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Averígüelo Vargas

Hace ahora cuatrocientos años estrenó Tirso de Molina una de sus más afamadas comedias históricas, razón bastante para traerla hoy a colación. Con la perspectiva del tiempo, podemos admirar en ella la inteligencia de una época en la que nuestra patria iluminaba todavía el orbe, no obstante ya parcialmente contaminado del pesimismo protestante.

Averígüelo Vargas. Un artículo de Miguel Toledano

La acción está ambientada en la corte de Portugal, a mediados del siglo XV. Ha fallecido el gran rey don Duarte I, presa de la peste negra. Su heredero don Alfonso es un niño de apenas seis años, a quien, según el testamento del monarca, debe ayudar su madre, doña Leonor de Aragón, como regente de la nación hermana.

Pero la nobleza sospecha de la española, a pesar de su condición virtuosa, y apoya al infante don Pedro, hermano del rey fallecido e igualmente dotado de rectos principios de gobierno. La reina se ha de trasladar a Castilla conforme se suceden las complejas sinuosidades concebidas por Tirso para deleite de su público.

La trama se centra en la peripecia vital de dos personajes, Ramiro y Sancha, que supuestamente pertenecen al tercer estado. Ramiro hace gala de belleza y gallardía. Cuando es favorecido por don Pedro, en la corte se sospecha que el joven pudiese ser hijo natural secreto del infante.

Eso resultaría fatal para doña Felipa, hija de don Pedro, que ha quedado prendada de Ramiro. De ser éste descendiente directo del infante en primer grado, la eventual relación no sería desigual, pero sí incestuosa.

El buen hacer de Ramiro es recompensado por el joven rey Alfonso V nombrándole alcalde de Santarém y gran maestre de la Orden de Santiago. Hay una crítica amable por parte de nuestro autor, el ingenioso fraile mercedario, hacia quienes tratan de mejorar su posición social, como si quisiesen enmendar los mismos designios divinos.

Por otra parte, los abundantes gestos de generosidad real hacia el joven, habituales en la monarquía cristiana, se interpretan como confirmación de que el premiado desciende del infante. Sin embargo, éste sabe que tanto Ramiro como Sancha son nada menos que hijos naturales secretos del difunto rey don Duarte, dato que ambos ignoran.

De hecho, ni siquiera saben que son hermanos. Además, Sancha está enamorada de Ramiro y celosa porque piensa que podría llegar a desposarse con la infanta Felipa. Para evitarlo, decide disfrazarse como el enano Vargas, o Varguillas, llegado a la corte para divertir al joven rey. El engaño de la joven es acorde a su personalidad, tendente a los sortilegios y alcahuetería.

Por su parte, el caballero don Dionís está enamorado de Felipa. Para salir de dudas en cuanto a la posible relación de ésta con Ramiro, Dionís le pregunta al recién nombrado maestre si alberga algún sentimiento por la infanta. Ramiro lo oculta, lo que es interpretado por el caballero como una confirmación de que se halla en presencia de un bastardo del desaparecido rey Duarte I.

El propio Ramiro comienza a sospechar que su filiación es importante y ello explicaría los favores que está recibiendo del rey, a instancias del infante don Pedro. Una segunda hipótesis se abre respecto de la ascendencia de nuestros protagonistas: el padre natural sería quizás el duque Alfonso de Abrantes, fundador de la que luego devendría casa real de Braganza y él mismo hijo bastardo del abuelo del pequeño rey.

Ramiro no se atreve a declarar su amor a la infanta Felipa, abrumado por tratarse de la prima del monarca. Pero desea poder encontrarse con ella. Con tal propósito, le dice que se halla enamorado de doña Inés, dama de honor de la infanta; mas le pide a Felipa que simule amor entre ambos para despertar los celos de la noble cortesana. La infanta accede, pues el juego también asegura para ella la presencia junto al amado.

Inés, en efecto, suspira por Ramiro y así se lo confiesa a la Infanta. Turbada ésta, aparece Sancha, todavía disfrazada como el bufón Vargas. Felipa duda si el corazón de Ramiro verdaderamente es de ella o más bien de Inés, así que decide encargar a Varguillas que lo averigüe.

El proverbio “averígüelo Vargas” resulta con esta obra popularizado para siempre por el genial Tirso de Molina. En realidad, su origen es también histórico, pero no portugués, toda vez que Francisco de Vargas, el verídico Vargas, fue consejero eficacísimo de los Reyes Católicos.

Volviendo al relato, don Dionís le pide al bufón que intermedie ante la amada infanta, con el fin de ganarse la voluntad de ésta. Lo que ninguno de los dos sospecha es que Felipa también ha decidido simular amor por el caballero portugués, para lo que le pide que haga de intermediario nada menos que a Ramiro, quien no puede evitar sentirse celoso.

Además, se sorprende al saber que es cierto que Inés lo desea. En las comedias de nuestro siglo de oro se da el perfil del galán en el que todas las mujeres se fijan, encarnado por lo que se refiere a esta obra en la figura del bello Ramiro. Es de suponer que el recurso sería considerado en la actualidad incorrecto, conforme al Zeitgeist feminista que padecemos.

El enredo se ha de producir en el jardín del palacio del infante, de noche. Ramiro se hace pasar por don Dionís ante Felipa, sin darse cuenta de que el verdadero don Dionís los espía y, ocultando no obstante su identidad, recrimina a su rival con toda la ironía propia del autor, fiel discípulo de Lope.

Una vez espantado el adversario, don Dionís corteja a la infanta. En prenda, Felipa le entrega una banda, que el esforzado pretendiente considera valiosísimo tesoro.

A continuación nos anticipa el dramaturgo madrileño lo que será un nuevo hecho histórico, la futura boda del rey Alfonso V con su prima Isabel, hija del infante don Pedro e igual en edad a su real consorte. Pero es sólo un pequeño aparte contextual al desenvolvimiento del embrollo.

Felipa explica a la alcahueta Sancha, una vez más ataviada como bufón Vargas, que le ha transmitido una seña de amor a su querido Ramiro, sin advertir que en realidad a quien ha beneficiado es a don Dionís.

Inconsciente igualmente del malentendido, Sancha monta en cólera, pues no desea perder a su amado Ramiro. El desenlace final vuelve a producirse en plena noche, donde las identidades se confunden, de tal modo que don Dionís cree cortejar a Felipa, cuando la galanteada es Sancha; ésta, por su parte, piensa haber logrado por fin la voluntad matrimonial de Ramiro, sin darse cuenta de que se trataba, en realidad, del caballero lusitano.

Al fin se descubre ante la corte el linaje de los hermanos Ramiro y Sancha. Don Dionís acepta la mano de la hija natural del fallecido rey portugués. E igualmente se proclama el enlace entre la infanta Felipa con su medio primo Ramiro.

Todo ello en versos de singular frescura que reflejan el optimismo del barroco literario. Fray Gabriel Téllez engarza una y cien veces conceptos brillantes a través de imágenes a cuál más sugerente. Como es propio del alma española, la teología y la filosofía en la mejor línea se revisten de un lenguaje llano y directo que sobrevive a todas las modas y a cuantos desvíos se han sucedido después.

Miguel Toledano Lanza

Domingo decimoséptimo después de Pentecostés, 2021

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Author: Miguel Toledano
Miguel Toledano Lanza es natural de Toledo. Recibió su primera Comunión en el Colegio Nuestra Señora de las Maravillas y la Confirmación en ICADE. De cosmovisión carlista, está casado y es padre de una hija. Es abogado y economista de profesión. Ha desempeñado distintas funciones en el mundo jurídico y empresarial. Ha publicado más de cien artículos en Marchando Religión. Es fiel asistente a la Misa tradicional desde marzo de 2000. Actualmente reside en Bruselas. Es miembro fundador de la Unión de Juristas Católicos de Bélgica.