Uno de los grandes de la música del Renacimiento tardío, el compositor inglés Thomas Tallis, es recordado principalmente por su música vocal sagrada. Igual que su discípulo William Byrd, Tallis vivió buena parte de su vida como músico católico que tuvo que practicar su fe y ejercer su arte en un país protestante. Fue músico de la corte desde Enrique VIII hasta Isabel I, y tuvo que enfrentar cambiantes regímenes y actitudes del Estado en materia de religión.
Aunque quizá la pieza más famosa entre los coros católicos de hoy es su simple e impactante motete “If Ye Love Me” [Si me amas], las obras más complejas de Tallis merecen ser mejor conocidas. Entre sus muchas composiciones litúrgicas se cuenta una impresionante puesta en música del responsorio de Pentecostés Loquebantur variis linguis. En este tiempo de Pentecostés, sugiero dedicar algunos minutos a oírla, especialmente si se trata del primer contacto que se tiene con la música de Tallis.
El lenguaje de la belleza sigue predicando la verdad del catolicismo a todas las naciones, aun cuando no entiendan la fe, y por ello debemos considerar a los compositores, como Tallis, colaboradores del carisma de evangelización de la Iglesia, que comenzó en la mañana de Pentecostés hace tantos siglos. El que iba a ser papa Benedicto XVI subrayó esto en el “Informe Ratzinger” cuando dijo: “La única apología realmente efectiva del Cristianismo proviene de dos argumentos, los santos que la Iglesia ha producido, y el arte que ha crecido en su seno”.
El texto de Loquebantur variis linguis está tomado de Hechos 2, 4, en que San Lucas describe la predicación de los Apóstoles, llenos del espíritu, en la mañana de Pentecostés. Ligeramente adaptado, constituye el Responsorio de la Segunda Lectura de los Maitines de la fiesta. He aquí el texto:
“Los Apóstoles hablaban en muchas lenguas las maravillas de Dios, según el Espíritu Santo les daba el don de lenguas, alleluia. Quedaron todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar”.
La partitura a siete voces de Tallis comienza con el íncipit, o primera frase del canto gregoriano del Responsorio. De este modo, Tallis prolonga una costumbre, común en el Renacimiento, de hacer una referencia al canto llano tradicional al componerse nueva música para un texto litúrgico que ya tiene música propia. Esta hermosa práctica enraíza la nueva música litúrgica en una continuidad litúrgica y artística, respetando y reconociendo la precedencia a la tradición y, al mismo tiempo, innovando.
Después del íncipit, cada una de las voces entra con la misma frase musical o melodía, imitándose unas a otras, y construyendo una rica textura polifónica. En la interpretación, cuyo vínculo he dado más arriba, la partitura se va desplegando junto con la música, por lo que esto es fácil de ver. En esta pieza específica, Tallis pide constantemente préstamos a la melodía gregoriana: en la partitura se puede ver que la voz “Quintus” (nombre renacentista para “Tenor II”, abreviada con “Q”) canta todo el tiempo en redondas, en tanto que las demás voces se mueven a su alrededor. Esa línea reproduce, en realidad, frases de la melodía gregoriana, que en esta partitura está señalada por paréntesis puestos sobre las notas; las notas incluídas en los paréntesis son extractos de la melodía del canto llano.
Otro interesante rasgo de la música inglesa de esta época -y Tallis no es en esto una excepción- es el uso de lo que se llama “falsas relaciones”, un tipo especial de disonancia. Una “falsa relación” tiene lugar cuando dos voces diferentes cantan de paso la misma nota, pero una es sostenida y la otra, natural. Aunque no voy a entrar en la teoría que lo fundamenta y en por qué los compositores renacentistas hacían esto, merece destacárselo porque ocurre varias veces en esta pieza de Tallis y le da lo que yo llamaría una “deliciosa crocancia”. Por ejemplo, en el compás 11 (0:46 del video), el contralto canta un fa sostenido en tanto que el bajo canta un fa natural. Una vez que comienzan los alleluias en el compás 26, tiene lugar otra deliciosa falsa relación cuando un fa sostenido en el bajo choca con un fa natural en la soprano.
Al acercarse los cantantes a las palabras magnalia Dei, la melodía de cada voz da un salto de una cuarta o una quinta, seguido de notas descendentes, como si las magnalia o “maravillas” saltaran hacia arriba y cayeran en cascadas sobre nosotros. En el versículo y en el Gloria, reaparece el canto llano en su pureza, antes de volver al refrán “las maravillas de Dios” y luego a los “Alleluias”, con la alegría de su breve síncopa y rápidas notas.
Si se encuentra impresionante esta belleza a siete voces de Tallis, recomiendo oír también sus Lamentaciones, que nos muestran a un Tallis que escribe con aire de tristeza más que de éxtasis. Quizá su pieza más ambiciosa, con razón temida, es Spem in alium, motete a cuarenta voces para ocho coros.
Cuando meditamos en este tiempo sobre el don que recibieron los Apóstoles de predicar y ser entendidos por las diversas multitudes que había en Jerusalén, debiéramos meditar también en cómo ese don se prolonga en otras formas en la Iglesia. La increíble herencia artística del catolicismo es un testigo de este prolongado “don de lenguas”. El hecho de que la belleza del arte sagrado y de la música haya sido siempre un catalizador de conversiones debiera hacernos recordar que el carisma de la belleza nunca debe ser estimado en poco.
De hecho, como el papa Benedicto advirtió también en el “Informe Ratzinger”:
“mejor testimonio del Señor dan el esplendor de la santidad y del arte que han surgido de la comunidad de los creyentes, que las inteligentes explicaciones que la apologética ha producido para justificar el lado oscuro que, lamentablemente, es tan frecuente en la historia humana de la Iglesia”.
La obra maestra para Pentecostés de Tallis sirve de impresionante atrio para el regocijo de gracia que comenzó el día de Pentecostés en la mañana, y que continúa en las artes.
*Traducido por Augusto Merino para Marchando Religión con el permiso de Julian Kwasniewski
Artículo original: https://crisismagazine.com/opinion/singing-in-tongues-thomas-tallis-pentecost-masterpiece
Julian Kwasniewski is a musician specializing in renaissance Lute and vocal music, an artist and graphic designer, as well as marketing consultant for several Catholic companies. His writings have appeared in National Catholic Register, Latin Mass Magazine, OnePeterFive, and New Liturgical Movement. You can find some of his artwork on Etsy.
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