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Shadrach, Meshach y Abednego de la mano de P.G. Wodehouse

¿Saben quiénes son Shadrach, Meshach y Abednego? ¿Les resulta más familiar si les decimos, Ananías, Misael y Azarías? Hoy, Miguel, nos acerca al humorista Wodehouse, el cual hace aparecer en distintas de sus novelas a estos personajes

«Shadrach, Meshach y Abednego de la mano de P.G. Wodehouse», Miguel Toledano

Dedicado a Jonathan G. Luque, Jesus Ignacio Segovia y Andrés Garcia-Carro, que son como Shadrach, Meshach y Abednego, porque no se doblegan. (Miguel Toledano)

Shadrach, Meshach y Abednego fueron tres jóvenes judíos, también conocidos por sus anteriores nombres hebreos de Ananías, Misael y Azarías, que se negaron a adorar el ídolo de oro construido por el rey Nabucodonosor II de Babilonia y fueron por ello condenados a padecer entre las llamas, según relata el profeta Daniel en el siglo VI a.C.

El gran humorista P.G. Wodehouse los hace aparecer en no menos de cinco ocasiones a lo largo de sus imperecederas novelas e historias cortas; y eso que una parte significativa del pasaje bíblico no es considerada canónica por los no católicos.

En “Una damisela en apuros”, de 1919, los cita por primera vez.  La trama tiene lugar entre la londinense calle de Piccadilly y las costas de Hampshire.  Hacia el capítulo 23, el compositor de musicales George Bevan experimenta, debido a su timidez, un calor semejante al de los jóvenes mártires en el horno babilónico, cuando es presentado a la alta sociedad del Castillo de Belpher, incluido el obispo anglicano del lugar.  La gélida mirada de Lady Caroline refleja el desprecio que siente por el artista americano, al que supone deseoso de entroncar con su familia.

Ocho años después, en 1927, el autor inglés vuelve a recordar a los fieles semitas en “Jeeves y el Cantar de los Cantares”.  Su personaje más conocido, el rentista Bertram Wilberforce Wooster, acepta a regañadientes entonar una famosa melodía de fox-trot ante un auditorio proletario; para vencer el miedo escénico y siguiendo el consejo de su impasible mayordomo, se apresta a tomar tres whiskys con soda en el pub “Cabra y uvas” antes del espectáculo.  Al ver al populacho al otro lado del telón, no puede evitar el mismo sentimiento que albergaron Ananías y sus dos colegas administradores cuando se preparaban para entrar “in fornacemignisardentis”, en el horno de fuego ardiente, como dice la Vulgata.

En 1937, Wodehouse publica “Bingo y la crisis del pequinés”, en la que en clave jocosa se nos revela un aspecto más del milagro veterotestamentario.  En efecto, los consejeros judíos del gran Nabucodonosor no resultaron quemados vivos, sino que un ángel del Señor bajó al horno y empujó fuera la llama de fuego (Dn 3:49-50).  De igual forma, el ludópata Richard P. Little se quita un peso de encima al devolver un perro que había robado poco antes, sintiéndose en parte como el asesino que ha logrado desembarazarse del cuerpo del delito o, en otro sentido, como los citados nobles israelitas cuando emergieron sin su cabeza chamuscada ante sátrapas, magistrados, jueces y notables, que no daban crédito.

Nuestro siguiente encuentro con la ordalía caldea se produce en 1963, fecha de publicación de la novela “Mantengamos la compostura, Jeeves”, novena de las dedicadas a Wooster y a su fiel hombre de cámara.  De hecho, en este caso es el infalible criado quien recuerda a su amo la identidad de los tres nobles judíos.  Bertram, orgulloso de haber ganado un concurso de Conocimiento Escriturístico cuando era niño, en su colegio de la costa de Kent, se siente identificado con los colaboradores de Nabucodonosor; la amenaza, en caso del solterón inglés, no es la tortura de las brasas de cuarenta y nueve codos de altura, sino el matrimonio.

Finalmente, unos pocos meses antes de la muerte de Wodehouse, éste completa en 1974 su última novela dedicada a Wooster y Jeeves, que lleva por título “Las tías no son caballeros”.  Bertie vuelve a sentirse en el consabido horno babilonio, pues se sospecha de él que ha robado el gato de su anfitrión.  Las carreras de caballos proporcionan una ambientación en la que un agente de seguros comunista escapa con la hija de su fideicomisario y como conclusión se ponen, en definitiva, en cuestión los valores morales de las tías carnales.

Sirva el humor para acercarnos al impresionante suceso ocurrido en la corte de aquel imperio, cuando todavía parecía invencible.  El rey quedó convencido de que el Dios de los judíos era el único que puede salvar.  Y los bellos y cultos Shadrach, Meshach y Abednego se negaron a adorar la estatua aúrea y los dioses paganos.  Pocos gobernantes justos hay hoy que, como Nabucodonosor, saben reconocer los signos de los tiempos y, concretamente, defender con dureza su propia sumisión al Rey del universo.  Muchos, por el contrario, son los dioses paganos y las estatuas áureas que el mundo, el demonio y la carne presentan a nuestras generaciones post-modernas.  Y poquísimos son los Shadrach, Meschach y Abednegos contemporáneos, que como servidores inteligentes del estado rechazan el discurso dominante.

En una jornada anterior a la que venimos relatando, en la noche de los tiempos, la familia de Abraham tuvo que abandonar su ciudad antes de que Dios la destruyese por la generalización de la mayor perversidad conocida en la historia humana.  Actualmente, la misma perversión es aceptada como modelo de comportamiento e incluso, en el colmo de la apostasía política y jurídica, reconocida por la ley civil.  Nos anima el ejemplo de los consultores del rey de Babilonia, que no se doblegaron, sino que entonaron el inspirado himno que, andando los siglos, adoptaría la liturgia de la Iglesia:  “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”.

Miguel Toledano Lanza

Domingo Sexto después de Pentecostés, 2019

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Author: Miguel Toledano
Miguel Toledano Lanza es natural de Toledo. Recibió su primera Comunión en el Colegio Nuestra Señora de las Maravillas y la Confirmación en ICADE. De cosmovisión carlista, está casado y es padre de una hija. Es abogado y economista de profesión. Ha desempeñado distintas funciones en el mundo jurídico y empresarial. Ha publicado más de cien artículos en Marchando Religión. Es fiel asistente a la Misa tradicional desde marzo de 2000. Actualmente reside en Bruselas. Es miembro fundador de la Unión de Juristas Católicos de Bélgica.