La Asunción de María en el calendario litúrgico tradicional se entendió en paralelo a la Ascensión de Jesucristo, su Hijo.
Cómo la Asunción de María es paralela a la Ascensión de Cristo, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews
En el calendario litúrgico tradicional el 22 de agosto es la fiesta del Inmaculado Corazón de María, y el 31 de mayo es la fiesta de María Reina. (En Bélgica y en algunos otros lugares, existía una fiesta de María, Mediatriz de todas las gracias en esta fecha, lo cual expresa una idea similar). A pesar de la clara afirmación del Concilio Vaticano Segundo de que “no deben existir innovaciones a menos que el bien de la Iglesia genuina y ciertamente las requieran) (Sacrosanctum Concilium 23), los arquitectos del Novus Ordo decidieron prácticamente todo, incluyendo muchas fechas en el calendario de los santos. Así para el moderno rito papal de 1969, la fiesta de María Reina fue movida al 22 de agosto, y el Inmaculado Corazón de María fue movido para el sábado inmediatamente después del Sagrado Corazón de Jesús.
Solía pensar que este era un raro ejemplo de mejora, aunque por mucho que se forzara la imaginación podía haber sido considerado como “genuino y ciertamente requerido.” Sin embargo, llegué a entender entonces como la tradición occidental entendió la Asunción de la Virgen María, es decir, en paralelo a la Ascensión de Jesucristo, su Hijo.
Nótese que la Ascensión no culmina en la fiesta de Cristo Rey. Más bien, la liturgia enfatiza que Jesús, en Su glorificada humanidad, se presenta ante el Padre para eterna intercesión por nosotros: el Salvador crucificado y resucitado que traspasa el velo del templo celestial para llevar la divinizada naturaleza humana a la perfecta comunión con el Padre Eterno. En contraste, el reinado de Cristo sobre la creación y sobre todas las tribus, lenguas, pueblos y naciones de la humanidad es celebrado tradicionalmente en un tiempo diferente, es decir, el último domingo de octubre, para enfatizar que la renovación de la creación comenzaba en la Encarnación es continuada por los santos, que extienden la conquista de Cristo sobre el tiempo y el espacio hasta la Parusía.
De modo similar, la Misa tradicional de la Asunción (antes del reemplazo de Pío XII de esta con un nuevo set de Propios) enfatiza que Nuestra Madre no nos abandona en la tierra, sino que va ante su Hijo para rogar por nosotros, sus hijos. Ella guarda nuestras necesidades y oraciones en su Inmaculado Corazón y las presenta al Salvador de todos nosotros.
Ella es llevada al cielo para emular, entrar y ampliar, como Mediatriz de todas las gracias, el rol intercesor de Jesucristo, el único Mediador entre Dios y el hombre. Claramente la Ascensión y la Asunción en la tradición de la teología espiritual (basta con mirar las homilías de San Bernardo de Claraval) son sobre Jesús y María yendo al trono de Dios para interceder por nosotros, obviamente de dos diferentes maneras.
Por otro lado, el mes de mayo está dedicado por completo a Nuestra Señora. Tradicionalmente es practicado con “la coronación de mayo”, de ahí que este concluya apropiadamente con la fiesta de su Reinado. Mientras que en agosto el énfasis es puesto en su divinamente infuso conocimiento de nuestras necesidades y de su intercesión por nosotros en el cielo. En mayo el énfasis es puesto en su gobierno sobre nosotros en la tierra, análoga al gobierno de su Hijo. En el momento de la coronación de Nuestra Señora, ella fue dotada con todos los poderes de una Reina. Ante todo entre estas varias prerrogativas, y la prerrogativa que el Cielo ha considerado oportuno destacar para nuestra época por medio de Fátima, es la preeminencia de Su Inmaculado Corazón. Por lo tanto, es más apropiado que la última fiesta deba caer en la octava de la Asunción.
El cuarto y el quinto misterios gloriosos del Rosario son la Asunción y la Coronación, que podría sugerir que el calendario litúrgico también debiera presentar estos misterios consecutivamente. Pero en el Rosario estamos mirando a María en sí misma, su glorificación, paralela a la de su Hijo. Mientras que, en la liturgia, la oración pública de la Iglesia, estamos mirando a María con relación al Cuerpo Místico de Cristo. Aquí, lo que es de una importancia primaria no es su glorificación individual, sino su maternal intercesión ejercida hacia nosotros. Esto es lo que la disposición del calendario más antiguo nos otorga con mayor claridad.
Varias de las fiestas que han sido comentadas son de muy reciente institución: Cristo Rey fue instituida por Pío XI en 1925; el Inmaculado Corazón de María por Pío XII en 1944, y María Reina también por Pío XII en 1954. Así que cuando nos preguntamos sobre la conveniencia de su disposición en el calendario, no es tanto una materia de cuanto tiempo ha estado la fiesta en el calendario como de lo que tiene más sentido teológico. Las fiestas de Cristo Rey y María Reina acentúan la alta estima en la cual tenemos a Jesús y a María y buscan fortalecer su gobierno sobre nuestros corazones, familias y sociedades.
Muchas fiestas marianas fueron en efecto “degradadas” en la reforma litúrgica.
María Reina, una fiesta de II clase el 31 de mayo, se convirtió en un memorial el 22 de agosto en el nuevo rito. La Visitación, una fiesta de II clase el 2 de julio se convirtió en una fiesta el 31 de mayo en el nuevo rito. El Inmaculado Corazón de María, una fiesta de II Clase el 22 de agosto, se convirtió en un memorial opcional para el sábado después del viernes de la Solemnidad del Sagrado Corazón. Esta es una tremenda demolición para el día litúrgico en honor del Inmaculado Corazón de María. No solo hay una disminución en el rango litúrgico, sino un memorial opcional en el Novus Ordo que puede ser fácilmente obstruido ya se por una fiesta de mayor rango o por una misa vespertina del sábado “anticipada de la misa” del domingo. En contrate, en el antiguo calendario la Fiesta del Inmaculado Corazón de María es una fecha fija el 22 de agosto, y siempre será la Misa del día a menos que caiga en un domingo. Todo este trabajo contra el mensaje de Fátima, por ejemplo, la devoción al Inmaculado Corazón de María debiera ser establecido, de acuerdo con su solemne promesa: “Al final mi Inmaculado Corazón triunfará.”
(Se podría agregar que existía, en algunas partes, una fiesta del Purísimo Corazón de María para el domingo después del Sagrado Corazón. En general, el antiguo calendario, especialmente el regional o de las órdenes religiosas, tenían muchas más fiestas de Nuestro Señor y de Nuestra Señora que lo que tiene el destripado calendario nuevo.)
En aras de la claridad, aquí hay un cuadro que compara las antiguas y las nuevas fiestas marianas planteadas en este artículo:
Fecha Antiguo calendario (a partir de 1962) Nuevo calendario (1969)
María Reina (II Clase)
31 de mayo Nuestra Señora Mediatriz de todas las gracias Visitación (fiesta)
(en algunos lugares)
(sábado después del Purísimo Corazón de María (en algunos lugares) Inmaculado Corazón de María
Sagrado Corazón) (memorial opcional)
2 de julio Visitación (II clase)
15 de agosto Asunción de María Asunción de María
22 de agosto Inmaculado Corazón de María María Reina (memorial)
Esta pequeña comparación de la ubicación de ciertas fiestas marianas muestra la arbitrariedad y la innecesaria alteración de la costumbre litúrgica que tuvo lugar en los años de 1960. El problema no se resolverá duplicando los productos de tal alteración mientras al mismo tiempo se intenta purgar al mundo de hasta el último católico tradicional. Ni puede encontrarse una solución satisfactoria a largo plazo en el pluralismo litúrgico propugnado a fin de evitar el conflicto, como es en el modelo del liberalismo político. La solución correcta está en volver decididamente a un calendario superior.
Peter Kwasniewski
Puedes leer este artículo en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/how-the-assumption-of-mary-parallels-the-ascension-of-christ/
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