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El camino para restaurar en Cristo

Nos preguntamos en el artículo anterior: ¿Cómo encontrar el camino para reconstruir todas las cosas en Cristo? ¿Cómo lograr que otros puedan encontrar el camino para que, viviendo en la Esperanza, lo cual supone vivir en la Fe y en la Caridad, trabajar para reconstituir todas las cosas en Cristo?

El camino para restaurar en Cristo. Un artículo de Alberto Mensi

Quizás para poder entender esto debamos valernos de una hermosa parábola del Evangelio: la de las Vírgenes prudentes y las vírgenes necias que encontramos en la redacción de San Mateo capítulo 25 del 1 al 13.

Dice San Serafín de Sarov en sus comentarios a los Evangelios, como leemos en el Catecismo Ortodoxo:

En la parábola de las Vírgenes prudentes y las Vírgenes necias cuando éstas últimas carecieron de aceite, se les dijo: ‘Id a comprarlo al mercado’. Pero al regresar, ellas encontraron la puerta de la cámara nupcial cerrada y no pudieron entrar. Algunos estiman que la falta de aceite en las Vírgenes necias simboliza la insuficiencia de acciones virtuosas hechas en el curso de su vida. Tal interpretación no es enteramente justa. ¿Qué carencia de acciones virtuosas podía haber ya que ellas era llamadas vírgenes, aunque necias? La virginidad es una gran virtud, un estado casi angélico, pudiendo reemplazar todas las otras virtudes. Yo, miserable, pienso que les faltaba justamente el Espíritu Santo de Dios. Practicando las virtudes, estas vírgenes, espiritualmente ignorantes, creían que la vida cristiana consistía en estas prácticas. Hemos actuado de una manera virtuosa, hicimos obras piadosas, pensaban ellas, sin inquietarse por haber recibido, o no, la gracia del Espíritu Santo.

Hablando de estas vírgenes, Antonio el Grande escribió, en sus Epístolas a los Monjes: ‘Muchos monjes y vírgenes ignoran completamente la diferencia que existe entre las tres voluntades que actúan en el interior del hombre. La primera es la voluntad de Dios, perfecta y salvadora; la segunda es nuestra propia voluntad humana que, en sí, no es ni funesta ni salvadora; en tanto que la tercera –diabólica- es totalmente nefasta. Esta tercera voluntad es la enemiga que obliga al hombre a no practicar la virtud totalmente, o a practicarla por vanidad, o únicamente por el ‘bien’ y no por Cristo. La segunda, nuestra propia voluntad, nos incita a satisfacer nuestros malos instintos o, como la del enemigo, nos enseña a hacer el ‘bien’ en nombre del bien, sin inquietarnos por la gracia que puede adquirirse. En cuanto a la primera voluntad, la de Dios, salvadora, consiste en enseñarnos a hacer el bien únicamente con el objeto de adquirir el Espíritu Santo, tesoro eterno, inagotable al que nada en el mundo puede igualar”.

La Civilización de la Esperanza está ejemplificada en las Vírgenes prudentes que han llenado sus lámparas con el don del Espíritu Santo. Ellas esperan tranquilas la llegada del esposo, pues sus obras no son las del mundo, aunque estén en el mundo, sino que sus obras están hechas para adquirir el don de Dios, el don del Espíritu Santo que florece en la Esperanza, tranquila espera de la llegada del Señor.

Las obras de esta Civilización están impregnadas por la Esperanza, no están hechas simplemente para construir el paraíso en la tierra sino que construyen aquí en la tierra una ciudad adecuada para la vida virtuosa de los hombres, pero que nos impulsa a la Patria verdadera, a la Jerusalén celestial, manteniendo fresco ese anhelo de consumación.

En cambio la Civilización contemporánea, civilización de la acedia, carece del don del Espíritu Santo, carece de la Esperanza. Sus obras son hechas para construir el paraíso en la tierra, un absurdo en sus términos y un imposible en su realización. Por eso es una civilización triste, que trata de ahogar la tristeza en los ruidos estridentes, en la diversión, en la dispersión constante. Como las vírgenes necias sumida en su tristeza se duerme de aburrimiento y no espera la llegada del Señor que da consumación a la obra de los siglos.

Como explica bien San Serafín de Sarov, siguiendo la enseñanza de San Antonio Abad, esto no es sólo patrimonio de aquellos que se dejan llevar por el espíritu inmundo, espíritu diabólico, que los hace hacer obras abiertamente contra la voluntad de Dios. Es también propio de aquellos que sólo viven su espiritualidad guiados por la voluntad meramente humana, obras insuficientes, aparentemente bonitas pero estériles, porque en definitiva no están buscando el don del Espíritu Santo, no están buscando ser transformados en otros Cristos para unirse a la cabeza: Cristo resucitado cuando venga en gloria y majestad.

Los judíos piadosos se diferenciaron del resto por el profundo anhelo de la llegada del Mesías.

Los cristianos de la Cristiandad, la Civilización de la Esperanza, nos debemos diferenciar del resto por el profundo anhelo de la llegada del Salvador.

Así nos unimos al águila de Patmos, San Juan Evangelista, quien nos escribe en el final del Apokalipsis lo que el Espíritu le dicta: “El Señor, Dios de los espíritus proféticos, envió a su ángel para mostrar lo que ha de suceder en breve. Mira que llego pronto… El espíritu y la novia dicen: Ven. El que escuche diga: Ven1

El camino para comenzar el cambio, la conversión, para ser transformados en Cristo por obra del Espíritu Santo y esperarlo a Cristo Rey en su segunda venida con aceite suficiente y lámparas encendidas, es el gran Secreto de los siglos, simple como son las obras de Dios, sencillo y adaptado a los corazones humildes y sencillos.

El gran Pontífice San Juan Pablo II lo tenía como lema en su escudo: TOTUS TUUS.

El Doctor Mariano, San Luis María de Montfort lo explica maravillosamente:

Por medio de la Santísima Virgen vino Jesucristo al mundo y por medio de Ella debe reinar también en el mundo”2

María debe resplandecer más que nunca en los últimos tiempos en misericordia, poder y gracia:

En misericordia para recoger y acoger amorosamente a los pobres pecadores y a los extraviados que se convertirán y volverán a la Iglesia Católica;

En poder contra los enemigos de Dios, los idólatras, los cismáticos, mahometanos, judíos e impíos endurecidos que se sublevarán terriblemente para seducir y hacer caer, con promesas y amenazas, a cuantos se les opongan;

En gracia, finalmente, para animar y sostener a los valientes soldados y fieles servidores de Jesucristo, que combatirán por los intereses del Señor”3

Por eso concluyo diciéndole a la Santísima Virgen María Sede de la Divina Sabiduría:

DIGNARE ME LAUDARE TE VIRGO SACRATA

DA MIHI VIRTUTEM CONTRA HOSTES TUOS

Alberto Mensi

1 Ap. 22, 6 – 7; 17

2 San Luis Maria de Montfort, Tratado de la verdadera Devoción a la santísima Virgen, #1

3 Ibídem #50

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Author: Alberto Mensi
Alberto Antonio Mensi (13 julio 1955) Egresado del Liceo Militar Gral. San Martín Profesor de Filosofía Profesor de Ciencias Sagradas Diplomado Universitario en Pensamiento Tomista (Universidad FASTA) Recibió el espaldarazo caballeresco como Caballero de María Reina el 15 de agosto de 1975 Maestro Scout y Formador Scout Católico Casado con María Pía Sernani Padre de cuatro hijos Abuelo de cinco nietos (por ahora)