MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO
1. Relato Evangélico (Mt 16, 13-20)
Y vino Jesús a las partes de Cesárea de Filipo y preguntaba a sus discípulos, diciendo: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?»
Y ellos respondieron: «Los unos, que Juan el Bautista; los otros, que Elías; y los otros, que Jeremías, o uno de los Profetas».
Y Jesús les dice: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Respondió Simón Pedro y dijo: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».
Y respondiendo Jesús, le dijo: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Juan porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré la llave del reino de los cielos. Y todo lo que ligares sobre la tierra, ligado será en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra, será también desatado en los cielos».
Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a ninguno que Él era Jesús el Cristo.
2. Comentario al Evangelio
La confesión de Cesárea de Filipo es un momento decisivo en la vida de los apóstoles y en la misión de Jesús. Allí Jesús promete la institución de una nueva realidad, la Iglesia, que será el Nuevo Pueblo de Dios, al frente del cual situará a sus apóstoles como nuevos patriarcas. Y hace esta promesa a uno de sus discípulos, a Pedro, y en él a todos los demás; Pedro se convierte en la cabeza visible de esa nueva realidad espiritual y temporal, a pesar de sus debilidades.
La respuesta que da Pedro a la pregunta de Jesús, es fruto de una revelación del Padre al discípulo que, de momento no entiende, pero que comprenderá en el momento oportuno. Ante esa confesión, Jesús le hace la promesa de ponerlo al frente de su Iglesia, de su Pueblo, dándole el poder de atar y desatar, de gobernar como padre a sus hermanos y guiarlos a la vida eterna por la senda de la Verdad.
Y este carisma, este don, será transmitido a sus sucesores, los Obispos de Roma, Pastores Supremos de la Iglesia Universal, que ejercerán su misión bajo la acción del Espíritu Santo, cumpliendo así el mandato del Señor a Pedro en la Ultima Cena: Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como el trigo. Pero yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos[1].
3. Reflexión
Por diversos que sean los lugares, los miembros de la Iglesia profesan una misma y única fe, la que fue transmitida por los Apóstoles a sus discípulos[2] escribía san Ireneo de Lyon en su obra Contra los Herejes.
Quiso Dios, en su infinita sabiduría, salvar a los hombres no de un modo individual y aislado, sino formando parte de un pueblo, el cual, es la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo. Esta, a su vez, está formada por distintos miembros que, teniendo en común su vocación bautismal, realizan distintas tareas según la voluntad de Dios. Y estas se realizan para el bien de todos, de tal manera, que todo carisma, toda vocación, está orientada al servicio mutuo de sus miembros.
Todos nosotros, pues, estamos llamados a colaborar en el bien de la Iglesia y de nuestros hermanos, profesando una misma fe, participando de un mismo culto y ejerciendo la caridad para con el prójimo. En este contexto, la misión del Papa es garantizar esa armonía en el seno del Cuerpo Místico de Cristo, que muchas veces se ve amenazada por nuestros pecados y faltas; a través del ejercicio de su ministerio, auxiliado para ello de los Obispos, sucesores de los apóstoles, el Sucesor de Pedro cumple con la misión que Cristo encomendó al primer Papa de confirmar en la fe a los hermanos y ser vinculo de unidad entre ellos.
4. Testimonio de la Tradición
Orígenes (185-253)
Pregunta Cristo a los discípulos para que sepamos nosotros por las respuestas de los apóstoles las diversas opiniones que había entonces sobre Cristo entre los judíos y para que investiguemos siempre la opinión que sobre nosotros tienen formada los hombres, a fin de que, si hablan mal, evitemos las ocasiones de que puedan hablar así y si bien, las aumentemos. También el ejemplo de los apóstoles enseña a los discípulos de los Obispos la obligación que tienen de informar a sus Obispos de las opiniones que sobre ellos se tenga por fuera.
Homilia 1 in Matthaeum, 15
5. Oración
Señor Jesucristo, tu que eres la piedra angular de la Iglesia, sostenla con poder y defiéndenos de todo mal; asiste al Papa y a los obispos en su misión, y concédenos que, guiados por ellos, alcancemos el premio de la vida eterna. Amen.
LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI
Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad
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[1]Lc 22, 31-32
[2]Contra los Herejes 1, 10
Nuestra recomendación externa: La soledad Sacerdotal
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