Nuestro compañero Jorge nos trae un género musical mexicano y lo hace para comentarnos las palabras del Cardenal Koch, ¿Un sólo rito? Sí, pero veamos cual
Un sólo rito para alabar a Dios. ¿Al ritmo del querreque?, un artículo de Jorge Rangel
Existe en México un género musical, el huapango, en que un solista entrelaza coplas o versos, muchas veces improvisados, para alagar el oído a quien en la fiesta se dedica el canto.
Guitarra, cuatro y violín, tejen con el vibrar de sus cuerdas un ritmo cadencioso que alegra el corazón, como el canto del jilguero, el murmullo del agua del arroyo, como las gotas de la lluvia, como el sonido del galope de un caballo, como el crujir de la leña ardiendo en el fogón.
El huapango nació en la Huasteca, zona del centro de México que hermana a los estados de San Luis Potosí, Tamaulipas, Veracruz y Querétaro. Para entenderlo y sentirlo, no hay como escucharlo en la sierra, donde las montañas y las nubes hablan de Dios, de su grandeza y de su bondad.
El son “El querreque” es un huapango que hace referencia a una ave de plumaje gris, conocida también como pájaro carpintero que golpea constantemente el tronco de un árbol y canta llamando a su hembra para construir juntos su nido.
Así el canto de un solista canta un verso que hace referencia a la escena que se está viviendo o a la persona a quien se celebra, los otros del trío responden repitiendo parte de la afirmación y le agregan un desenlace simpático o cómico al pensamiento original. Después el trío cantan querreque, y con sus instrumentos alternan un canto alegre y contagioso. Así verso tras verso alegran y entretienen la fiesta.
El 25 de mayo nos han cantado no un requiem, sino un verdadero querreque. El cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, afirma creer que “no pueden coexistir dos formas de rito de la Misa” y que “en lugar de dos formas diferentes, se llegue a una única síntesis”.
No cabe duda que mientras muchos han vivido el dolor de la perdida de un ser querido por el virus del 2020, y todos padecemos los efectos del encierro y los problemas económicos que esta parálisis han producido, hay quien aprovecha para pescar pues a río revuelto, ganancia de pescadores. Como en Puebla, México, con los templos y escuelas cerradas, ya legislaron para privatizar los colegios particulares, muchos de ellos los tienen religiosos y religiosas (¿persecución religiosa?), aprovechando que nadie puede defenderse o manifestar su parecer.
Como recordaremos hace unas semanas trascendió el cuestionario enviado el 7 de marzo, a los presidentes de las Conferencias Episcopales, para hacerlo llegar a los demás obispos para dar su parecer sobre el “rito extraordinario” de la santa Misa. Me pregunto ¿por qué pedir el parecer sobre el santo sacrificio de la Misa?, que baste ver la cantidad de santos que hay en el cielo para ver sus frutos. Ese parecer debería ser sobre la celebración eucarística de Pablo VI, la celebración eucarística protestantizada del Concilio Vaticano II, que en meses pasados cumplió 50 años y no hubo ni comentario, ni conmemoración, ni celebración para festejar tal ocurrencia, mucho menos una revisión para ver sus frutos.
Pero hoy nos cantó no un sencillo y campirano pájaro carpintero, sino todo un cardenal para golpear como un pajarillo del mundo y desintegrar al fuerte tronco del árbol al que estamos insertados y demoler la santa Misa que vivieron mis amados padres, mis respetables abuelos, nuestros antepasados y la misma Iglesia por cientos de años, remontándose a los mismos apóstoles.
¿A quién quieren deleitar con este son tan del pueblo?
Todavía es tiempo para evaluar tanto que se ha dejado de hacer por la salvación de las almas en estos 50 años de Novus Ordo Misae, es tiempo para hacer un examen de conciencia pues está en juego como vivirán o sufrirán la eternidad.
Al Querreque cardenalicio
Después de cincuenta años, bien ha dicho el señor Koch, que no pueden existir dos ritos de como alabar a Dios.
Es muy cierto y muy santo, hacer algo muy extraordinario, volver al único Rito, que nos ha santificado.
Querreque, querreque
Para unos un Sacrificio, como Jesús se entregó, para otros una cena, que hasta la mesa volteo.
Para unos y para otros, hagamos caso a Dios, que fue Él el Cordero Divino, que en el altar se ofreció.
Querreque, Querreque
Ya con esta me despido, pidiéndole al Señor, que nos de la oración más perfecta y sin comparación.
La oración más perfecta, que nos ha dado Dios, es la que nos da vida, y hacemos adoración
Querreque, Querreque.
Jorge A. Rangel Sánchez
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