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Pentecostés

MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO. Pentecostés. Rev. D. Vicente Ramón Escandell

MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO

Pentecostés

1. Relato Evangélico (Jn 15, 26-27;16, 12-15)

Pero cuando viniere el Consolador que yo os enviaré del Padre, el Espíritu de Verdad que procede del Padre, El dará testimonio de mí. Y vosotros daréis testimonio porque estáis conmigo desde el principio.

Aún tengo que deciros muchas cosas: mas no las podéis llevar ahora. Mas cuando viniere aquel Espíritu de verdad, os enseñará toda la verdad. Porque no hablará de sí mismo: más hablará todo lo que oyere, y os anunciará las cosas que han de venir. El me glorificará; porque de lo mío tomará y lo anunciará a vosotros. Todas cuantas cosas tiene el Padre, mías son. Por eso os dije: que de lo mío tomará, y lo anunciará a vosotros.

2. Comentario exegético (Jn 16, 12-15)

La acción del Espíritu Santo sobre los apóstoles continúa explicitándose ahora en una nueva función reveladora.

Cristo quería completar su enseñanza sobre sus apóstoles, pero no puede <<ahora>>, porque no podrían comprender ni recibir útilmente estas enseñanzas sublimes. A pesar de tener el mejor Maestro, su rudeza, su estado de gentes sencillas e imbuidas en el ambiente judío, y, sobre todo, la sublimidad de las enseñanzas, nos les permitía recibirlas entonces. Necesitaban una transformación radical, que estaba reservada, en el plan del Padre, a Pentecostés, como momento inicial de la acción de Espíritu Santo en ellos.

Por eso, cuando venga el Paráclito, los <<conducirá a la verdad toda entera.>>

3. Reflexión

Lo que se figuraba en el Pentecostés de los hebreos se ha cumplido en el de los cristianos, por cuanto el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles y los otros discípulos de Jesucristo que estaban reunidos en un mismo lugar con la Santísima Virgen, e imprimió en sus corazones la nueva ley por medio de su divino amor1.

Con estas palabras, el Papa San Pío X sintetizaba la enseñanza tradicional de la Iglesia sobre el sentido de la celebración de Pentecostés, que marca el final del tiempo pascual y el inicio del tiempo de la Iglesia que espera anhelante el retorno de su Señor.

La fiesta cristiana de Pentecostés hunde sus raíces en la fiesta judía homónima que, junto a la Pascua y la fiesta de los Tabernáculos, era una de las mayores del calendario judío. Vinculada a la actividad agrícola, y con un origen probablemente cananeo, se celebraba siete semanas después de la Pascua, como acción de gracias por la cosecha de cereales, cuya recolección estaba a punto de terminarse. Sin embargo, con el tiempo, acabo adquiriendo un sentido más religioso, presentándose como la clausura de los cincuenta días de la fiesta de Pascua.

Fueron los rabinos quienes, más tarde, vincularon la fiesta de Pentecostés al recuerdo y actualización de la Alianza y de la promulgación de la Ley en el Sinaí. Y en este sentido fue celebrada en los tiempos de Jesús, como también por los primeros cristianos que, procedentes del judaísmo, mantuvieron vivas muchas tradiciones y celebraciones de su primitiva fe. Así, lo atestigua san Lucas al relatar el último viaje de san Pablo a Jerusalén, en el que el Apóstol deseaba volver a la Ciudad Santa para celebrar dicha solemnidad: Pablo había decidido – dice san Lucas – no detenerse en Éfeso, para no perder tiempo en Asia. Se daba prisa porque, si era posible, deseaba estar en Jerusalén el día de Pentecostés2.

El sentido cristiano de Pentecostés apareció más tardíamente vinculado a los misterios de la Resurrección y de la Ascensión. Se trataba de una celebración global de todo el Misterio Pascual, que se prolongaba a lo largo de toda la octava de Pascua, en la que la Iglesia contraponía al don de la Ley y a la Ascensión de Moisés al Sinaí, temas centrales del Pentecostés judío, al don del Espíritu Santo y la Ascensión de Cristo a los cielos.

Se trataba, pues, no tanto de una celebración concreta, centrada en el misterio de la venida del Espíritu Santo, sino más bien de tiempo de gozo que, iniciado por la celebración de la Eucaristia al final de la Vigilia Pascual, duraba hasta los cincuenta días después de Pascua. Esta concluía con la celebración de la venida del Espíritu Santo que, como una segunda celebración pascual, venia preparada por un tiempo de ayuno desde la Ascensión, precedida por una vigilia bautismal y continuada con una octava, que, simbólicamente, representaba los dones del Espíritu Santo.

Más allá de esta evolución del sentido y contenido de esta fiesta, lo que debe centrar nuestra atención hoy es el objeto de la misma, el sentido espiritual de la celebración del don del Espíritu Santo. En este sentido, la solemnidad de Pentecostés tiene como objeto la misión visible del Espíritu Santo a los Apóstoles y tal misión pertenece a Jesús en su naturaleza divina, como también pertenece al Padre, cerrando así el ciclo de sus misterios3. Manifestando así la dimensión trinitaria y pneumatologica de la Iglesia, gobernada por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo4, cuya misión en ella es la de de conducir a su fin, a su término, a su perfección ultima, la incesante tarea de la santificación5 de la Iglesia y de las almas.

Esta misión visible del Espíritu Santo en la Iglesia se manifiesta de diversos modos en su vida, ser y obrar; pero especialmente en cuatro aspectos fundamentales del ser de la Iglesia:

  1. UNIDAD: el Divino Paráclito la une y la vivifica, defendiendo su unidad y produciendo en ella efectos múltiples y variados.
  2. SANTIDAD: El Espíritu Santo hace que nazcan y se desarrollen en las vírgenes, mártires y confesores todas aquellas virtudes heroicas que son una nota de su santidad.
  3. CATOLICIDAD: Es el Espíritu Santo quien impulsa a la Iglesia, desde el mismo día de Pentecostés, para dilatarse por el mundo e implantar el reino de Jesucristo en las almas y las sociedades.
  4. APOSTOLICIDAD: La misión del Espíritu Santo a los Apóstoles tiene por fin principal el de afianzar el establecimiento de la Iglesia.

Pero también en las almas se percibe la acción del Espíritu Santo en la Iglesia. Por medio de los sacramentos, en nombre de Jesucristo, el divino Espíritu dispensa la gracia que vivifica el alma, fortalece las conciencias e impulsa las voluntades. La santificación del cristiano es obra de la acción del Espíritu Santo, que nos invita a una nueva vida, nacida de la Pascua, y que nos obliga a romper con lo viejo para vivir en lo nuevo. Así lo exhorta san Pablo a los cristianos de Corinto: Expurgad la levadura vieja, para que seáis masa nueva, ya que sois ácimos. Porque Cristo, nuestro Cordero pascual fue inmolado. Por tanto, celebremos la fiesta, no con levadura vieja ni con levadura de malicia y de perversidad, sino con ácimos de sinceridad y de verdad6.

4. Testimonio de los Santos Padres

SAN JUAN CRISOSTOMO (334/354-407)

<<No dijo Espíritu Santo, sino Espíritu de verdad, para demostrar que es digno de fe. Dice también que procede del Padre, es decir, que conoce con toda certeza todas las cosas, del mismo modo que hablando de sí mismo: «Porque conocí de dónde vengo y a dónde voy».>>

In Ioannem hom., 76.

5. Oración

Espiritu Santo, que procedes del Padre y del Hijo, enséñanos a vivir la verdad; de forma que nos asocies en ese amor sustancial por el que de ellos procedes inefablemente. Te lo pedimos, por tu misericordia, Dios nuestro, que eres bendito y todo lo gobiernas por los siglos de los siglos. Amén7.

LAUS DEOV VIRGINIQUE MATRI

Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad

1 Catecismo Mayor de San Pío X, Instrucción sobre las fiestas del Señor, de la Santísima Virgen y de los Santos (I, X)

2 Hch 20, 16

3 COLUMBA MARMION, Beato: Jesucristo en sus Misterios, p. 278

4 Ibídem. 287

5 Ibídem. p. 283

6 1 Cor 5, 7-8

7 Oración post gloriam en el Domingo en el día santo de Pentecostés. (Misal mozárabe)

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Author: Rev. D. Vicente Ramon Escandell
Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad: Nacido en 1978 y ordenado sacerdote en el año 2014, es Licenciado y Doctor en Historia; Diplomado en Ciencias Religiosas y Bachiller en Teología. Especializado en Historia Moderna, es autor de una tesis doctoral sobre la espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús en la Edad Moderna