«How Great Thou Art», ¡Qué grande eres!, ¿Un poco de música? Siéntense y prepárense para disfrutar
¡Qué grande eres!, Un artículo de Miguel Toledano
Hace unos días, Marchando religión se estrenó con sus debates audiovisuales, en una grabación relativa nada menos que a la Sagrada Comunión. En ella, los participantes hicieron referencia a la majestad divina como razón fundamental para adorar a Cristo Eucarístico con la mayor reverencia posible.
La liturgia de hoy se refiere igualmente a la majestad de Dios, cuyo nombre es admirable. En concreto, el gradual retoma directamente del Salmo 8 ese canto de alabanza a Nuestro Señor, creador y rey de todo el universo.
Ese mismo Salmo, que nos permite, por elevación, aclamar la grandeza de Dios a partir de Su creación, debió servir de igual inspiración al sueco Carl Gustav Boberg, autor del himno religioso más famoso del mundo junto a “Salve Regina”.
No decimos esto con un afán ecuménico y mucho menos protestantizante, pues luterano fue Boberg; sino sencillamente de un modo objetivo, a la vista del acierto con que a fines del siglo XIX este hombre aunó el texto surgido de su pluma con una melodía popular del país.
Tras una serie de vicisitudes de la obra que la llevaron por Alemania y Rusia a comienzos del siglo XX, un metodista inglés llamado Stuart Hine, huido de los genocidios por hambre perpetrados por el partido comunista, la tradujo a su idioma, confiriéndole la forma definitiva que la ha hecho tan popular, sobre todo en el mundo anglosajón.
El lector de nuestra página puede acceder, en este enlace, a una correcta versión para órgano. Con menor fortuna ha sido interpretada, incluso, ante el Papa; pero lo cierto es que posee suficientes elementos de grandeza como para ejecutarse, con la debida dignidad, en momentos litúrgicos en que hayan de combinarse la introspección del fiel ante el Santo Sacrificio de la Misa con la abrumadora significación de ésta, como por ejemplo las procesiones de salida o entrada, el Ofertorio o la Comunión.
La tonalidad es de la mayor, asociada típicamente a los caracteres de claridad, brillantez y festividad, lo que viene a confirmar la sugerencia que he hecho en aras de regenerar la música en nuestras iglesias – tan maltratada en las últimas décadas desde que nuestros grandes organistas han sido sustituidos por los aficionados de la guitarra.
Las cuatro estrofas de Hine siguen una misma estructura de versos alternos endecasílabos y decasílabos, a las que se añade el estribillo, en el que el alma del fiel se dirige a su Salvador.
En la primera y la segunda, el cristiano comprende la existencia de Dios a partir de la maravillosa Creación, desde las estrellas a los truenos, los bosques a las montañas, todos gobernados bajo el poder de Nuestro Señor.
La tercera incide en la Pasión de Cristo, faceta siempre interesante en el mundo reformado, que suele preferir el misterio de la Resurrección para sostener sus tesis más o menos caprichosas. Pero lo cierto es que aquí se expresa con claridad que el Padre envió a su único Hijo a la muerte para que Éste expiase, sobre la cruz, nuestros pecados.
Finalmente, la cuarta y última estrofa es la que ciertamente arrastra los despistes habituales de los seguidores de Lutero y Calvino.
En primer lugar, la aclamación a Cristo Rey se deja para el día de la segunda venida, al final de los tiempos, como si Nuestro Señor no reinase ya sobre cielos y tierra y Su soberanía fuese, por consiguiente, merecedora de reconocimiento por parte de las sociedades aquí y ahora.
En segundo lugar, la justificación por la sola fe, sin las obras, parece desprenderse de la mención a la Pasión en la estrofa anterior en combinación, en esta estrofa, con la segunda venida, en la que Cristo se llevará consigo a todos los que lo aclamen. Brillan, como es de suponer, por su ausencia la Iglesia y los Sacramentos.
Finalmente, la adoración del fiel no quiere expresarse arrodillándose, según la práctica de la Sagrada Escritura -vetero y neotestamentaria- y la tradición inmemorial de la Iglesia, sino solo inclinándose (“to bow” en lugar de “to kneel”, en el texto original).
Es éste el punto más polémico, quizás el único propiamente dicho, de toda la composición. Qué manía protestante ésta de no querer arrodillarse.
Se puede comprender en el nacional-socialismo; recordemos las palabras del Doctor Goebbels (que no en vano se negó de joven a estudiar teología católica como querían sus padres para él, prefiriendo enfocarse en el romanticismo germánico): “Un alemán no se arrodilla ante su Señor Dios, un alemán se mantiene de pie ante su Dios. El esclavo se arrodilla, mientras que los alemanes son hombres libres”1. Por cierto, que el tristemente conocido jerarca nazi también repudiaba el latín para rezar, en beneficio de su lengua vernácula.
Pero tal arrogancia no se entiende entre nosotros, continuadores precisamente de la vieja Ley judía. Por eso, yo propondría hacer más católica la última estrofa de Hine y Boberg de la manera siguiente:
As Christ rules all, among our acclamation
And when at Mass, what joy does fill my heart
Then I shall kneel with humble adoration
And pray to Thee, my God, how great Thou art.
Con estas correcciones, creo que se alcanzan los siguientes objetivos: Se reconoce el reinado social de Nuestro Señor, al manifestar que su poder se manifiesta en todo momento, no sólo a partir de la segunda venida; nuestro corazón está inflamado no tanto desde ese instante futuro, sino precisamente en la participación con nuestra presencia en la Santa Misa; y nuestra humilde adoración se realiza, a través del lenguaje corporal, postrándonos de rodillas como siempre hizo el pueblo de Dios ante su Rey, y no con un simple gesto de la cabeza como proponía el Doctor Goebbels.
Queda así el himno limpio de esa adherencia protestante y aprovechable, en todo caso por la música al órgano, para nuestras celebraciones. ¡No estaría mal que ellos cantasen el Salve Regina si nosotros incluimos How Great Thou Art en nuestro repertorio! Una vez más se habría hecho realidad, como decía Franz Liszt, que por la música habla el amor.
Miguel Toledano Lanza
Domingo noveno después de Pentecostés, 2020
1 Joseph Goebbels, Documentos de formación – La corrupción judía en la Iglesia Católica. La cita sin traducir es la siguiente: “Ein Deutscher kniet nicht vor seinem Herrgott, ein Deutscher steht vor seinem Gott” (Schulungsbriefe – Die semitische Verseuchung in der katholischen Kirche).
Después de disfrutar de este tema «¡Qué grande eres!», si quieren continuar con una propuesta musical, les invitamos a hacerlo: Jesus Christ is risen today. Jesucristo hoy ha resucitado
Les esperamos en nuestro canal de Youtube: Marchando Religión
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