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Vida eterna

¿Estamos preparados para la vida eterna o, a imagen de los saduceos, rechazamos la resurrección?

«Vida eterna», Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad

MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO

Relato evangélico (Lc 20, 27-38)

En aquel tiempo, acercándose algunos de los saduceos, esos que sostienen que no hay resurrección, le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno, que estaba casado y no tenía hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos; habiendo tomado mujer el primero, murió sin hijos; y la tomó el segundo, luego el tercero; del mismo modo los siete murieron también sin dejar hijos. Finalmente, también murió la mujer. Ésta, pues, ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque los siete la tuvieron por mujer».


Jesús les dijo: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven».

Comentario al Evangelio

En los días previos a su Pasión, Jesús entabla una dura discusión con los saduceos en torno al tema de la resurrección. Esta era negada por ellos, una secta judía que, al contrario que los fariseos, rechazaba toda posibilidad de que los muertos resucitasen, al contrario de lo que sostenían los primeros y toda la tradición judía. A pesar de mostrarse menos beligerantes con Jesús que los fariseos, los saduceos ponen a prueba al Maestro, no tanto para buscar la verdad, sino más bien para dejarlo en evidencia. La misma parábola que le proponen tiene cierto sabor a sarcasmo como manifiesta la pregunta con la que la concluyen: Esta mujer en la resurrección, ¿de quién de ellos será esposa? Porque los siete estuvieron casados con ella. Jesús, que en no pocas ocasiones había hablado de su propia resurrección, y que devolvió a la vida al hijo de la viuda de Naim y a su amigo Lázaro como anuncio visible de ella, sale al paso de su burla con la profesión de fe judía en el Dios vivo y verdadero: Moisés en el pasaje de la zarza – les dice –, llama al Señor Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob. Porque no es Dios de muertos, sino de los que viven. Aduce el mismo testimonio de Moisés que ellos habían alegado para reírse de la resurrección de los muertos, y proclama la verdad de la vida eterna para todos aquellos que, como los Patriarcas y los mártires de Israel, han vivido y viven en plena amistad con Dios y por ello “ya no pueden morir, pues son como ángeles, hijos de Dios, dignos de la resurrección”.

Reflexión

La Iglesia debe profesar y proclamar la misericordia de Dios en toda su verdad cual nos ha sido transmitida por la revelación, proclamaba San Juan Pablo II en su encíclica Dives in misericordia[1].

Nuestro Señor Jesucristo fundó la Iglesia con la misión de perpetuar en el espacio y en el tiempo su obra de salvación, abarcando a toda la Humanidad sin excepción alguna. Desde el principio, esta desarrolló su misión en los más diversos ambientes, atrayendo a los hombres con su palabra y ejemplo, aprovechando para ello los elementos culturales que encontraba a su paso. Sin embargo, estos elementos tuvieron que ser seleccionados y purificados pues, muchos de ellos, no eran compatibles con las verdades contenidas en el Evangelio, pero, los que sí lo eran fueron transformados y puestos al servicio de la evangelización e inculturación de la fe. Esto dio lugar a una riqueza cultural y espiritual que, dentro de la unidad de la Iglesia universal, expresan la única verdad anunciada por esta a través de los siglos. Esta combinación de universalidad y particularidad es lo que caracteriza a la Iglesia diocesana, aquella que, presidida por el Obispo, participa de la fe y el culto común de toda la Iglesia, y que se halla en plena comunión con el Romano Pontífice y todos los Obispos de la Iglesia. La diócesis es, pues, la primera realidad que conoce el cristiano, y en la que recibe la fe apostólica y los sacramentos de la Iglesia, y donde aprende a amar a la Iglesia universal que se proyecta en su entorno cultural e histórico. Sin olvidar las propias raíces cristianas, expresadas en la vida de la diócesis, el cristiano no debe caer en un particularismo extremo que, haciéndole olvidar su pertenencia a un misterio universal, le haga limitar su fe y caridad al entorno que le rodea. La Iglesia no es una realidad anclada en un determinado lugar y dirigida a unas determinadas personas, es una realidad universal, como universal es la salvación de Cristo, en la que, por el misterio de la gracia, todos sus miembros pertenecen a un mismo Cuerpo Místico que, estando en el mundo, no es del mundo. Por ello, la unidad en la fe, el culto, la moral y las costumbres, respetando siempre las legítimas particularidades de cada pueblo, son el vínculo visible de esa unidad invisible que se manifiesta en una rica diversidad cultural y espiritual.

Testimonio de los Santos Padres

San Hilario de Poitiers (315-367)

La moneda del César está hecha en el oro, en donde se encuentra grabada su imagen; la moneda de Dios es el hombre, en quien se encuentra figurada la imagen de Dios; por lo tanto, dad vuestras riquezas al César y guardad la conciencia de vuestra inocencia para Dios.

in Matthaeum, 23

Oración

Señor y Dios nuestro, que purificas y elevas toda obra humana, atiende las suplicas de tu Iglesia extendida por toda la tierra; que todos los pueblos puedan expresar, en la unidad de la fe, su amor hacia Ti y puedan alcanzar la gracia de la salvación. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amen.


Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad

[1] Encíclica Dives in misericordia (30-XII-1980), n. 13

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Author: Rev. D. Vicente Ramon Escandell
Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad: Nacido en 1978 y ordenado sacerdote en el año 2014, es Licenciado y Doctor en Historia; Diplomado en Ciencias Religiosas y Bachiller en Teología. Especializado en Historia Moderna, es autor de una tesis doctoral sobre la espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús en la Edad Moderna