando llegan los Santos Reyes Magos sucede otro tanto, y creo que, por respeto propio de aquellas culturas, se habrán dirigido a San José para presentarle al Divino Niño sus dones y San José les confirmaría, con palabras o gestos, que ese Niño era verdaderamente el Rey de reyes y Señor de señores y no solamente eso sino verdaderamente el Hijo de Dios.
Por eso puedo decir con toda seguridad que a Jesús se llega por María, y a María se llega por San José. Principalmente esto es cierto en este tiempo terrible del mundo y de la Iglesia en que el Santo Protector de la Sagrada Familia se muestra como verdadero Protector de la Santa Iglesia Católica. Por algo el Papa ha declarado este año como año de San José.
Si queremos crecer en nuestra vida espiritual, en nuestra vida interior, y por ello en todos los aspectos de nuestra vida como seres humanos bautizados, debemos ponernos bajo la celestial protección de San José.
Y no es un invento mío, al primero que se le ocurrió fue al mismísimo Jesucristo.
De los 33 años que vivió sobre la tierra, durante 3 años predicó, en 3 días consumó su inmolación y glorificación, 3 horas agonizó, pero durante 30 años vivió obediente a San José.
San José le enseñó a vestirse, lavarse, ayudar en la casa, los rudimentos del trabajo artesanal, y el arreglo y limpieza de la casa.
San José limpiaba su carita amorosa cuando era niñito y se ensuciaba con el polvo egipcio o palestino. Le lavaba los piecitos.
Queda muy por encima de nuestras capacidades el poder pensar cuáles serían las conversaciones de ese joven de 15, 18, 20, 25 años con su querido Padre San José.
Y al término de su vida mortal tendría la muerte más dulce en brazos de Jesús y María, el Divino Hijo lo despediría aquí en la tierra para que el Eterno Padre lo recibiera en el cielo.
Por eso no es repetitivo volver a poner esas palabras de Santa Teresa: “Sólo pido por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción”.
¡Bendito seas San José, que fuiste testigo de la Gloria de Dios en la tierra!
¡Bendito sea el Padre Eterno que te escogió!
¡Bendito sea el Hijo que te obedeció y el Espíritu Santo que te santificó!
¡Bendita sea María Santísima que te amó!
Alberto Mensi
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