El demonio odia el celibato porque este carisma es lo más intrínsecamente opuesto al orgullo que provocó su caída.
Esta es la razón de porqué el demonio ha declarado una guerra abierta al celibato, al matrimonio y a la Eucaristía, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews
Muchos lectores habrán visto esta cita de una carta escrita por la Hermana Lucía, la vidente de Fátima:
“La batalla final entre el Señor y el reino de Satanás será acerca del matrimonio y de la familia. No tenga miedo, porque cualquier persona que trabaje para la santidad del matrimonio y la familia siempre combatirá y se opondrá en todo sentido, porque esta es una cuestión decisiva.”
A pocos, sin embargo, les será familiar el Papa Siricio (334-339), que describió a su adversario Joviano como una herramienta del “antiguo enemigo, el adversario de la castidad, el maestro de la lujuria,” porque él había atacado el celibato del clero. ¿Existe una conexión entre la visión de la hermana Lucía y la campaña de larga data del demonio contra la virginidad y el celibato por el Reino de los cielos?
Para poder responder a esta pregunta, necesitamos mirar al demonio, quién es él y cómo opera.
Lucifer odia la virginidad consagrada y el celibato sacerdotal porque este carisma y estado de vida es el más intrínsecamente opuesto al orgullo que provocó su caída, su pérdida eterna de la felicidad, su condenación. El demonio deseaba obtener la bienaventuranza como una recompensa a su propia natural grandeza, no como don puro de la gracia inmerecida a cualquier creatura. Él deseaba ser “el primogénito” que recibía el homenaje de la creación inferior, y quizás hasta ser el mediador entre la especie humana y su Creador.
Cuando Dios reveló que Él mismo entablaría amistad con los animales racionales, tan vastamente inferiores a los ángeles, otorgándoles la bienaventuranza; que su propio Verbo se haría carne, carne pasible; que este Verbo-hecho-carne elevaría al género humano a través del sufrimiento y muriendo por él; Lucifer no lo toleró. El amor a sí mismo se tornó hacia dentro. En su orgullo dijo: Non serviam, no serviré a Dios; no serviré a un Dios tal; no serviré a dicho plan. Lucifer rechazó lo sobrenatural en favor de lo natural.
El hombre o la mujer que escogen la virginidad o el celibato por el Reino de Dios está haciendo lo opuesto. De esta manera, él o ella están dejando a un lado lo natural en favor de lo sobrenatural. El virgen o el célibe está renunciando a lo que es más natural al ser humano: vivir en sociedad con otro del sexo opuesto, encontrando en esta comunidad una amistad y fecundidad destinada desde el comienzo al hombre, escrita en su misma naturaleza corporal, como vemos en el relato de que Eva fue formada desde el costado de Adán y luego llevada a él como su esposa.
Así como nada hay más natural al hombre que el matrimonio, nada testifica más supremamente en el amor el ofrecimiento de uno mismo a Dios que renunciar a él por Su causa. La vida de una virgen o de un célibe es un holocausto a imitación de Jesucristo, el Cordero de Dios. Así como el Verbo se hizo carne por causa nuestra, el alma consagrada hace de su carne una palabra viva de total consentimiento y entrega a Dios. La virginidad o el celibato son el supremo signo del amor redentor radicalmente anonadado de Dios y una completa antítesis de la auto-inversión de Lucifer.
Pero, así como los santos rezan sin cesar y general oración en los demás, así el demonio, que es un mentiroso y el padre de la mentira (Juan 8, 44), miente sin cesar y engendra más mentiras en sus víctimas. Persuade a las personas a pensar que el celibato o la virginidad es una denigración del matrimonio; que aquellos que promueven este estado y vocación superior están poniendo en duda el orden de la creación, la bondad de la naturaleza, la belleza del amor matrimonial. Se presenta a sí mismo, a veces, como un defensor de estas cosas, pero solo de un modo distorsionado, como lo fue Lutero.
El demonio quiere que el compromiso exclusivo de los sacerdotes y religiosos al Señor y Su pueblo se diluya o abandone, así él puede ampliar y multiplicar su misma infernal rebelión en contra del ropaje de la gracia y en favor de una naturaleza desnuda que puede llamar suya. Puede ampliar y multiplicar un ejército de seguidores a los que puede llamar suyos, que lo siguen hasta el vacío y la frustración de la naturaleza eternamente desnuda. Pero, sobre todo, él siembra la mentira de que el hombre no llega a realizarse completamente al margen del sexo, de la experiencia y expresión sexual, que los humanos están mutilados y empobrecidos si ellos no disfrutan de la presencia carnal de otro hombre o mujer.
¡Cuán sutil es la estrategia de Satán!
En realidad, el empobrecimiento final del hombre es vivir sin Dios; vivir sin el conocimiento de o del deseo de su eterna comunión con Dios en el cielo. Ya que el sacerdocio y la vida religiosa están ambas directamente ordenadas a vivir y proclamar la realidad y la primacía del Reino de los Cielos, es crucial para el bienestar de la humanidad que los sacerdotes y religiosos sean signos claros de nuestro último destino, pues en el cielo, tal como Nuestro Señor lo enseña, no hay que casarse y darse en matrimonio. El único matrimonio que todo lo puede en el cielo es la unión perfecta de Cristo y de Su Iglesia.
Este matrimonio de Cristo y de la Iglesia tiene dos signos especiales en la tierra que apuntan a esto: el sacramento del matrimonio y el sacramento de la Eucaristía. Luego, el demonio ataca a ambos.
ÉL ataca el matrimonio minando los bienes del matrimonio: fecundidad (a través de la anticoncepción y el aborto); la fidelidad (a través de la fornicación y el adulterio), y el sacramento (a través del divorcio y las prácticas pastorales que aceptan el divorcio).
Él ataca la Sagrada Eucaristía, que es la presencia carnal del Salvador y que es capaz de satisfacer completamente nuestro hambre de amor en esta vida, atacando la sagrada liturgia; tentando a las personas a hacer de ella una auto celebración antropocéntrica y horizontal a través de lo cual se desvirtúa su propio significado, aun cuando el sacramento puede haber sido efectuado.
De este modo, la estrategia del diablo es multifacética.
Él trabaja para socavar el pacto indisoluble del matrimonio, que es el signo sacramental de la indestructible y sobreabundante fecunda unión de Cristo y de Su Iglesia. La guerra contemporánea contra el matrimonio es también, de hecho, más profundamente, una guerra contra la unión nupcial de Cristo y de la Iglesia; un vano, pero frenético esfuerzo para borrar de la mente de los hombres cualquier recuerdo de esta gloriosa unión consumada en la Cruz.
Él trabaja para socavar a la Santísima Eucaristía, que es el signo y causa de nuestra comunión con Cristo y nuestra más elevada participación en Su propia oblación en la Cruz.
Él trabaja para socavar el sacerdocio y la vida religiosa, que ejemplifican y hacen realidad en este mundo el ordenamiento de toda la creación, a través de Cristo hacia el Padre, que es el comienzo y el fin de todas las cosas. El elemento común en todos estos ataques es la furia del demonio a cualquier cosa o persona que deba estar subordinada a lo que es sobrenatural; a que el autosacrificio fiel y radical sea un camino de salvación y de bendición
Nota del editor: Esta reflexión continuará la próxima semana. Permanezcan sintonizados.
(La imagen del presente artículo corresponde a un detalle de una pintura del siglo XVI de Jacob de Backer que se encuentra en el Museo Nacional de Varsovia)
Peter Kwasniewski
Puedes leer este artículo en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/the-devils-declared-open-war-against-celibacy-marriage-and-the-eucharist.-h
Te invitamos a ver este hermoso video sobre el celibato sacerdotal, blanco de las estrategias del demonio
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