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¿Puede mentir un Sacerdote?

Hoy, nuestro compañero Miguel nos habla de algunas actitudes impropias en el clero y se pregunta, nos preguntamos todos, si puede mentir un Sacerdote.

¿Puede mentir un Sacerdote? Un artículo de Miguel Toledano

Dice el Catecismo que la mentira puede ser jocosa, oficiosa o dañosa.

La mentira jocosa es sin perjuicio de nadie, al igual que la oficiosa, en la que sin embargo el mentiroso obtiene provecho.  En la dañosa, además, hay perjuicio de tercero.

Conozco un sacerdote, de una orden “Ecclesia Dei” para más inri, que es un mentiroso jocoso, oficioso y dañoso.

Es un mentiroso jocoso, porque a menudo asegura como verdadero o falso, de palabra o de obra, lo que no tiene por tal, por afán de burla o juego.  Por ejemplo, a menudo se mofa de los pobres o de los negros, pero lo hace en privado, de tal manera que no se produce perjuicio de ninguno en concreto.

También es oficioso.  Así, desprecia al Papa y a las personalidades de la archidiócesis en la que esta incardinado; pero públicamente se deshace en elogios de ellos a fin deobtener beneficios para sí o para la orden a la que pertenece.  Como caso más directo de sus embustes, se hace llamar “María Gómez”, subrepticiamente pasando en internet por una imaginaria madre del colegio que dirige, para así dar un testimonio positivo que en realidad es de sí mismo.

Llamémosle, por tanto, María, a partir de ahora, puesto que ése es el nombre, de mujer e hispánico, con el que él mismo se identifica (a pesar de no ser hispánico).

María es, con los poderosos, adulador; ofrecerá champagne al Nuncio de Su Santidad, que no sabe del concepto -nada católico- que María tiene de los hombres de raza negra.

María es también un gran mentiroso dañoso.  En una ocasión, despidió a una profesora cuando supo que estaba esperando un bebé.  Sin embargo, en lugar de reconocer que estaba actuando de manera ilegal e inmoral, el clérigoMaría prefirió dar como excusa que había una “restructuración” en el centro escolar.  La pobre maestra, excelente por otra parte, se quedó sin trabajo mientras que María se quedó tan tranquilo.  Ese subterfugio de la restructuración lo ha empleado el director María por activa, pasiva y perifrástica, convirtiendo la mentira en un verdadero vicio.

No obstante, el talado se permite achacar este pecado (como otros) de forma preferente a las mujeres; tenemos, pues, a María acusando, incluso públicamente, a las de su mismo género.

Sus superiores conocen tales desmanes, aunque en su orden los pasan por alto.  No todo es puro en “Ecclesia Dei”.  Las autoridades oficiales de la Iglesia aún no son plenamente conscientes, pero tengo para mí que pronto lo serán.

María es un juez temerario, que concluye sus determinaciones sin justo fundamento.  Por ejemplo, ante la fotografía de jóvenes en el cine deduce confabulaciones contra su propio perro.

María es además un sacerdote calumniador.  De sus mismos colaboradores esparce culpas graves que no tienen, con afán de salir él indemne en medio de la confusión que maliciosamente ha creado.

Es exactamente lo contrario de lo que determina la doctrina católica, que le exige la retractación de cuanto dijo calumniando al prójimo y la reparación de los daños que ha causado.  Jamás le he visto retractación ni reparación alguna.

María es, en definitiva, un catálogo viviente del octavo mandamiento, un destilado que parecería de laboratorio si no fuese bien real.  Y tiene al cuidado muchas almas jóvenes.  Con alguna razón alguien dijo que, si quieres que tus hijos sean católicos, no los lleves donde él.  Cuidadito con María.

Los profesores, que lo conocen mejor, lo miran con una mezcla de escepticismo y de resignación; María está, en realidad, desnudo, como el rey de la famosa fábula.  Naturalmente, ninguna conversión cabe venir de sus subordinados adultos; ninguna ha llegado ni llegará, pues el mensaje del Evangelio adulterado no convence ni puede convencer.

Dante sitúa a los sembradores de discordia, falsarios, aduladores e hipócritas en un círculo muy profundo del infierno, el penúltimo de todos. Peor aún que si se tratase de vivir para siempre rodeados de excrementos humanos y acompañados de los despojos del Sanedrín, los frailes Catalano y Loderingo lamentan bajo insoportables capas de plomo su interior innoble, eternamente apesadumbrado por los malos pensamientos que para los demás cosecharon en vida.

Antes de saber si Dios llama al estado eclesiástico, ha de examinarse con diligencia si se tiene la aptitud necesaria para los ministerios y obligaciones de tal estado.  Dudo si María la tuvo algún día pero ahora, desde luego, no.

Siempre según el Catecismo, quien toma el estado eclesiástico sin vocación divina hace un grave mal y se expone al peligro de perderse.  Cabe preguntarse si también el prepósito que tolera tal toma hace un mal semejante.  Tengo entendido que, en el caso de María, varias fueron las voces que advirtieron sobre la inconveniencia manifiesta de ordenarlo.  El mal ya está hecho y va para más de quince años, sin corrección alguna por el momento por parte de sus superiores, que le han permitido ininterrumpidamente disfrutar de un estatus de reyezuelo de taifa o sátrapa.

La inspiración para este artículo me la dio D. Juan Luis en “Marchando Religión”, cuando con santa honradez ha recordado en varias ocasiones a toda la audiencia que los sacerdotes tienen responsabilidad en el desfondamiento actual de la Iglesia.

Personalmente, en términos generales yo creo que hay muchos santos sacerdotes, y que las culpas se encuentran hoy más del lado de las autoridades episcopales, no siempre dotadas del liderazgo cristiano necesario y suficiente para hacer avanzar sus respectivas diócesis a lo largo del siglo XXI.

Pero es cierto que María y sus secuaces, quienes tras una educación defectuosa en el seminario han adoptado una ideología mimética que les hace creerse abates de la corte de Luis XV, pasan por el mundo haciendo de la trola un arma letal. 

Miguel Toledano Lanza

Domingo décimo tercero después de Pentecostés, 2020

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Author: Miguel Toledano
Miguel Toledano Lanza es natural de Toledo. Recibió su primera Comunión en el Colegio Nuestra Señora de las Maravillas y la Confirmación en ICADE. De cosmovisión carlista, está casado y es padre de una hija. Es abogado y economista de profesión. Ha desempeñado distintas funciones en el mundo jurídico y empresarial. Ha publicado más de cien artículos en Marchando Religión. Es fiel asistente a la Misa tradicional desde marzo de 2000. Actualmente reside en Bruselas. Es miembro fundador de la Unión de Juristas Católicos de Bélgica.