No es posible que se minimice este gravísimo pecado, el aborto crucifica a Cristo a diario. La crisis de la moral ha alcanzado tal gravedad que nuestros obispos ya ni siquiera son capaces de distinguir entre las diferentes clases de dignidad que tienen las personas.
A diferencia de la pena capital, el aborto crucifica a Cristo una y otra vez, por Peter Kwasniewski para LifeSiteNews
Cuando por primera vez me topé con las siguientes palabras del Dr. Alan Keyes, supe que me estaba enfrentando cara a cara con un hombre que realmente entiende la magnitud del mal con el que nos enfrentamos y no tiene miedo de decirlo abiertamente para que, de esta manera, pueda convencer a los corazones del pecado.
“Cada vez que los abortistas rasgan una extremidad de un niño en el útero; cada vez que ellos rompen la frágil cabeza; cada vez que ellos queman la vida de su cuerpo con una solución de muerte; cada vez que ellos raspan sus nacientes células vivientes desde las paredes del útero, Jesús está siendo bestialmente golpeado de nuevo; su cráneo es golpeado con espinas; sus extremidades tiradas salvajemente de sus cuencas; sus manos y pies perforados con clavos; su respiración exhalada con fiero dolor; su vida finalmente extinguida…cada vez”.
En efecto, un niño no nacido es un niño, una vida humana. Ni la embriología moderna ni la genética han hecho nada para hacer tambalear una verdad tan evidente como esa, por el contrario, ellos la apoyan por miles. Esta es la razón de porqué el genetista Jerome Lejeune podría servir de testigo en cualquier corte alrededor del mundo: la ciencia moderna muestra que no existe una discontinuidad biológica fundamental en el proceso completo del óvulo fertilizado hasta el niño nacido y más allá. Si se inventa un derecho a matar al primero, debiera lógicamente inventarse el derecho a asesinar al segundo; si uno puede matar al primero, no existe un final a las políticas de extinción de la vida que los gobiernos puedan aprobar, tal como nosotros ya lo observamos en la propagación de la eutanasia.
Ahora tenemos profesores universitarios que son fríamente “racionales”, lo suficiente como para llegar a la conclusión: ya que hemos legalizado el aborto, deberíamos legalizar el asesinato de niños pequeños cuando estén severamente discapacitados o tal vez simplemente cuando no sean deseados. El Dr. Lejeune observa que o se defienden las vidas humanas inocentes desde el principio hasta el fin o se sostiene que los límites de los asesinatos son puramente pragmáticos y pueden ser cambiados a voluntad por un decreto legislativo. En un mundo que se enorgullece sobre la base de un frágil constructo de un “contrato social” en el cual todos pertenecemos al estado a cambio de protección de nuestros derechos básicos, esto equivale a vender todos nuestros bienes con el fin de comprar un campo de arenas movedizas y luego caminar en ellas.
El año dos mil diecinueve fue un año de alentadoras victorias y de angustiosas pérdidas para el movimiento pro-vida.
Sin embargo, tal vez lo más extraño de todo fue que el continuo y sutil debilitamiento de los esfuerzos pro-vida llegara desde un inesperado cuartel: del Papa Francisco.
La preocupación del Papa por la abolición de la pena capital, yendo tan lejos como para duplicar su afirmación de que la antigua doctrina católica puede y deber cambiar sobre esta materia, reanimó a esta casi desaparecida filosofía de la “túnica sin costura” o “ética de la vida”, la cual nunca ha logrado nada más que desviar la atención de la difícil situación de los no-nacidos sacrificados por millones.
Consideremos algunas estadísticas. De acuerdo a Amnistía Internacional, 23 criminales fueron ejecutados en los EE.UU en 2017. Según el Guttmacher Institute 862.000 abortos fueron ejecutados en los EE.UU en el año 2017. Por cada criminal convicto, cuya vida fue requerida por la justicia, cerca de 37.500 bebés fueron asesinados por el único “crimen” de existir. Los modelos estadísticos estiman que 56 millones de bebés fueron abortados a través del mundo por año desde el 2010 y el 2014, en comparación a los 1.000 que fueron sentenciados a muerte en el año 2017. Lo que sería en proporción de 56.000 bebés por 1 ejecución. Otra manera de ver la diferencia: el año tiene 525.600 minutos, por lo tanto, alrededor del mundo por sobre 100 niños son abortados cada minuto. En los EE.UU casi 100 niños son abortados cada hora. En contraste, 1 persona fue ejecutada cada 9 horas en alguna parte del mundo en el 2017. En los EE.UU, 1 criminal fue ejecutado cada 16 días en promedio. Estas comparaciones son alucinantes.
Yo no estoy afirmando que las vidas de los criminales no importen, ni que algunas de las ejecuciones (especialmente en los países islámicos) no sean injustas. Lo que yo simplemente estoy tratando de mostrar es la total desproporción que existe entre las ejecuciones judiciales, las que en teoría son defendibles, y la masacre de los no-nacidos, la que no puede ser defendida en ninguna circunstancia ni por un solo niño.
La tan nombrada filosofía de “la túnica sin costura” es una diabólica estrategia para apartar nuestra atención del mal moral más atroz que el mundo haya visto, hacia algo mucho más debatible y ambivalente. Lo que el Papa Francisco ha hecho es crear la ilusión de que, para la Iglesia Católica, la cuestión de la pena de muerte es tan importante como otros cuestionamientos sobre la vida. Pero nada se compara con el aborto (y, en forma creciente, con la eutanasia).
Vemos los amargos frutos del silencio del Papa Francisco en la traición de los católicos irlandeses durante el referendum sobre el aborto en 2018. Los irlandeses recibieron cero apoyo del Papa Francisco en defensa del no-nacido, a pesar de su relativa popularidad con los progresistas, lo cual podría haber hecho alguna diferencia. Él no proporcionó ayuda en el momento en que fue desesperadamente necesario, cuando cualquier digno sucesor de los apóstoles habría hablado claramente, tal como lo hizo Pio X en su carta enclíclica Vehementer Nos, al protestar contra las perversas acciones del gobierno francés en 1905. The Irish Times publicó el titular: “El estilo de no prejuzgar el Papa Francisco influenció en el voto de Sí al aborto” (17 de julio, 2018)
La crisis de moral, mejor dicho, de inteligencia ha alcanzado tal punto de gravedad que nuestros obispos en poco tiempo más incluso no serán capaces de distinguir entre los diferentes tipos de dignidad que tienen las personas. El obispo Frank Dewane de Venecia, Florida, sostuvo:
“Todos los seres humanos son creados a imagen y semejanza de Dios y la dignidad conferida a ellos por el Creador no puede ser extinguida ni siquiera por un pecado mortal”,
como si esto tuviera alguna relación con la pena de muerte. Y señala que Benedicto XVI había instado “la atención de los líderes de la sociedad (…) a hacer todo lo posible para eliminar la pena de muerte” (fuente). Cita la misma noticia Monseñor Stuart Swetlenad:
“Los teólogos han estado argumentando que nosotros podemos dar el próximo paso, como un verdadero desarrollo de la doctrina: entender que la muerte de una persona humana viola su dignidad humana y que la pena de muerte es siempre y en cualquier lugar inadmisible.”
¡Notable! Un obispo no puede ver que eliminar la pena de muerte por razones prácticas no es lo mismo que decir que la pena de muerte es per ser inmoral, como lo sostiene el Papa Francisco. El citado monseñor no puede ver que el “desarrollo de la doctrina” no significa contradecir las Escrituras, la Tradición y la razón. Ninguno de ellos puede ver que la pena de muerte no está dirigida contra la naturaleza humana o la persona como tal, sino contra el criminal como criminal, el que es un aspecto de gran relevancia que el Estado tiene en cuenta. En efecto, nada enfatiza más la dignidad humana que darse cuenta de que las acciones morales tienen consecuencias.
El mal no solamente puede ser castigado en el otro mundo, sino incluso aquí y ahora.
¿Por qué Dios no es culpable cuando quiere la muerte de un ser humano? Porque Él tiene la autoridad sobre la vida y la muerte. La mirada católica tradicional es que el Estado deriva su poder de Dios y, hasta cierto punto, se coloca en Su lugar y, por lo tanto, comparte este poder. Bradley Lewis comentaba acertadamente:
“Si ejecutar a aquellos culpables de crímenes capitales está mal, ¿por qué este no es el caso con el asesinato intencional de los combatientes enemigos en una guerra justa? Si la protección del bien común no autoriza la pena capital, ¿ya no justifica la muerte de soldados enemigos?”
https://www.ncregister.com/daily-news/wrestling-with-capital-punishment
A pesar de los esfuerzos difusos y divisivos del Papa Francisco, y a pesar de la política izquierdista de muchos obispos católicos que son peores que inútiles defendiendo los derechos de la Iglesia y la ley moral natural, la causa pro-vida permanece fuerte y enfocada sobre el supremo mal moral del aborto, que contradice el más básico de los derecho de toda persona humana.
Peter Kwasniewski
*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por lifesitenews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad
Puedes leer este artículo en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/unlike-capital-punishment-abortion-re-crucifies-christ-again-and-again
Los católicos no podemos permanecer silentes, el aborto crucifica a Cristo cada día. Si te ha interesado este artículo no te vayas de nuestra página sin antes leer este artículo
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