¿Buscando a Dios? ¿Cómo uno empieza a creer? Esto es, ¿qué disposiciones espirituales son necesarias para hacer un acto de fe?
¿Buscando a Dios? Así es como se comienza a tener fe, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews
De acuerdo con Aristóteles y con Santo Tomás existe un deseo natural por la verdad impreso en el alma humana, junto con un deseo natural por la felicidad. Pero sabemos por experiencia que las pasiones, los vicios, la excesiva preocupación por los bienes terrenales, la pereza, la mala educación, y una multitud de otros problemas en la caída naturaleza humana puede interferir con nuestro apetito por la verdad y en nuestra búsqueda de ella.
¿Cuáles son signos de una persona que sinceramente ama la verdad o sinceramente desea encontrarla?
El padre Thomas Dubay hace esta pregunta en su buen trabajo: Faith and Certitude: Can We Be Sure of the Things that Matter Most to Us? (¿Fe y certidumbre, podemos estar seguros de las cosas que más nos importan?):
“El intelecto no puede forzarlo a uno a volver a Dios y a la Iglesia como un resplandor de un rayo hace darse cuenta de que una tormenta está en curso. Dios quiere que esta vuelta a Él sea un acto de la libertad, una elección voluntaria. Tiene que ser una decisión por la cual se es personalmente responsable. La persona buena ve la verdad porque la verdad y la bondad son connaturales a ella. Aquellos que realmente desean la suprema verdad la encontrarán. Aquellos que aman la bondad y la belleza encontrarán a Dios. Ellos saben que la enseñanza de Jesús es verdad por la absoluta bondad de Él. Ya que la verdad doctrinal y la bondad moral ambas son obediencia al único Dios, cuando esta última falla por un tiempo, el primera se debilita y tal vez desaparece…”
Por lo tanto, solo este hombre o mujer que probablemente encuentren a Dios y a su Iglesia son quienes pueden responder a la pregunta, ¿Obedeceré lo que sea que descubra que Dios ha revelado y lo que Él quiere que yo haga? Si su respuesta es negativa, él no está en armonía con los caminos de Dios. La desobediencia impide la visión intelectual. No puede ver lo que está ahí porque el tenor moral de su composición general como persona bloquea su vista. Si la respuesta es afirmativa, puede ver lo que está frente a él. Como el mismo Jesús lo señaló, el hombre que se prepara para hacer la voluntad del Padre está seguro de saber que la enseñanza de Jesús viene de Dios (Juan 7, 16-17). Su vista intelectual no está cubierta por deseos volátiles. Nuestra comprensión cognitiva de la realidad es inseparable de la integridad de nuestro modo de vida.
Siempre es saludable, por no decir aleccionador, darse una pausa y meditar sobre la clase de sacrificio que demanda la búsqueda de la voluntad de Dios.
Al inicio del camino permanece lo que dice San Pablo: “(…) ya no os pertenecéis a vosotros. Porque fuisteis comprados por un precio” (1 Corintios 6, 19-20) es decir, la Sangre de Cristo (cf. Hechos 20, 28); al final del camino: “Con Cristo he sido crucificado, y ya no vivo yo, sino que en mí vive Cristo” (Gálatas 2, 19-20) A menos que estemos preparados para rendirnos enteramente a la Verdad, sin rechazar ninguna de sus demandas sobre nuestras vidas, no podemos esperar encontrar “la puerta angosta” de la que habló Jesús (Mateo 7, 14). “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad,” cantaban los ángeles en la Noche Buena (Lucas 2, 14). La buena voluntad es la clave.
La búsqueda de la voluntad de Dios no es meramente un ejercicio intelectual, una meditación a fondo de algunos problemas, en el cual recibimos satisfacción por buenas explicaciones. Sin dudas, necesitamos meditar los problemas y encontrar buenas explicaciones. La fe es imposible sin el conocimiento de lo que creemos, y podemos aprender lo que debemos creer solo si investigamos las afirmaciones presentadas por aquellos que se llaman a sí mismos discípulos del Maestro.
Sin embargo, el conocimiento no es lo mismo que la fe. Por la fe confesamos un credo. Tomamos la decisión de adherir al conocimiento más allá de nuestra búsqueda demostrativa. La fe tiene un contenido intelectual, pero es el resultado de un acto de la voluntad. La fe es en sí misma un trabajo. Santo Tomás de Aquino, comentando a Tesalonicenses 1,3 (“Nos acordamos ante Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, y del trabajo de vuestra caridad”), dice que San Pablo menciona la fe porque es una condición esencial para obtener lo que se espera, un medio de revelación no basado en las apariencias: “Sin fe es imposible ser grato, porque es preciso que el que se llega a Dios crea su ser y que es remunerador de los que le buscan.” (Hebreos 11, 6). Esto, sin embargo, no es suficiente a menos que la persona practica buenas obras y haga un esfuerzo. Así dice Pablo, tu obra de fe y trabajo. “La fe sin obras está muerta” (Santiago 2, 26). La persona que se rinde mientras trabaja por Cristo no vale nada: “creen por un tiempo, y a la hora de la prueba apostatan.” (Lucas 8, 13). Pablo usa las palabras trabajo y labor, dando a entender que su fe activa y luchadora.
“La fe sin obras” es lo mismo que una fe muerta, porque una confesión viva de Dios involucra la conversión del corazón, la adoración y la oración, la caridad y la penitencia, el amor al prójimo y un amor a sí mismo correctamente ordenado. Cuando San Santiago predica la centralidad de las obras y San Pablo la centralidad de la fe, ellos están predicando en el fondo una única y misma doctrina. Porque la fe se vuelve personalizada, identificada conmigo mismo como creyente a partir de un acto de la voluntad (una “obra”). Sin embargo, la capacidad de creer en Dios es en sí un don, el don de la fe. (Para una excelente defensa de la compatibilidad de la soteriología de San Pablo y San Santiago, ver el sermón de John Henry Newman, The Gospel Witnesses) (“Los Testigos del Evangelio”)
El filósofo católico Miguel de Unamuno escribe:
“En el campo de la medicina el saber de mi doctor puede curarme, incluso si yo no sé donde se ubica mi hígado. Pero en el campo de la religión la fe de mi confesor escasamente puede salvarme. En la vida del alma solo mi verdad me salva, y mi verdad no es la verdad que no conozco, aunque esta sea la verdad de los demás. Usted describe a la Iglesia como la depositaria de las verdades de la fe. Las verdades que no están depositadas en su propia alma no son verdades de su fe y no son de ninguna utilidad para usted.”
¿Qué es la Verdad? en La agonía del cristianismo y Ensayos sobre la Fe
¿Cómo comienza uno a creer? Es decir, ¿qué disposiciones espirituales son necesarias para hacer un acto de fe?
Los inicios de la fe son triples: seriedad de propósito, integridad de la moral y docilidad de mente (buena disposición a ser guiado y enseñado). Nuestra fuerza de voluntad se extiende al menos a hacer una profesión de fe según la letra de las Sagradas Escrituras o del Credo. Aquellos que sincera y persistentemente buscan la verdad no serán decepcionados en su esperanza. “Esto es bueno y grato delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y lleguen al conocimiento de la verdad.” (1 Timoteo 2, 3-4). Aunque este versículo se cita con frecuencia, rara vez se señala que evidentemente se aplica a aquellos que desean ser salvos y llegar al conocimiento de la verdad.
Peter Kwasniewski
*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por LifeSiteNews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad
Puedes leer este artículo sobre aquellos que están buscando a Dios en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/searching-for-god-heres-how-one-begins-to-have-faith
¿Buscando a Dios? Sin duda que la buena educación puede ayudar a encontrarlo. Te invitamos a volver a leer este artículo
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