En el artículo de esta semana trataremos el concepto de Estado moderno, su particularidad histórica y su relación con un fundamento trascendente. Asistimos a una época donde toda certeza objetiva parece desvanecerse y es la figura del Estado, tanto liberal como progresista, que se instala como único centro de estabilidad. Una organización estatal que se autoproclama como inmoral e independiente de todo fundamento externo.
El estado moderno. Un artículo de Leonardo Olivieri
Hacer referencia al Estado implica necesariamente encarar tal cuestión desde la contemporaneidad. Si bien hay muchos trabajos interesantes que procuran rastrear los orígenes históricos, sociológicos y políticos del Estado, todos ellos naufragan en un conjunto de abstracciones casi hasta el infinito, tal como lo planteó Hermann Heller.
El Estado como lo conocemos ahora es un fenómeno particular de nuestro tiempo, de la modernidad. Por lo tanto, es parte constitutiva de toda la estructura material y simbólica de la edad moderna.
Para definir las características de la organización estatal moderna expondremos lo tratado por Hermann Heller en su obra Teoría del Estado. A partir de este trabajo vamos a distinguir el sistema feudal de organización política con respecto al Estado de nuestros días.
Casi todas las funciones que hoy en día le adjudicamos al Estado moderno,en el mundo medieval se hallaban repartidas por así decirlo, entre diversos actores sociopolíticos. La Iglesia, la nobleza propietaria de la tierra, los caballeros, las ciudades, eran los principales actores y depositarios del poder político. Podemos decir entonces que el poder central estaba privado de su superioridad jerárquica. Tal poder estaba repartido en otros depositarios.
En este sistema al soberano y al poder central sólo se le podían adjudicar funciones muy limitadas y de carácter temporal. La centralidad se producía sólo en circunstancias excepcionales y necesarias, por ejemplo en caso de invasiones o de una convulsión interna que ponga en dificultad el funcionamiento del sistema.
En lo sustancial eran los poderes locales en su autonomía casi absoluta,los que ejercían el verdadero poder político y social.
Como mencionamos,la Iglesia como institución ejercía una notable influencia. Si bien lo sacerdotal estaba separado de las autoridades políticas, la doctrina católica en lo que respecta a la moral pública era la que marcaba límites al poder político de entonces. Por otra parte,la vocación universal de la Iglesia católica la constituía como un actor sociopolítico que buscaba generar la unidad en un mundo disperso en poderes locales.
En términos generales ,el Estado moderno tuvo su origen entre los siglos XV y XVI, periodo en el cual se produce un proceso de centralización del poder. Los reyes supieron aprovechar la crisis del feudalismo y el surgimiento de un nuevo tipo de sociedad, para retomar su poder, y su proceso de surgimiento se aceleró en el Renacimiento, con profundas transformaciones en los mecanismos del gobierno y en el ejercicio del poder.
Asimismo, la reforma protestante y su germen revolucionario, trajo como consecuencia la emancipación definitiva y total del poder estatal con respecto a la Iglesia. La doctrina católica ya no era la guía moral del poder político. Siendo el mismo poder que reclamaba su independencia y su propia facultad de justificarse a sí mismo. Todo esto se amplifica de manera casi exponencial en la era de las llamadas revoluciones burguesas y la instalación de la sociedad capitalista. Es en este periodo donde surgen las bases del ordenamiento sociopolítico moderno. El modelo contractualista fija el surgimiento del Estado y de la sociedad política como el producto de un acuerdo o contrato entre individuos aislados y libres (estado de naturaleza).
Nos dice Miguel Ayuso: Lutero desgarró la unidad entre el mundo natural y el sobrenatural, pues el reino espiritual tiene por finalidad la salvación por la fe y el reino temporal la vida natural del hombre, sin que haya relación entre uno y otro. Maquiavelo trastrocó el planteamiento del problema básico de la política tradicional, que partía de la cuestión de derecho, es decir, de la búsqueda de la justicia general, sustituyéndolo por el intento de esclarecer la cuestión de hecho, esto es, atendiendo a cómo son los hombres y cómo pueden ser manejados. Al colocar la causa eficiente en lugar de la finalidad moral rebajó de un modo “realista” la finalidad de la política a ser una técnica puesta al servicio del poder. Bodino, por su parte, al dotar del rasgo de la soberanía al poder político, hizo que éste absorbiera, de un lado, el derecho, y de otro los poderes sociales ( El Estado como sujeto inmoral,en Revista de Derecho, vol XLV, Valparaiso, Chile 2015)
En términos de Hermann Heller, La nueva palabra Estado designa certeramente una cosa totalmente nueva,a partir del Renacimiento y en el continente europeo, las poliarquía que hasta entonces tenían un carácter impreciso en lo territorial y cuya coherencia era floja e intermitente, se convierten en unidades continuas y precisamente organizadas,con un solo ejército que era,además, permanente, una única y competente jerarquía de funcionarios y un orden jurídico unitario, imponiendo a los súbditos el deber de obediencia con carácter general. A consecuencia de la concentración de los instrumentos de mando,militares, burocráticos y económicos en una unidad de acción política- fenómeno que se produce primeramente en el norte de Italia debido al amplio desarrollo de la economía monetaria- surge aquel monismo de poder,relativamente estático que diferencia de manera característica al Estado de la edad moderna del Territorio medieval. (Teoría del Estado,página 145)
Para Max Weber, en su obra La Política como Vocación de 1919, el Estado moderno consiste fundamentalmente en una «asociación» de dominación con carácter institucional que ha tratado, con éxito, de monopolizar dentro de un territorio el monopolio de la violencia legítima como medio de dominación y que, con este fin, ha reunido todos los medios materiales en manos de sus dirigentes y ha expropiado a todos los seres humanos que antes disponían de ellos por derecho propio, sustituyéndolos con sus propias jerarquías supremas.
Para este autor la esencia del Estado consiste básicamente en la coacción legítima y específica. Es la fuerza bruta legitimada como «última ratio», que mantiene el monopolio de la violencia.
Lo importante aquí es que cuando se habla de legitimidad se fundamenta en la Ley y todo el marco legal institucional. Bien sabemos que las leyes las redactan y las establecen los distintos poderes que conforman al mismo Estado. Esto implica que es él mismo que fundamenta y se justifica.
Llegamos así a la idea de que el Estado es la organización encargada de brindar seguridad,garantizar la libertad, asegurar un conjunto de leyes y marco normativo que regule las actividades de los hombres, la formulación de políticas públicas y la administración de la economía en general, la defensa exterior, etc.
El debate en estos tiempos radica en los límites que tiene que tener el Estado y su relación con la Sociedad Civil, en particular, con respecto al mercado ( la economía). Es evidente, que más allá de la discusión no menor, entre un Estado mínimo o un Estado interventor, la cuestión fundamental radica que en términos prácticos y reales esa organización se justifica a sí misma.
La secularización y el laicismo promovieron un Estado que se ubique por fuera de todo fundamento extra-estatal. Ya dijimos que el fundamento del mismo Estado es la ley que él mismo dicta.
En Carta Encíclica Inmortale Dei del Sumo Pontífice Leon XIII sobre la Iglesia y la sociedad civil, queda expuesta esta situación de lo contradictorio y lo antinatural de un Estado sin un fundamento externo. Cuando se menciona en esta encíclica que el poder y la autoridad proviene de Dios, hace referencia al Reinado Social de Jesucristo y a que el Estado se fundamenta en la Verdad de la revelación divina. O sea, hay una moral que trasciende al mismo Estado y es esta moral con sus principios las que guían y evalúan las acciones de los gobernantes.
Obra inmortal de Dios misericordioso, la Iglesia, aunque por s´ı misma y en virtud de su propia naturaleza tiene como fin la salvación y la felicidad eterna de las almas, procura, sin embargo, tantos y tan señalados bienes, aun en la misma esfera de las cosas temporales, que ni en número ni en calidad podr´ıa procurarlos mayores si el primero y principal objeto de su institución fuera asegurar la felicidad de la vida presente. Dondequiera que la Iglesia ha penetrado, ha hecho cambiar al punto el estado de las cosas. Ha informado las costumbres con virtudes desconocidas hasta entonces y ha implantado en la sociedad civil una nueva civilización. (Carta Encíclica Inmortale Dei del Sumo Pontífice Leon XIII)
Estos principios morales limitan la absoluta supremacía del Estado, estableciendo un orden moral pre-estatal. Este punto es importante, ya que la realidad actual nos muestra el despliegue de un Estado inmoral,como diría Miguel Ayuso en el artículo ya citado.
En los tiempos que corren asistimos a una perspectiva nominalista de lo trascendente de lo moral. Todo es una construcción social que busca ser una representación de» algo» que puede ser pensado pero no conocido realmente. La moral y sus principios serían ese «algo» que no se conoce objetivamente y que varía según los convencionalismos simbólicos y culturales. Por lo tanto es la misma autoridad y el Estado quien tiene plena potestad para adjudicarse tales principios. En un mundo donde todo fluye y es relativo,la certeza proviene de la organización estatal.
Leonardo Olivieri
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