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Una enseñanza del libro de Tobías

En el Antiguo Testamento, en el libro de Tobías, se nos ha dado un ícono de un noble amor matrimonial en la pareja de Tobías y Sara

Una enseñanza del libro de Tobías: los paganos de unen por lujuria, los que se aman de verdad por los hijos, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews

(la imagen corresponde a Julius Schnorr von Carolsfeld [1794-1872] representa a Tobías y Sara rezando antes de consumar su matrimonio)

No se necesita tener habilidades especiales de observación para ver que el mundo alrededor nuestro está saturado de sexo. Pero, ¿está saturado de amor? En cierta manera parece que estos dos términos son inversamente proporcionales. Cuanto más desligado, sin objetivo, e hiperactivo sea el impulso sexual, menos espacio hay para el amor personal, esto es, para una amistad entre personas por lo que ellas son y no por la gratificación que ellas entregan. La castidad, es decir, la virtud del control del apetito sexual en vistas a desarrollar relaciones humanas integrales, es valiosa precisamente porque protege y libera la facultad de amar a las personas como ellas lo merecen.

En el matrimonio la facultad que la castidad hace posible en las personas que se aman, incluye no solo a los mismos esposos, sino a los hijos que Dios confió a la pareja, futuras personas que están escondidas en el amor del presente.

En el Antiguo Testamento, en el libro de Tobías, se nos ha dado un ícono de un noble amor matrimonial en la pareja de Tobías y Sara. Tobías rezó en el día de su boda:

“Pues somos hijos de santos, y no podemos unirnos a manera de los gentiles, que no conocen a Dios (…) Ahora pues, Señor, Tú sabes que no llevado por lujuria tomo a esta mi hermana por esposa, sino por el solo deseo de tener hijos en los que sea bendito tu nombre por los siglos de los siglos.”

Tobías 8, 5; 9

Podemos aprender al menos cinco lecciones de este denso par de versículos.

Primero, aquellos que pertenecen al Pueblo de Dios – para Tobías y Sara, la nación de Israel; para los cristianos hoy, la nueva Israel, el cuerpo de Cristo – son “hijos de santos” y debieran vivir guiados por la ley de Dios, la cual, como Juan Pablo II nos recuerda en Veritatis Splendor, siempre es para nuestro mayor bien y para nuestro detrimento. Por lo tanto, no debiéramos comportarnos como los paganos que ignoran por completo su propio valor a los ojos de Dios y el profundo respeto que debieran recibir de los demás.

Segundo, orar al Señor es la condición sine qua non para el progreso en la amistad, especialmente en el matrimonio. Nótese que Tobías no se deja absorber por Sara, por mucho que la ame, sino que se vuelve al Señor, del cual él sabe que recibirá la gracia que necesita para amarla generosamente. Es una paradoja: si queremos amar a otra persona bien, no podemos llegar a quedar fijos u obsesionados con esa persona, porque esto siempre sofoca y destruye el amor. La relación tiene que abrirse para permitir la presencia de Dios, que trae consigo la eternidad y el infinito consigo.

Tercero, Tobías llama a su esposa “mi hermana.” Hablando de esta manera él muestra la naturaleza íntima de su amor, como entre hermanos en paz. Él suyo no es un amor consumidor y posesivo que succiona y escupe el objeto cuando termina, sino que es un tierno y caballeresco vínculo que se fija más en lo que ellos tienen en común y como podrían sacar lo mejor el uno del otro. La frase “mi hermana” también trae a la mente las ardientes palabras del Novio a la Novia en el Cantar de los Cantares:

“Me has arrebatado el corazón, hermana mía, esposa. Me has arrebatado el corazón con una de tus miradas, con una perla de tu collar.”

(4, 9)

Este versículo da testimonio de un eros o amor erótico que, sin embargo, está impregnado de la reserva y el respeto del amor familiar.

Cuarto, Tobías jura al Señor que él no está tomando a Sara: “llevado por lujuria tomo a esta mi hermana por esposa, sino por el solo deseo de tener hijos.” Parece sorprendente para él decir eso, ¿no ama a la misma Sara? ¿la está solo buscando por los hijos? Sin embrago, el contraste en esta afirmación muestra lo que él está pensando. Para él, el contraste está entre desear el abrazo de una mujer, lo cual la reduce a un medio, y amarla como la mujer que ella es, incluyendo su misterioso poder de fertilidad, su maternidad.

Cuando un hombre ama a una mujer pensando en los hijos, la está amando más, porque él está amando más de ella, toda la plenitud que ella posee en la promesa y en el deseo. En síntesis, Tobías está siendo testigo de la verdad, enseñada por Casti Connubii y Humanae Vitae, respecto a que el propósito procreativo del matrimonio es lo que define la unión de los esposos, haciéndola distinta de cualquier otro tipo de relación humana. Sin descendencia, la misma existencia de los dos sexos, y mucho menos su ordenamiento mutuo, no tendría absolutamente ningún sentido.

Finalmente, Tobías dice que él y su esposa buscan el deseo de tener hijos “en los que sea bendito tu nombre por los siglos de los siglos.” Aquí muy bellamente vemos que el fin último del matrimonio no es meramente traer hijos al mundo, sino que traerlos al mundo para el Señor, para que puedan conocerlo, amarlo y dar gloria a Su nombre. Para los cristianos esto tiene incluso una dimensión más profunda, porque traemos a los hijos al nacimiento natural con el fin de llevarlos al nacimiento sobrenatural en el bautismo, mediante el cual ellos son entregados al Padre y llegan a ser Sus hijos, viviendo la vida de Su Hijo Jesucristo.

¡He aquí la insondable fecundidad física y espiritual a la que se da acceso a los cristianos!

Y, ¿qué es lo que hacen con tanta frecuencia los modernos discípulos del Maestro, Uno que dijo: “¿Dejad que los niños vengan a mí y no les impidáis acercarse a mí” (Mateo 19, 14)? Ellos dicen, “no gracias, preferimos esconderlos.”

Este no es el camino judío; no es el camino cristiano. Todos los que se van a casar o están recién casados debieran alinear sus corazones con la maravillosa oración de Tobías, la cual tiene mucho que enseñarlos en tan pocas palabras.

Un último pensamiento. Hoy en el moderno calendario romano es la fiesta de Santa Ana y San Joaquín (en el calendario romano tradicional es la fiesta de Santa Ana, su consorte San Joaquín se celebra el 16 de agosto). En los íconos bizantinos, Santa Ana y San Joaquín se muestran saludándose en la puerta de la ciudad, abrazándose y besándose tiernamente. Su amor fue puro, pero totalmente humano. También ellos habían anhelado tener hijos y habían estado afligidos por la esterilidad. El Señor intervino maravillosamente al otorgarles el don de la más grandiosa persona humana en la historia del mundo: la siempre Virgen Madre de Dios, María Santísima. La oración de Tobías, por tanto, no es inherentemente sobre tener muchos hijos. Es sobre amar a los hijos y estar abiertos a don de ellos, cuando y como quiera el Señor enviárnoslos y, sobre todo, aceptando humildemente su voluntad.

Peter Kwasniewski

*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por LifeSiteNews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad

Puedes leer este artículo en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/heathens-come-together-for-lust-true-lovers-for-children-a-lesson-from-the/

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Profesor Peter Kwasniewski: (Chicago, 1971) Teólogo y filósofo católico, compositor de música sacra, escritor, bloguero, editor y conferencista. Escribe regularmente para New LiturgicalMovement, OnePeterFive, LifeSiteNews, yRorateCaeli. Desde el año 2018 dejó el Wyoming CatholicCollegeen Lander, Wyoming, donde hacía clases y ocupaba un cargo directivo para seguir su carrera como autor freelance, orador, compositor y editor, y dedicar su vida a la defensa y articulación de la Tradición Católica en todas sus dimensiones. En su página personal podrán encontrar parte de su obra escrita y musical: https://www.peterkwasniewski.com/