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El descontento divino del corazón de los ateos

En el corazón de los ateos hay un profundo descontento y una rabia que es difícil de comprender. El que es ateo no debiera porqué enojarse con Alguien que no existe.

El descontento divino del corazón de los ateos, un artículo de David Deavel para The Imaginative Conservative

Los ateos no creen en Dios, pero confieso que yo soy un agnóstico con respecto a ellos. Por un lado, muchos ateos están prestos a decirme tanto que Dios no existe, como que lo odian intensamente. Tal vez es una falta de imaginación, pero yo nunca he sido capaz de irritarme con odio con Sauron, Lord Voldemort, Bill Sykes, Simon Legree o cualquier otro de los clásicos villanos de ficción. Si lo hiciera, la ira no duraría porque me daría cuenta, al final del día, que ellos son ficciones.

La otra razón de porque soy escéptico sobre la existencia de los ateos es porque ellos siempre están quejándose de la injusticia de la vida mientras se jactan de su propio coraje para enfrentar un mundo sin Dios. Recuerdo un debate acerca de la existencia de Dios y la ciencia a la que asistí hace muchos años atrás mientras estudiaba en Inglaterra. La proposición en sí era una petición de principio, y decía: “Esta casa cree que la ciencia obvia la necesidad de la religión”, como si las afirmaciones religiosas fueran simplemente intentos imaginarios de respuesta a asuntos científicos naturales en ausencia de métodos y hechos científicos. El equipo ateo en este debate contaba con el biólogo Richard Dawkins y una pareja de mini-yo de compañeros de equipo que sermoneaban a sus oponentes por su cobardía al rechazar enfrentarse cara a cara a las frías y duras verdades de la ciencia la cual, aparentemente, no tenía lugar para Dios.

Me persuadió más el caballeroso físico de la Universidad de Oxford, Peter Hodgson, quien argumentó que el surgimiento de la ciencia moderna era inexplicable separado de las creencias metafísicas derivadas específicamente de la enseñanza judeocristiana. Dio a entender que el nuevo bando ateo estaba asustado de las frías y duras verdades tanto de la filosofía como de la historia. Sin embargo, lo que yo no dejaba de pensar era sobre lo que significaría enfrentarse a las frías y duras verdades del ateísmo científico, como es ofertado ya sea por científicos reales como por el tipo de personas que creen que Bill Nye es realmente un científico y que postear memes usando la leyenda “I ****ing Love Science” es el equivalente a la lectura de una revista científica.

Enfrentar a las frías y duras verdades del ateísmo significa estar siguiendo a Friedrich Nietzsche y a Ivan Karamazov en la aseveración de que si Dios no existe todo en realidad está permitido. De hecho, hasta el lenguaje del permiso debe ser prohibido, porque no existe alguien que permita o niegue algo.

Aunque los amigos agnósticos y ateos me dicen que “el ateo puede ser moral”, ellos están equivocados sobre lo que significa “ser moral”.

Es verdad que el ateo puede “ser moral” en un sentido subjetivo. Ellos pueden adherirse a un código moral que han designado o adoptado. Los ateos también pueden ser morales en un sentido objetivo, pues pueden actuar de una manera en la que sigan la ley natural. Lo que ellos no pueden hacer es que tenga sentido que alguien esté obligado a seguir su auto-designado código moral si tales códigos enredan este propio estilo, ya que no existe ni otra vida ni un juicio. Tampoco pueden explicar, con sus propios términos, por qué es necesario seguir la ley moral natural tradicional, ya que ellos no creen en el tipo de naturaleza que revelaría la obligación moral o que requiere que, de alguna manera, tales obligaciones morales se cumplan.

Lo más importante, los verdaderos ateos no pueden apelar, siendo coherentes, a la simpatía de uno en los casos en que ellos creen que los otros han violado un código moral. El grito humano al universo de que “¡Esto es injusto!” en realidad no tiene ningún sentido, si esto es un grito contra el comportamiento humano o contra el comportamiento divino.

La única respuesta atea racional a propósito del mal comportamiento humano es tolerarlo o, si puede, vengarlo. La única respuesta atea racional a la tragedia del mundo natural o del mundo azaroso es: “ Es lo que es.” Sin embargo, los ateos en general no están dispuestos a reaccionar a esta insana, pero totalmente consistente manera.

Como todos los seres humanos, los ateos que uno ha visto o conocido están siempre parloteando sobre la justicia y la injusticia, tratando de provocar simpatía y apoyo para deshacer los resultados de los males humanos y naturales, muchos de los cuales no me conciernen ni a mí ni a ellos en lo más mínimo de manera directa. Si, tal como Emerson decía, una consecuencia tonta es el duende de las mentes pequeñas, he llegado a creer que la inconsecuencia tonta es la luz de advertencia en el  autobús turístico ateo. Eso debiera decirles algo sobre el mundo.

En efecto, puedes odiar a Dios, pero eso es porque Él es real.

Los ateos que he encontrado están en realidad en lo correcto en cuanto al hecho de que Las Cosas No Son Como Debieran ser. Existe esta categoría del “debiera” porque hay un diseño para el mundo que percibimos. Los ateos tienen razón que el mal es un problema para los creyentes, pero solo si existe un Dios. De lo contrario no hay problema del mal ni la categoría del “debiera”. Mis amigos ateos, es lo que es.

Los creyentes en Dios luchan con el oscuro misterio de una Providencia que creemos es buena. Un joven de 20 años que conozco murió por un disparo en la calle. Este joven era un emprendedor y un cristiano serio que colaboraba con el grupo juvenil de su parroquia. No era dado a la violencia, algo que yo sé personalmente porque la última vez que lo vi en este mundo estábamos jugando baloncesto y yo le cometí una falta tan dura que se cayó en el piso. Si él se hubiera parado y me hubiera pegado, yo lo hubiera tenido merecido. Sin embargo, no lo hizo. Para mí no tiene sentido cómo es que su muerte encaja con el plan de Dios. Es, de hecho, algo espantoso para mí.

El modo del creyente de enfrenar con tal oscuro misterio no es la pretendida forma del ateo de negar que exista el Dios que es responsable de todo esto. Deshacerse del Dios que hizo al joven Marcus y permitió la tragedia de su asesinato no hace sino eliminar la posibilidad de verlo a él de nuevo. Es deshacerse del sensible grito que surge de nuestras gargantas de que su muerte fue error. Enfrentar a los supuestos fríos y duros “hechos” de la visión atea es rendirse a nuestro muy sensible y divino descontento del mundo.

Tampoco es el modo del creyente presentarse con una defensa abstracta de los caminos de Dios para el hombre: teodicea, se le ha llamado. Mucho de esto ayuda en ciertos momentos de la vida, pero no puede ser suficientemente constructivos de manera tal que cuente para cada caso en particular. En última instancia, para aquellos que creen en Dios, la tarea es enfrentar con coraje el oscuro misterio del propósito y del ser escondido de Dios, incluso para dirigirse directo hacia esta nube oscura armado con la fe de que la oscuridad está escondiendo algo brillantemente iluminado.

Aunque el ateo dirá que tal viaje es irracional, no está claro porqué esto es así. En realidad, no, es más, sino que es mucho menos irracional que el ateo que afirma que estar enfrentando la fría realidad de un mundo sin Dios, mientras se queja con amargura del problema del mal. Pascal señala que hay “razones del corazón que la razón no conoce”. Yo recomendaría que mis supuestamente ateos amigos escucharan el cálido descontento de sus propios corazones y no a sus argumentos lógicos de la fría realidad. Ellos podrían descubrir que van de su no creer en Dios, a no creer en su propio ateísmo.

 David Deavel para The Imaginative Conservative

El descontento divino del corazón de los ateos-MarchandoReligion.es

Puedes leer este artículo, «el descontento divino del corazón de los ateos en su página en inglés: https://theimaginativeconservative.org/2020/03/divine-discontent-atheist-heart-david-deavel.html

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https://marchandoreligion.es/2020/03/las-pruebas-de-la-existencia-de-dios/

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