Según Santo Tomás el matrimonio es una amistad virtuosa, basada sobre los bienes humanos más apreciados y una participación en la totalidad de la vida hogareña.
Cómo explica y defiende el matrimonio el más grande teólogo de la Iglesia, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews
Cada año el verano es la época de (la mayoría) de las bodas. Este año las celebraciones de los matrimonios pueden tener una apariencia muy diferente a las que habrían tenido previo al coronavirus. Sin embargo, mientras pase el tiempo, con o sin plagas, los cristianos se unirán para toda la vida y se esforzarán por imitar la fructífera e indisoluble unión de Cristo y la Iglesia.
El “Doctor Común” o teólogo universal de la Iglesia Católica, Santo Tomás de Aquino, tiene muchas cosas hermosas que decir acerca del matrimonio que merecen ser mejor conocidas como los principales guías en la preparación del matrimonio, de las catequesis, de las prédicas y de la educación continua.
Santo Tomás considera al matrimonio una instancia óptima de amistad de por vida:
“Es la amistad más grande, la más estable y duradera. Ahora, entre un hombre y su esposa parece haber la mayor amistad, porque ellos se hacen uno no solo en el acto de la relación carnal, el cual incluso entre las bestias causa un agradable compañerismo, sino también como copartícipes en toda la vida doméstica (ad totius domesticae conversationis consortium). (SCG III.123)”
La amistad de la que aquí se habla es una amistad virtuosa, basada sobre los bienes humanos más apreciados y una participación en la totalidad de la vida hogareña, no una amistad meramente de placer o de utilidad, lo que reduciría el valor del otro a la gratificación o beneficio. Tal como lo explica Aristóteles, una amistad virtuosa contiene placer y utilidad, pero va esencialmente más allá de ellos al tomar el valor de la persona por su propio bien, como uno para el cual queremos la posesión del bien, de hecho, del mayor bien.
En cuanto al acto de la relación carnal, Santo Tomás comenta sobre Hebreos 13, 4: “Cosa digna de honor para todos sea el matrimonio y el lecho conyugal sin mancilla”:
“Contrario a [la opinión de ] ciertos herejes, estos versículos muestran que el acto marital puede existir sin pecado. “Si la doncella se casare no peca.” (1 Corintios 7, 28). Por consiguiente, el Señor, con el fin de mostrar que el acto marital es bueno, realizó Su primer signo durante una boda y ennobleció el matrimonio por Su presencia corporal ahí, y es más, nació de una mujer casada.” (Super Hebr. 13, lec. 1; Marietti ed., n. 732.)
Santo Tomás argumenta que, considerado como un sacramento de la Nueva Ley, el matrimonio entre los fieles es una causa genuina de gracia, en efecto, una causa continua. (En IV Sent. d. 2, q. 1, a. 1, qa. 2; el mismo punto pero considerado más extensamente en In IV Sent. d. 26, q. 2, a. 3 and ST III, q. 65, a. 1. Cf. Cf. En IV Sent. d. 26, q. 2, a. 3, sc). Aunque el matrimonio no confiere carácter sacramental (En IV Sent. d. 31, q. 1, a. 3, ad 5), establece algo parecido al carácter, nominalmente, un nexo espiritual permanente entre los esposos, el cual “opera dispositivamente para otorgar la gracia por el poder de la divina institución” (1). Este nexo es una fuente continua de gracia actual para los esposos que permanecen en estado de gracia.
Es más, “por el hecho que Cristo lo representó en Su pasión,” el matrimonio tiene el poder de santificar a los esposos, así como Su pasión santifica a la Iglesia (En IV Sent. d. 26, q. 2, a. 3, ad 1). Esto une a los esposos no solo en el cuerpo, sino más importantemente en el alma, en el espíritu (En IV Sent. d. 42, a. 1, sc 2; ibid., ad 3. En IV Sent. d. 27, q. 1, a. 1, qa. 2, ad 3); les faculta para vivir su vida en común en la amistad caritativa.
Finalmente, el matrimonio aporta nuevos miembros a la Iglesia, el populum fidelium o fidelium collectio, así como la reposición y la expansión de la raza humana. En el plano natural, el matrimonio se da “como remedio contra la disminución en el número que resulta de la muerte,” mientras en el plano sobrenatural, otorga el privilegio de “dar el ser a los destinatarios que se aproximan a los sacramentos” (ST III, q. 65, a. 1, corp. and ad 3). SCG IV, ch. 78:
“Dado que el pueblo fiel (populum fidelium) debía ser perpetuado hasta el fin del mundo, fue necesario que esto sea hecho por generación, mediante la cual también la especie humana se perpetúa. (…) Ahora bien, la generación humana se ordena a varios fines: la continuación de la especie; la obtención de algún bien político, como es la preservación de las personas en un cuerpo cívico; y además, se ordena a la perpetuidad de la Iglesia, que consiste en la asamblea de los fieles (fidelium collectione)»
El sacramento obliga y equipa al esposo y a la esposa a devolver a Dios, a través de Cristo y de Su Iglesia, el don de los hijos que ellos reciben de Dios. “El bien principal del matrimonio es la descendencia criada para la adoración de Dios (proles ad cultum Dei educanda)” (En IV Sent. d. 39, q. 1, a. 1). Los casados, de un modo propiamente suyo, ayudan a desarrollar la especie humana en el cuerpo de Cristo, la verdadera meta de la humanidad.
Cuando trata de los sacramentos de la Nueva Ley, Santo Tomás hace una distinción entre los agentes y los receptores en “acciones jerárquicas” y nota la obvia pero aun así maravillosa verdad de que, sin receptores adecuados, sus agentes no podrían dar los sacramentos (ST III, q. 65, a. 1, ad 3). Tendemos a pasar por alto el enorme privilegio concedido a los hombres y mujeres cristianos de, como lo señala el santo, “trayendo a la existencia a los receptores que se acercan a los sacramentos” (ibid.), y así asistir a Cristo a proporcionar el alimento espiritual a Su pueblo.
La crianza, dice Tomás, tiene que tomar en cuenta el alimento corporal de los hijos, desde luego, pero tiene mucho más que ver con “el alimento del alma (nutrimentum animae)” (En Super I Cor. 7, lec. 1; ver en IV Sent. d. 31, q. 2, a. 3, ad 1; En IV Sent. d. 33, q. 1, a. 2, ad 5; En IV Sent. d. 39, q. 1, a. 2; SCG III, ch. 122; SCG IV, ch. 58).
Lo más especial que tiene el matrimonio cristiano es su única y propia significación: “ya que el matrimonio (conjugium) es un sacramento, es un signo sagrado y de una cosa sagrada” (2) – es decir, “el misterio de la unión de Cristo y la Iglesia,” “que es realizado en la libertad del amor (secundum libertatem amoris).” Tan importante es el valor del signo del matrimonio que Tomás puede decir:
“En todos los sentidos, el “sacramento” es el principal de los tres bienes del matrimonio, porque pertenece al matrimonio en la medida que es un sacramento de gracia, mientras que los otros dos [bienes, v.gr. descendencia y fidelidad] pertenecen a él en la medida que es un oficio de la naturaleza, y la perfección de la gracia es más noble que la perfección de la naturaleza.” (En IV Sent. d. 31, q. 1, a. 3. En IV Sent. d. 31, q. 1, a. 3, sc 2).
Como explica Marc Cardinal Ouellet explica en su libro: Divine Likeness: Toward a Trinitarian Anthropology of the Family (Eerdmans, 2006) (Semejanza Divina, hacia una antropología trinitaria de la familia), Santo Tomás ve la sacramentalidad del matrimonio como una perfección que Dios introduce desde fuera, por así decirlo, más que algo que surge inmanentemente de la naturaleza humana, al modo que lo hace la descendencia y la fidelidad. Así, a la cuestión “¿Qué es lo más esencial al matrimonio?” deben haber dos respuestas: una a partir de la ventaja de su función natural, esto es, acrecentar la especie humana “creciendo y multiplicándose”; y la otra a partir de la ventaja de su función sobrenatural, que emana y se ocupa de la unión nupcial de Cristo y la Iglesia.
No obstante, Santo Tomás dice que por “descendencia” o “fidelidad” no se entiende la cosa misma sino la intención de esto – la intención de tener una familia y la intención de permanecer fiel – entonces ambas son más esenciales al matrimonio que la sacramentalidad, en cuanto a que la naturaleza de una cosa precede a su elevación por la gracia. Si no hay hombre, ahí ni hay santo, así también, si no hay relación sexual permanente con el fin de la descendencia, no hay un vínculo indisoluble de gracia. (Ver en IV Sent. d. 33, q. 1, a. 1). Esta es la razón básica de porque no puede haber tal cosa como “matrimonio gay”, ni un matrimonio entre un hombre y una mujer si una u otra de las partes rehúsa, en principio, estar abiertos a los hijos.
Mientras muchos autores actuales que escriben sobre el matrimonio lo hacen usando muchas palabras, a menudo en un tono entusiasta y poético, ellos raramente expresan verdades tan profundas y fructíferas como aquellas que podemos encontrar en los escritos del Doctor Angélico. Él nos provee de aquellas semillas de mostaza del entendimiento que pueden madurar en enormes árboles.
(1) Ver en IV Sent. d. 26, q. 2, a. 3, ad 2. Formalmente hablando, el matrimonio confiere un poder específico “para los actos corporales”, esto es, aquellos que se ordenan a una adecuada y digna procreación de los hijos, que incluye el poder de criarlos bien. Esta es la razón de porqué el matrimonio no confiere carácter, el cual siempre se ordena a los “actos espirituales” (ver en IV Sent. d. 31, q. 1, a. 3, ad 5),como puede verse en los sacramentos que lo confieren: bautismo, confirmación y orden sagrado. Dicho de otra manera, ya que el carácter es una participación metafísica en el sumo sacerdocio de Jesucristo solo aquellos sacramentos confieren un carácter que confiere la habilidad de compartir la misma actividad de Cristo, y el matrimonio equipa terrenalmente a los esposos a hacer algo diferente a lo que el mismo Cristo hace en realidad (aunque obviamente no es algo inherentemente incompatible con lo que él hace). Algunos tomistas hablan de un “cuasi carácter” conferido al matrimonio cristiano.
(2) Para estos tres puntos ver: In IV Sent. d. 26, prologo. (es un sacramento diferente porque únicamente significa una cosa sagrada determinada. (En IV Sent. d. 31, q. 1, a. 3, ad 2); En IV Sent. d. 26, q. 2, a. 2, uno entre cientos de textos así; la sentencia completa: “el matrimonio significa la unión de Cristo a la Iglesia, que se realiza en la libertad del amor. Por tanto, no puede suceder por consentimiento forzado (En IV Sent. d. 29, a. 3, qa. 1, sc 2).
Peter Kwasniewski
*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por lifesitenews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad
Puedes leer este artículo sobre el matrimonio en su sitio original en inglés: https://www.lifesitenews.com/blogs/how-the-churchs-greatest-philosopher-explains-and-defends-marriage
Les recordamos que pueden adquirir aquí el libro del Profesor Kwasniewski, no dejen de apoyar en forma concreta a aquellos que trabajan por la restauración de la Tradición
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