Al parecer por parte de los obispos no habrá una desobediencia civil. Después de admitir libremente que las restricciones son inconstitucionales, injustas y equivocadas desde el punto de vista católico, se limitan solo a protestar verbalmente.
Es hora de la desobediencia civil en nombre de la fidelidad a Cristo, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews
Los católicos alrededor del mundo admiran al arzobispo Sample por muchas de las cosas que ha dicho y hecho. Por ejemplo, él es uno de los pocos selectos obispos en el mundo que oficiaban regularmente Misas Tradicionales Pontificiales, en un momento en que esto era definitivamente una manera de auto-ostracismo de los salones de poder. Fue puesto también por Benedicto XVI en una de las diócesis más liberales de los EE.UU, Portland, y ha logrado mantener la mano firme en el timón. Lo mismo es cierto para el arzobispo Cordileone en San Francisco.
Sin embargo, volviendo a noviembre, cuando la gobernador Kate Brown impuso fuertes medidas restrictivas en Oregon, limitando el aforo en la iglesia de ANY a 25 personas al mismo tiempo, incluso si el edificio puede albergar a 300 o 1000, la reacción del arzobispo Sample fue profundamente decepcionante. Después de admitir libremente que las restricciones son inconstitucionales, injustas y equivocadas desde el punto de vista católico, se limita solo a protestar verbalmente. No habrá una desobediencia civil.
De modo similar, el arzobispo Cordileome impulsó un movimiento que denominó “Libertad para la Misa”, pero subyace la premisa que debemos asumir la buena voluntad por parte de las autoridades civiles y siempre tratar de acomodarse a la dictadura sanitaria, hasta que se les pueda persuadir de que relajen sus injustas limitaciones. Matthew Archbold comentó perspicazmente:
“Aplaudo los esfuerzos del arzobispo Cordileone. Él ha hecho mucho más que incontables sacerdotes, obispos y cardenales. Pero en este momento les ruego a todos ellos: los católicos necesitamos a un héroe. Los fieles le están pidiendo al clero un quizás ridículo e infructuoso esfuerzo de mostrar cuan importante es verdaderamente la Eucaristía. La Iglesia Estadounidense está desesperada por alguna acción. El catolicismo debe ser heroico, valiente y contracultural, o no es nada. Hay un tiempo para abogados, conferencias de prensa y peticiones. Ese tiempo ya pasó. Ahora es el momento en que los católicos deben estar dispuestos a rayar la cancha y decir hasta aquí no más. ¡Abran las iglesias!. No permitamos que estén cerradas. Estamos dispuestos a ir a la cárcel. Seamos los locos por Cristo. Tomemos una posición. Imaginen el impacto de ver un sacerdote puesto en la cárcel por estar celebrando la Misa. Sí, los medios lo ridiculizarían. Quizás muchos en la Iglesia también lo harán. Sin embargo, inspiraría a millones a entender que la nuestra no es una fe pasiva. Somos diferentes porque creemos. Piensen en todos los hombres jóvenes que podrían verlo y ser inspirados. Obligar a los mundanos a poner a un sacerdote, obispo o cardenal en la cárcel o a rescindir sus mandatos anti-católicos. Oblíguemelos a desenmascararse. Mostremos al mundo quienes son en realidad. Y mostremos al mundo quienes somos.”
Esto no ha sido diferente en Irlanda, donde los obispos instantáneamente se rindieron, y en muchas otras partes del mundo. Con esta clase de política de “hacerse el muerto”, muy pronto la Iglesia pasará de “hacerse el muerto”, a estar muerta. Y así de esta manera, la fe cristiana se apaga…no con un estallido, sino con un gemido. Somos testigos del espectáculo de los Sucesores de los Apóstoles sometidos a los dictados sanitarios de la dama gobernadora.
La réplica llega en seguida: “Se supone que vencemos al mal con bien. Lo que significa acatar todas las leyes civiles y las regulaciones”. Pero las leyes y las regulaciones deben ser proporcionales al bien común y no estar – ni parecer – radicalmente opuestas a él. Categorizar las reuniones religiosas como “innecesarias” o “no esenciales” es manifiestamente contrario al bien común de la sociedad, lo cual incluye el reconocimiento público de los derechos de Dios a recibir el debido culto, y la prioridad de nuestras obligaciones y necesidades espirituales, tal como León XII, Pío XI y otros papas enseñan a una sola voz. En su Carta desde la Cárcel de Birmingham, Martin Luther King Jr. Memorablemente recordaba la enseñanza de Santo Tomás de Aquino: una ley injusta no es en absoluto una ley (y lo mismo vale para las regulaciones, políticas y otras iniciativas gubernamentales, ya sea aprobadas oficialmente en una legislatura o no). A tales “leyes” nosotros no debemos dar obediencia, sino una desobediencia civil, que de hecho es obediencia a una ley superior, en efecto, a la ley más elevada.
Entre las tristes lecciones aprendidas en el 2020, quizás la más triste fue que no podemos confiar en que la mayoría de nuestros obispos velarán por nuestro bien espiritual, incluso para exhibir una comprensión básica de la prioridad no negociable e imborrable del culto divino. Entramos al 2021 con una clara consciencia de que estamos más o menos solos para encontrar cualquier recurso que podamos, donde y cuando podamos. Son nuestros buenos y santos sacerdotes los que necesitarán llevar el agua bendita, por así decirlo, y hacer el trabajo pesado cuando llegue el momento. Esto incluirá, y aquí llegamos al meollo del asunto, la voluntad de sufrir, por hacerlo, la suspensión u otra medida disciplinaria.
Es hora de mostrar a plena luz del día a los dos reinos que actualmente ocupan el mismo espacio físico, litúrgico y jurídico. Los sirvientes de estos respectivos reinos no trabajan para los mismos fines, y los dioses de la nueva religión están cada día más hambrientos. Seguirá obligando a elegir. La Misa Tradicional en Latín es parte de esto, pero claramente no toda. Los sacerdotes de los así llamados institutos “Ecclesia Dei” (esto es, el Instituto de Cristo Rey, la Fraternidad Sacerdotal San Pedro) tendrán que resolver lo antes posible su “ir demasiado lejos”, y quizás morir a su miedo a merodear la vida de capilla independiente. El edificio entero de regulación canónica se está hundiendo, está cayendo en la línea de la subordinación estatal. El COVID continúa para mostrar que ya casi estamos viviendo en una iglesia estatal, solo que sin el derramamiento visible de sangre de China.
Para todo el clero, convencional y tradicional, el desafío ha comenzado: su continuo estado de complacencia no va a ser una inversión diplomática en el mañana después de que “las cosas se calmen.” Pues entonces, ¿Qué quedará por defender? ¿Un “conjunto” de servicios que pueden ser cancelados por el capricho de un gobernador pagano? ¿Y sin embargo se supone que los laicos al mismo tiempo enseñemos a nuestros hijos acerca del heroísmo de los mártires y cuán bueno es permanecer en el torrente de la sagrada Tradición? Las cosas no han comenzado aún a ponerse realmente rudas y el fuerte está casi derrotado.
Queridos sacerdotes: Cuando decidan comenzar a ofrecer Misas clandestinas, aquí hay un punteo de advertencias que han sido compartidas conmigo por aquellos que son experimentados en tales asuntos.
1. No comunique nada vía correo electrónico.
Este es el peor error. Estos correos electrónicos probablemente terminarán en la oficina de la cancillería.
2.- En general, no ponga esto por escrito.
Lo mejor es la comunicación persona a persona, incluso hasta viajando en automóvil para decirle a algunas personas. El teléfono es la segunda mejor manera, a pesar del hecho de que Apple o Google o alguien más sean los dueño de tu voz.
3.- Sea cuidadoso sobre a quien tiene en la confidencialidad.
Es un buen aviso para los laicos como para los clérigos. Puede sonar duro decirlo, pero no debemos dejar que nuestra emoción, al tener la Misa, nos enceguezca al no ver la malicia que existe, o que no veamos que existen consciencias pobremente formadas que pueden creer que es un “deber” delatar a personas como nosotros. Vivimos en un tiempo de combate espiritual, así que debemos saber bien quienes son nuestros aliados y no asumir que los conocemos bien. Si vas a invitar a alguien a Misa, que sea alguien que esté de acuerdo con la razón por la cual la Misa se lleva a cabo y es capaz de mantener silencio, más que invitar a alguien que “podría estar interesada en ir”, pero de cuya lealtad no tienes certeza. Sí, esto podría significar que ciertas almas merecedoras sean excluidas por un tiempo, pero esto es mejor a poner en riesgo por completo el esfuerzo.
4.- Ser prudente acerca del modo de reunirse si estás usando una iglesia o una capilla.
Una amiga mía en Europa del Este describió su experiencia en la pasada Misa de Todos los Santos y Todos los Fieles Difuntos: “Mi visita a mi familia pasó sin disturbios. Hubo una hermosa Misa de Todos los Santos y las tres Misas por los Fieles Difuntos, en una iglesia a puerta cerrada con llave. Los organizadores abrieron la iglesia quince minutos antes de la Misa, y luego un minuto antes del comienzo por posibles rezagados. Estaba prohibido reunirse cerca de la puerta. Se nos dijo que camináramos con indiferencia en el parque, en caso de que llegáramos y la iglesia aún estuviera cerrada. Después de la Misa, nos fuimos uno a uno, en forma azarosa. Se parece demasiado a los años del Comunismo.
Por otra parte, existen situaciones donde el curso más apropiado de acción es apoderarse de una iglesia en desuso o cerrada y reclamarla para una comunidad, como ocurrió entre los tradicionalistas de Port Marly en 1987. Tal como dice Christian Marquant: “La piedad y la fortaleza no son opuestas.”
Creo que el desafío es dar el gran paso primero diciendo: “Estoy harto, no importa lo que pase”. Me parece que las comodidades y las conveniencias de nuestra moderna vida Occidental hacen que este paso sea casi imposible para la mayoría de las personas. Que no sea así para nosotros. ¡Qué una gloriosa oportunidad nos está dando Nuestro Señor para mostrarnos que Él está primero en nuestras vidas, primero en nuestros corazones!
Es justo decir que algunos obispos, especialmente en Francia, se han plantado frente a las autoridades civiles de un modo más contundente. Gladden Pappin cuenta:
“Mgr. Marc Aillet, obispo de Bayonne, fue uno de los cinco primeros obispos en requerir que el Conseil d´ État levantara las restricciones. En una entrevista con Le Figaro sugiere que en algunas circunstancias el bien común de la Iglesia sobrepasa la obediencia a los mandatos civiles. “Si San Pablo nos exhorta a obedecer a las autoridades civiles”, dijo, “es con respecto al bien común, el de la sociedad, pero también el bien común superior de la Iglesia, cuya ley suprema es la salvación de las almas.”
Jane Stannus relata:
El Obispo Ginoux of Montauban también ha hablado con fuerza contra la prohibición, twitteando el 29 de octubre “Es fácil pedir a los obispos tomar el liderazgo si nadie está detrás de ellos. ¡Invadan las iglesias a la hora de Misa, pidan por la Misa y los obispos y sacerdotes irán a celebrarla…acciones, no palabras!” Él mismo dijo la misa el domingo 15 de noviembre, en presencia de una decena de fieles, y felicitó públicamente a los manifestantes a favor de la Misa.
Estos son los Sucesores de los Apóstoles que no tienen miedo a alentar a los fieles a actuar abiertamente contra las injustas o irreligiosas leyes y regulaciones, y que prometen apoyar cada paso en este sentido. Esta es una lección que todos los obispos necesitan internalizar, si es que alguna vez desean recuperar a las ovejas que, sin reconocer ya la voz del divino Pastor, se han alejado de ellos.
Peter Kwasniewski
*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por LifeSiteNews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad
Puedes leer este artículo en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/it-is-time-for-civil-disobedience-in-the-name-of-fidelity-to-christ
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