Un hombre justo, obediente y temeroso del Señor, ¿Tienen similitudes San José y el Sacerdote? La Iglesia ha unido la figura de san José a la celebración del día del Seminario.
San José y el Sacerdote Católico, Rev. D. Vicente Ramón Escandell
MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO
ADMINISTRADORES FIELES DE LOS MISTERIOS DE DIOS
1. Relato Evangélico (Mt 1,16.18-21. 24a)
Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.
Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado.
2. Comentario al Evangelio.
Todos los bienes – escribe san Agustín – del matrimonio se cumplen en los padres de Jesús: la fe, la prole y el sacramento. La prole es nuestro Señor Jesucristo, la fe porque no ha habido adulterio, y el sacramento porque no ha habido separación.1
Quiso el Señor, en su divina providencia, poner sus ojos sobre el justo José para hacer de él el protector del Mesías prometido que, como profetizara Isaías, habría de nacer de una virgen. José, desposado con María, igualmente descendiente de David, asume la protección del Hijo de Dios, del mismo modo que otro José, hijo de Jacob, asumió la protección de sus padres y hermanos, a pesar de los pecados que estos, movidos por la envidia, habían cometido contra él.
Como su antepasado, José es un hombre justo, obediente y temeroso del Señor, que rechazaba cualquier injusticia y buscaba la verdad, por muy difícil que pudiera ser su comprensión. Ello le llevó a repudiar a María en secreto, para evitarle la deshonra pública y la muerte por lapidación; sin embargo, el Señor, como ya hiciera con Abrahán en el Monte Moira, detuvo a José y le manifestó el secreto que guardaba María en su corazón: en su joven prometida, a quien él amaba con corazón puro y sincero, había cumplido la promesa hecha a David de darle un descendiente para su trono y cuyo reinado, al contrario que el de sus descendientes regios, no tendría jamás fin.
Ante esta revelación José, al igual que María en su Magníficat, debió prorrumpir en palabras de alabanza al Señor, que se había fijado en el último y menos importante de los descendientes de David, en quien nadie contaba, para una misión que muchos de ellos habían soñado realizar, pero que a ninguno le fue concedida, salvo al justo José, hijo de Jacob, hijo de David y esposo de María, hija de David y virgen madre del Dios hecho hombre.
3. Reflexión
¿Cuál es el sueño más hermoso que puede tener un sacerdote? Dar y comunicar a Nuestro Señor Jesucristo. No puede hacer nada más hermoso, grande, rico, sobrenatural y divino, expresa con gozo el Papa Beato Pío IX.
La Iglesia ha unido la figura de san José a la celebración del día del Seminario, de aquel lugar que, desde el Concilio de Trento, Ella consagro para el discernimiento y formación de los candidatos al sacerdocio. El Sacerdocio católico aparece, así, vinculado a la figura de aquel que asumió, por divino llamamiento, la tarea de custodiar, dar y comunicar, unido a la Santísima Virgen María, al Hijo de Dios, Nuestro Señor Jesucristo, principio y fundamento del sacerdocio cristiano. De igual manera, el sacerdote es llamado por Dios para dar y comunicar a Jesucristo, no sólo en el ejercicio de su ministerio, sino también en toda su vida; no existe un “sacerdocio a tiempo parcial”, sino que el sacerdote lo es en todas y cada una de las tareas y acciones que realiza: en la parroquia, en la calle, en la casa, con los feligreses, con la familia…, es una vocación totalizante que se manifiesta igualmente en el hablar, en el vestir, en las conversaciones, etc.
Y en ese dar y comunicar a Cristo en todas y cada una de los momentos de su vida, el sacerdote va tomando conciencia de su ser y su misión, permitiéndole luchar contra la tentación de mundanizar su existencia, de pensar que hay espacios y momentos en los que “es sacerdote” y otros en los que “no es sacerdote”.
Sin embargo, es evidente que hay un momento muy especial en la vida del sacerdote en el que ese dar y comunicar a Cristo tienen un marco trascendente bien definido: la Santa Misa. Este es el momento en torno al cual gira toda esa donación y comunicación de Cristo, y para el cual ejerce su ministerio en la predicación, los sacramentos, la catequesis, la predicación…, que preparan a los fieles para participar, con él, en el Santo Sacrificio del Altar. A través de su persona, y a pesar de sus defectos y fallos, Cristo realiza la obra de la santificación de las almas en esa renovación de su sacrificio, momento en el cual resuena su voz en la persona, palabras y gestos del sacerdote.
Inculcar este dar y comunicar a Cristo en la Santa Misa, en preparar a las almas para ello, es el fin último de toda la formación que recibe en el Seminario, verdadero hogar de Nazaret, en el cual el futuro sacerdote, no sólo adquiere una firme y sólida formación humana, intelectual y espiritual, sino que también se forja su ser sacerdotal aprendiendo a configurarse con Cristo, en el dolor y la alegría, y de cuyo sacerdocio participara por el Sacramento del Orden.
4. Testimonio de los Doctores de la Iglesia.
SAN BERNARDO DE CLARAVAL (1090-1153)
Quién y qué hombre fuese el bienaventurado José, se puede conjeturar sólo por concesión divina y por su calidad de nutricio, mereció ser honrado: fue llamado y tenido como padre de Dios.
También se puede conjeturar por su nombre propio, que sin vacilación alguna podemos interpretar por aumento. Recordemos a aquel gran patriarca vendido en otro tiempo en Egipto; y veremos que este tuvo su mismo nombre, y su castidad, su inocencia y su gracia.
Homilía 20 sobre Missus est.
5. Oración
Señor y Dios Nuestro, que escogiste a tu siervo san José como guardián y protector de la Sagrada Familia, y le distes las gracias necesarias para cumplir esa misión; concede a tu pueblo santos y buenos sacerdotes que, imitando a tu siervo san José, sepan darnos y comunicarnos a tu Hijo Jesucristo en el ejercicio de su ministerio y, especialmente, en el Santo Sacrificio del Altar. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amen.
Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad
1 De nuptiis et concupiscentia, 1, 11
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