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Cómo la planificación familiar natural puede usarse egoístamente

La planificación familiar natural (PFN), incluso cuando se opta por razones egoístas, no puede ser (ser llamada) “anticonceptiva.”. Pero eso no significa un apoyo general a la práctica.

Cómo la planificación familiar natural puede usarse egoístamente en detrimento de una pareja, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews

Traducido por Beatrice Atherton para MR

Las discusiones sobre la planificación familiar natural, a menudo y muy rápido, se vuelven en un tira y afloja entre sus fuertes defensores y sus fuertes oponentes. De un lado están aquellos que defienden la PFN como moralmente honesta, como una práctica saludable de la cual las parejas se benefician positivamente; y, por otro, están aquellos que piensan que la PFN es una forma sutil de anticoncepción de la cual las parejas sufren una pérdida, ya que siempre harían mejor en “confiar solo en la Providencia de Dios”.

Como dije en un artículo llamado “teología del cuerpo,” y ahora lo digo aquí, me encuentro simpatizando con ambos lados, no porque esté de acuerdo con uno u otro, sino porque cada uno plantea un punto relevante al mismo tiempo que, podría decirse, no integran la verdad que ven en un cuadro más amplio. Sin andarnos por las ramas, vamos a admitir, en primer lugar, que este egoísmo o falsas prioridades pueden conducir a una abusiva dependencia de la PFN, cuando es elegida más como una manera natural de evitar hijos. Los hippies sin Dios podían hacerlo porque es ambientalmente sano y saludable para los cuerpos humanos.

No obstante eso, la PFN, incluso cuando se opta por razones egoístas, no puede ser (ser llamada) “anticonceptiva”, en estricto sentido. En su sentido moral, la anticoncepción es intrínseca o per se inmoral, porque se opone directa y categóricamente a una de las definiciones de los bienes del matrimonio. La PFN en este sentido es más ambivalente y ambigua. Al consultar los ritmos naturales, la pareja no está haciendo algo contra el acto natural para frustrar su fin procreativo. Tener relaciones sexuales durante los periodos infértiles no es de ninguna manera un acto de violencia o de obstrucción contra las facultades generativas de la persona humana, ya que estas mismas facultades, por designio divino, son a veces capaces de llegar a la concepción y otras veces no.

Ni el acto (o más bien, el no-acto) de la abstinencia durante los periodos fértiles, ni el acto de unirse durante los periodos infértiles violan la naturaleza procreativa del acto sexual como lo quiso el Creador, mientras que el uso de la anticoncepción obviamente que sí lo hace, ya el mismo nombre lo indica: anti-[con]cepción. Por esta razón, la anticoncepción, al interferir con un proceso natural, es inherentemente contra natura, mientras que la PNF está de acuerdo con el orden de la creación, ya que los periodos de fertilidad e infertilidad son ritmos naturales del cuerpo de la mujer.

Dicho esto, la “naturalidad” no es el único aspecto relevante para considerar. Establece el contexto, pero no completa el análisis del acto humano libre. Hay que hacerse una pregunta propiamente moral: ¿está siendo este enfoque (ciertamente que natural) utilizado para regular la procreación por una buena o una mala razón? Se está abusando de la PNF cuando es usada en circunstancias que no son serias en comparación con el fin primario de la gran vocación del matrimonio en la Iglesia.

Permitidme ofreceros algunos ejemplos concretos.

A veces una pareja de católicos recién casados dirá que ellos esperan “disfrutar de la mutua compañía” o “acostumbrarse a estar casados” por algún tiempo antes de cargar con los hijos. A veces los esposos quieren posponer los hijos de modo que así ambos pueden continuar sus estudios de postgrado simultáneamente. Otras veces la virtud de la “prudencia” está ligada a supuestos del estilo de vida de la clase media-superior americana, esto es, vacaciones anuales caras, la capacidad para pagar por completo la universidad o continuar con la carrera de la madre fuera del hogar.

Intenciones como estas no parecen honorables cuando se sopesan con las serias obligaciones del estado de vida en el cual han entrado solemnemente los esposos. La pareja que busca doctorarse, por ejemplo, podrá mejor posponerlo, o renunciar a casarse si cree que su trabajo académico es de tal importancia que siente que no puede interrumpirlo o, en algunos casos, cancelarlo por un sacramento cuya fecundidad en imitación del fructífero amor de Cristo y de la Iglesia llegaría a ser la forma primaria de su santificación, su primordial llamado en la vida. Casi podría llamarse un sacrilegio colocar el principal bien del matrimonio a un nivel inferior que el de sus ambiciones personales y bienes privados, por muy legítimo que puedan ser en el momento y lugar adecuado.

Como lo explica Donald Asci en su insuperable tratamiento sobre el tema, PFN involucra una imperfección moral, esto es, un pecado, cuando existe una voluntad anti-vida; en otras palabras, si la concepción de un niño es de hecho anulada o se ha querido actuar en contra. Una manera general y fácil de ver si está presente una voluntad anti-vida es formular la siguiente pregunta:

Si una pareja concibiera un hijo “por accidente” o “inesperadamente (desde su punto de vista), ¿le darían ellos la bienvenida a su hijo con alegría como un don de Dios? Si honestamente pueden responder que sí, entonces el evitar la concepción vía PFN no es expresión de una voluntad anti-vida. Si ellos respondieran que no, o sintieran incierta la respuesta, lo más probable es que nos encontremos con una intención anticonceptiva. (Ver este artículo para más consideraciones sobre estas líneas.)

Sí, estos asuntos tienen una dimensión subjetiva y, dada la naturaleza de las cosas, deben tener una dimensión subjetiva para ellos. Dios trata con los seres humanos como individuos, como sujetos personales. A Dios no le importa tanto que Rover muera, en tanto siga habiendo perros (Cf 1 Corintios 9, 9), pero a Dios sí le importa mucho cuando muere Pedro, Jaime, Salomé, Magdalena o Lidia. La única ley siempre y universalmente valida y vinculante – la única ley realmente objetiva – es la ley de la caridad, que confronta la subjetividad de cada persona con la cuestión que solo esta persona puede responder. A diferencia de los gobiernos modernos, el Señor no ve a las personas como un número que paga impuestos o soldados reclutables. Él ve a cada uno con el amor de un padre, y pide de cada uno lo que esté preparado y capacitado para dar, por el bien común de la Iglesia y del mundo.

Asumiendo que los esposos se atienen a la enseñanzas de la Humanae Vitae, existe una y solo una ley por la cual ellos son juzgados, y esta es la ley de la caridad, que está dirigida al corazón de cada persona. No puede existir un compromiso ni evasión cuando se trata de la exigencia de esta ley, la cual incluye la entrega sin reservas del don de sí mismo en el matrimonio.

 ¿Debe una pareja tener tantos hijos como el Señor les mande sin pensar en cuando vendrán? ¿Debieran ser prudentes y posponer el próximo hijo porque el padre está desempleado o la madre enferma física, o psicológicamente abrumada por un determinada coyuntura de la vida? O, ¿podrían ellos aplazar el siguiente hijo permaneciendo continente en lugar de usar la PFN, o tomar un periodo largo de continencia con el fin de dedicar más tiempo a la oración, estudio, enseñanza, hospitalidad o algún otro ministerio para el cual el Señor les ha sembrado el deseo? (1)

En lo que respecta a cualquier elección particular por hacer o camino que seguir, existe y solo puede haber un único criterio de discernimiento y juicio: esta opción o este camino pensado, escogido y vivido, ¿tiene el efecto de hacer crecer mi caridad para con Dios y para mi esposa y familia, haciéndome más cercano a ellos y más sensible a sus necesidades y derechos? ¿Me hace ser más devoto y una persona más amable?

Esta es una pregunta que tiene que ser hecha constantemente por todos los cristianos. Es el supremo examen de conciencia.

[1]Con respecto a este punto, la historia de la Iglesia ha ofrecido numerosos ejemplos de parejas santas que han vivido su vida matrimonial en continencia. Sé de parejas a la que tal vida les ha resultado inmensamente fecunda en bienes espirituales. La mayoría de los escritores católicos modernos que escriben sobre el matrimonio, descarta este tipo de vida matrimonial como un lamentable vestigio de maniqueísmo, cuando, en efecto, es un legítimo modo de vida si el Señor está llamando a los esposos a eso. Afirmar que los matrimonios deben continuar su unión procreadora es una afirmación arbitraria que no toma en cuenta la obra misteriosa del Espíritu Santo en los santuarios de Sus templos.

Peter Kwasniewski

*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por LifeSiteNews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad

Puedes leer este artículo en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/how-natural-family-planning-can-be-selfishly-used-to-a-couples-detriment/


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Profesor Peter Kwasniewski: (Chicago, 1971) Teólogo y filósofo católico, compositor de música sacra, escritor, bloguero, editor y conferencista. Escribe regularmente para New LiturgicalMovement, OnePeterFive, LifeSiteNews, yRorateCaeli. Desde el año 2018 dejó el Wyoming CatholicCollegeen Lander, Wyoming, donde hacía clases y ocupaba un cargo directivo para seguir su carrera como autor freelance, orador, compositor y editor, y dedicar su vida a la defensa y articulación de la Tradición Católica en todas sus dimensiones. En su página personal podrán encontrar parte de su obra escrita y musical: https://www.peterkwasniewski.com/