Rovelli-MarchandoReligion.es

Rovelli se explica mejor que Hawking

Hoy, nuestro compañero Miguel nos trae un libro del profesor Carlo Rovelli, «siete breves lecciones de física», ¿Conviene leerlo o pasar de largo? Veamos la reseña de Toledano sobre el libro en cuestión y decidamos después

«Rovelli se explica mejor que Hawking», Miguel Toledano

Después del fiasco de las breves respuestas a las grandes preguntas de Stephen Hawking, que ya tuvimos oportunidad de comentar desde estas líneas, el secretario de la Royal SocietyofChemistry en Bruselas me recomendó Siete breves lecciones de física, del profesor Carlo Rovelli.

En poco más de ochenta páginas, el científico veronés se propuso en 2014 divulgar el estado de la investigación alcanzada en el siglo XX, tarea de tal complejidad que anuncia la brillantez y éxito de la obra.

El primer capítulo está dedicado a la teoría de la relatividad de Albert Einstein, en su doble versión sucesiva de relatividad especial y relatividad general, o sea, que el tiempo parece relativo y el espacio, curvo.  Como originalidad de la exposición resaltaría que no se menciona para nada la ubicua fórmula E=mc², sino que en su lugar se propone al final la ecuación del llamado tensor de Einstein.

La segunda lección se centra en el otro gran pilar de la física del siglo pasado, la mecánica cuántica de Planck, del mismo Einstein, de Bohr y de Heisenberg.  Se trata de una teoría que, al menos en apariencia, resulta contradictoria con la relatividad general.  Pero entonces, ¿una de las dos -o las dos- no es/son cierta(s)?  No necesariamente, puesto que la historia de la física ha acreditado que un avance en el conocimiento puede suponer la combinación de dos teorías contradictorias en apariencia, como ocurrió, por ejemplo, con la electricidad y el magnetismo.

Por cierto, que la mecánica cuántica le sirve a Rovelli para afirmar implícitamente la existencia de Dios por primera vez:  Dios no diseñó la realidad “con una línea de trazo grueso, sino que simplemente la punteó con un suave contorno”.

De ahí pasa nuestro autor a exponer las diferentes visiones del universo a lo largo de la historia, desde que Anaximandro concibiera, por primera vez hace veintiséis siglos, que el cielo no sólo estaba encima de la tierra, sino que la rodeaba; la penúltima visión consiste en el reciente descubrimiento del origen del universo hace quince mil millones de años a partir de una densa y calurosísima nube del tamaño de “una pequeña pelota”.

La cuarta lección trata de las partículas elementales de la naturaleza, apenas una decena, demostradas en el acelerador CERN de Ginebra en 2013.  Mas las inevitables limitaciones de los nuevos hallazgos científicos le sirven a Rovelli para, por segunda vez, nombrar a la Causa Primera:  “La bella teoría denominada SU(5), a pesar de su considerable elegancia, no fue la elegida por el buen Dios”.

El quinto capítulo aborda la línea de investigación actual y, más concretamente, aquélla en la que destaca el autor, la llamada gravedad cuántica de bucles, que trata de combinar las teorías de la relatividad general y de la mecánica cuántica, con importantes consecuencias para explicar el espacio, el tiempo y el origen del universo antes del “Big Bang”.  El físico italiano no oculta que esta nueva teoría aún no ha podido comprobarse experimentalmente en el momento de escribirse el libro, si bien el estudio de los agujeros negros es una vía en este sentido.  Rovelli ni siquiera menciona una teoría que a menudo se considera complementaria:  la teoría de supercuerdas.

La sexta lección -la más larga de todas, trece páginas y media- acomete la interesante relación entre el calor y el tiempo, explicada por la probabilidad.  Esta relación fue intuida a comienzos del siglo veinte, pero aplicada a las consecuencias de las teorías de la relatividad especial y de la relatividad general, le sirve a Rovelli para defender la física ante los ataques de la escuela de Heidegger.  La relatividad del tiempo permite concebir un ser (Rovelli lo llama “ser hipotéticamente suprasensible”) para el que no hay paso del tiempo; aunque nuestro autor no lo menciona, esto se asemeja de forma llamativa al concepto tomista de Dios.

Hacia el final de este sexto capítulo se menciona por primera vez a Stephen Hawking, describiéndolo como “físico famoso por haber continuado produciendo una física sobresaliente a pesar de la condición médica que le mantiene confinado a una silla de ruedas y le impide hablar sin ayuda mecánica”.  Hawking, que aún vivía cuando fue publicado el libro que comentamos, habría “completado un cálculo que ofrece una pequeña clave” para solucionar la relación entre la relatividad general, la mecánica cuántica y la termodinámica; en efecto, Hawking logró demostrar que los agujeros negros siempre están “calientes”, estableciendo un primer paso para poder descifrar en el futuro la verdadera naturaleza del tiempo.

Sobre esto, permítasenos decir que Wodehouse, con su eficacia humorística habitual, también hizo en su momento una disgresión sobre la obsesión de los científicos por el tiempo, publicada el mismo año en que se formulaba el teorema de Ehrenfest que, de alguna manera, consolidaba la física estadística; la cita es larga, pero merece la pena por su jocosidad:

“Hay, como todo el mundo sabe, muchas formas de medir el tiempo; y a través de las épocas los hombres más cultos han discutido acaloradamente a favor de sus respectivos sistemas.  Hiparco de Rodas se mofaba cada vez que alguien le mencionaba a Marino de Tiro; y el punto de vista de Ahmed Ibn Abdallah de Bagdad daba a Purbach y a Regiomontano la carcajada más grande de su vida.  Purbach, de modo fanfarrón, dijo que aquél debió ser un perfecto asno; y cuando Regiomontano, cuyo lema era vive y deja vivir, se apresuró a decir que Ahmed Ibn era sólo un joven chaval tratando de abrirse camino y que no debía ser tratado con demasiada dureza, Purbach dijo “¿Ah, sí? y Regiomontano dijo “Pues sí”, y Purbach dijo que Regiomontano le ponía enfermo.  Fue su primera discusión.

Tycho Brahe medía el tiempo por medio de altitudes, cuadrantes, acimuts, varas cruzadas, esferas armilares y reglas de paralaje; y, como a menudo decía a su mujer, al dar cuerda al acimut y sacar al gato por la noche, nada podía ser más preciso que aquello.  Y entonces en 1863 apareció Dollen con su Die Zeitbestimmungvermittelstdes tragbarenDurchgangsinstrumentesimVertikale des Polarsterns (unbestseller en su día, después hecho película con el título Los pecados púrpura) y demostró que Tycho, confundiendo una esfera armilar con un cuadrante en una cena de traineras en la Universidad de Copenhague, había errado en todos sus cálculos” (El pequeño soltero, 1927).

La sección que cierra el libro está destinada a nuestro papel en el cosmos.  La posición de Rovelli coincide con los filósofos del determinismo; critica el pensamiento idealista alemán (Kant, Schelling), pero su postura sobre la libertad se identifica con la de Spinoza, a saber, el hombre cree ser más libre de lo que su cerebro en realidad le permite; también se aproxima al marrano en su concepción metafísica, siendo el hombre una parte, como las demás, de la naturaleza, sin perjuicio de la afirmación tácita de la existencia del alma.

La teoría de la evolución se reconoce como cierta, pese a que al comienzo del libro se nos recuerda que Darwin formulaba sus principios con la forma transitiva “yo pienso que…”  Otras doce especies fueron “igualmente curiosos” como lo somos nosotros; pero desaparecieron todas, como es el caso de la de Neanderthal hace treinta mil años.  Y nosotros también desapareceremos, sobre todo si seguimos tratando mal nuestro planeta.  Aquí se atisba el consabido cambio climático, aunque a diferencia de las breves respuestas a las grandes preguntas de Hawking, Rovelli no se recrea en la cuestión y evita consideraciones ideológicas -en una obra supuestamente científica- del estilo de achacar a Donald Trump todos nuestros males.

Sólo por eso es ya más serio.

Miguel Toledano Lanza

Domingo octavo después de Pentecostés, 2019


*Se prohíbe la reproducción de todo contenido de esta revista, salvo que se cite la fuente de procedencia y se nos enlace.

 NO SE MARCHE SIN RECORRER NUESTRA WEB

Marchandoreligión  no se hace responsable ni puede ser hecha responsable de:

  • Los contenidos de cualquier tipo de sus articulistas y colaboradores y de sus posibles efectos o consecuencias. Su publicación en esta revista no supone que www.marchandoreligion.es se identifique necesariamente con tales contenidos.
  • La responsabilidad del contenido de los artículos, colaboraciones, textos y escritos publicados en esta web es exclusivamente de su respectivo autor
Author: Miguel Toledano
Miguel Toledano Lanza es natural de Toledo. Recibió su primera Comunión en el Colegio Nuestra Señora de las Maravillas y la Confirmación en ICADE. De cosmovisión carlista, está casado y es padre de una hija. Es abogado y economista de profesión. Ha desempeñado distintas funciones en el mundo jurídico y empresarial. Ha publicado más de cien artículos en Marchando Religión. Es fiel asistente a la Misa tradicional desde marzo de 2000. Actualmente reside en Bruselas. Es miembro fundador de la Unión de Juristas Católicos de Bélgica.