El hombre, la mujer, ¿Quién debe ser el jefe de la casa en el hogar familiar? ¿Es una tarea compartida o pertenece sólo a uno de los cónyuges?
Después de una meditación sobre su deber de gobernar su futuro hogar, Maurice Retour le escribió las siguientes ideas a su prometida: “En todas las familias que he visitado, los maridos quieren parecer que gobiernan a sus esposas, mientras que las esposas afirman tranquilamente que gobiernan a sus maridos.
Deseo ansiosamente tener influencia en tu alma para ayudarte a ascender; pero deseo con el mismo entusiasmo que ejerzas una gran influencia sobre la mía. Dejemos a los demás ese comportamiento mezquino y agradezcamos a Dios con toda humildad que nos ha iluminado.”
El jefe de la casa. Por Raoul Plus, S.J
En otra carta volvió a la misma idea “Deseo ser amo ante la ley, incluso quiero ser responsable ante Dios de la moralidad de nuestro hogar, pero para todos los detalles de nuestra vida no hay amo.
Nunca he sentido mayor desdén por nadie más que por un hombre casado que presume de dominar a su esposa. He visto a algunos maridos volverse realmente tercos con algún detalle para que no tengan la apariencia ante otros de ceder ante sus esposas. Creo que esos maridos son idiotas.»
Luego, como razón de su opinión, agrega: “Dos personas que viven juntas necesariamente tienen una influencia mutua, pero te prometo que nunca intentaré con sutileza ponerte bajo mi dominio. Viviremos uno al lado del otro sin pensar en tales nociones.
Quiero creer que podemos pertenecernos el uno al otro para disfrutar de la vida, pero con un amor que nos acercará cada vez más a Dios … Dios debe ser siempre el primero y Él debe ser nuestro objetivo incluso en nuestro amor, ahora y siempre.”
No todos los maridos son de ese calibre. En una novela de un autor alemán, cierto barón da su idea de cómo se debe tratar a las mujeres.
“Se les debe hacer sentir su inferioridad, de lo contrario, se echarán a perder. Si te casas, haz lo que yo hago. Nunca le cuentes de antemano sobre un viaje o un paseo a caballo. Simplemente guía tu caballo. «¿A dónde vas, querido?», te preguntará la primera o la segunda vez. No respondas, sino continúa poniéndote los guantes. «¿Me vas a dejar sola, así nada más?» Te dirá ella y acariciará tus mejillas. Toma el látigo rápidamente y dices: «Sí, tengo que ir a la ciudad. Tengo esto y aquello que hacer. Y por si no vuelvo a las nueve para la cena, no me esperes. Ella tiembla, pero tú no le prestes atención.
Ella corre detrás de ti, pero le haces una señal con el látigo para que vuelva. Corre hacia la ventana, se asoma y agita su pañuelo gritando «¡Adrián!» Pero deja que su estandarte blanco ondee y no te molestes. ¡Clava tus espuelas y ponte en marcha! Juro que esa es la manera de mantener a las mujeres respetuosas. Para la tercera vez, mi esposa no hizo más preguntas y Dios sea alabado, el llanto ha llegado a su fin».
Una mera comparación de estas dos actitudes diferentes hace que la correcta se destaque claramente. Hay maridos que son canallas; otros que son caballeros. Mi elección está hecha.
Raoul Plus, S.J. (1882-1958) escribió más de cuarenta libros para ayudar a los cristianos a comprender el amor de Dios por el alma. Sus obras enfatizan el papel vital de la oración en la vida espiritual y muestran cómo se pueden vivir las verdades de la fe.
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