El Conservadurismo cree que la Verdad, el Bien y la Belleza están interrelacionadas y que todas las cosas son medidas con estos tres trascendentales. ¿Disponemos de un credo conservador?
El credo conservador. Por Barbara J. Elliott
Artículo original: https://theimaginativeconservative.org/2020/12/conservative-credo-barbara-elliott-timeless2.html
Traducido por Beatrice Atherton con el permiso de The Imaginative Conservative para MR
El Conservadurismo busca la Verdad que ha emergido a través del tiempo, extrayéndola a partir de las fuentes profundas de la experiencia humana y construye de nuevo sobre los cimientos que han resistido las pruebas del tiempo. Fomenta el orden y el florecimiento de los seres humanos mientras viven relacionándose unos con otros. Estamos unidos en el eterno contacto entre los muertos, los vivos y los aún no nacidos.
El Conservador está basado en el convencimiento de que Dios es nuestro creador y que el alma humana viaja a través de este reino hacia su eterna realización trascendente. Todos somos seres humanos imperfectos que necesitan de redención, capaces de grandes males como también de grandes bienes.
Porque el hombre es falible por naturaleza, el conservador busca limitar el daño que puede ser hecho a través del abuso del poder, limitando su concentración.
El Conservador promueve la plenitud del potencial humano, protegiendo la libertad y la dignidad de toda persona, reconociendo que la responsabilidad viene con la libertad. Los derechos y los deberes están siempre enlazados.
Para el Conservador, cada hombre y mujer es igual en dignidad e igual ante la ley, pero gloriosamente individual y desigual en talentos, aptitudes y resultados. Los conservadores celebran el ser único de los individuos y no nivelan para eliminar las diferencias.
El Conservador honra la familia como la piedra angular esencial de la civilización, la casa de culto como el lugar donde se forma la cultura, y la comunidad como la matriz de la interacción humana. La cultura y la comunidad crecen a partir de las relaciones y afinidades a lo largo del tiempo, arraigadas en el lugar.
Los Conservadores valoran la rica diversidad de relaciones, organizaciones y asociaciones privadas que conforman la sociedad civil y las instituciones intermedias.
Los Conservadores valoran la subsidiaridad porque sabemos que muchas de las mejores soluciones a los problemas humanos se encuentran en el nivel más cercano a la persona individual. Fomentamos el cuidado personal, el cuidado local para las personas en necesidad, preferentemente cara a cara con alguien cuyo nombre conozcamos. Creemos que la transformación humana ocurre mejor en el contexto de una relación personal y amorosa con responsabilidad a lo largo del tiempo.
El Conservador se preocupa más por la cultura que por la política, porque la esfera política es algo derivado, no primario, de la existencia humana. Los problemas políticos tienen en su raíz problemas morales y espirituales, que se mezclan con la esfera económica. El cambio político tiene en su raíz el cambio cultural.
Los Conservadores creen que cuidar a nuestro prójimo es tan importante que no debiera ser dejado al gobierno. Una cosa que el gobierno no puede hacer es amar. Esto es lo que estamos llamados a hacer en el sector privado, con nuestro propio tiempo, talento y riqueza.
El Conservadurismo cree que la Verdad, el Bien y la Belleza están interrelacionadas y que todas las cosas son medidas con estos tres trascendentales.
Creemos que existe la Verdad, que esta es conocible y que es nuestro deber buscarla y vivirla a lo largo de nuestras vidas. El Conservador cree que las virtudes de la Prudencia, la Justicia, la Fortaleza y la Templanza debieran ser practicadas tanto en la vida pública como en la privada. Creemos que estas virtudes, no los valores son los que definen el alma humana.
Creemos que el Amor es la motivación más elevada de la persona humana y que el propósito de la vida en sí es conocer, amar y servir a Dios, y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Nuestra máxima realización está en la trascendencia del amor.
Por Barbara J. Elliott
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