¿Utilizamos bien o mal lo que nos ha sido dado? Con la meditación sobre la parábola de los talentos podemos encontrar la respuesta y un apunte: el infierno existe
MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO. Rev. D. Vicente Ramón Escandell
Parábola de los talentos
1. Relato Evangélico (Mt 25, 14-30)
«Porque así es como un hombre, que, al partirse lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes: Y dio al uno cinco talentos, y al otro dos, y al otro dio uno, a cada uno según su capacidad, y se partió luego. El que había recibido los cinco talentos, se fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. Asimismo, el que había recibido dos ganó otros dos. Mas el que había recibido uno, fue y cavó en la tierra y escondió allí el dinero de su Señor. Después de largo tiempo vino el Señor de aquellos siervos, y los llamó a cuentas. Y llegó el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste, he aquí otros cinco he ganado de más. Su Señor le dijo: Muy bien, siervo bueno y fiel; porque fuiste fiel en lo poco, te pondré sobre lo mucho, entra en el gozo de tu Señor. Y llegó también el que había recibido los dos talentos, y dijo: Señor, dos talentos me entregaste, aquí tienes otros dos que he ganado. Su Señor le dijo: Bien está, siervo bueno y fiel; porque fuiste fiel sobre lo poco, te pondré sobre lo mucho; entra en el gozo de tu Señor. Y llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, sé que eres un hombre de recia condición, siegas en donde no sembraste y allegas en donde no esparciste: y temiendo, me fui, y escondí tu talento en tierra; he aquí tienes lo que es tuyo. Y respondiendo su Señor, le dijo: Siervo malo y perezoso, sabías que siego en donde no siembro, y que allego en donde no he esparcido: pues debiste haber dado mi dinero a los banqueros, y viniendo yo hubiera recibido ciertamente con usura lo que era mío. Quitadle, pues, el talento, y dádselo al que tiene diez talentos: Porque será dado a todo el que tuviere, y tendrá más; pero al que no tuviere, le será quitado aun lo que parece que tiene: Y al siervo inútil echadle en las tinieblas exteriores: allí será el llorar y el crujir de dientes».
2. Comentario al Evangelio
Porque así es en el reino de los cielos, como un hombre que, al marcharse lejos, llamó a sus siervos y les entrego sus bienes. Este hombre que marcha y entrega sus bienes es la imagen de Jesús quien, después de fundar la Iglesia, dejó la tierra y subió a los cielos dejando a los suyos, que son todos y cada uno de los cristianos, todos sus bienes: sacramentos, doctrina, sacerdocio, gracia, etc. No los distribuyo de igual manera, sino que dio a unos más que a otros.
A uno le dejo cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El talento del que hace entrega es representativo de los grandes dones que al hombre hace Dios, en el orden de la naturaleza y de la gracia: dones de alma y cuerpo, dignidades, riquezas, elocuencia, prestigio, todo aquello, en fin, que podemos utilizar para la gloria de Dios y el bien de las almas.
Eres un siervo negligente y holgazán. ¿Con que sabias que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Llama Jesús malo a este siervo, porque injurio a su señor; perezoso, porque no hizo trabajar su talento. Lo primero es pecado de soberbia; lo otro, de negligencia, dice san Jerónimo. Peca contra Dios, y contra sí y quizás contra el prójimo, quien retiene la gracia de Dios en la inacción. Dios quiere que produzca frutos de vida eterna.1
2. Reflexión
Las almas (…) de aquellos que mueren en pecado mortal o con solo el original, descienden inmediatamente al infierno, para ser castigados, aunque con penas desiguales.2
Estas palabras de la Profesión de fe del emperador Miguel Paleólogo, pronunciada solemnemente en el II Concilio de Lyon, en el año 1274, nos sitúa ante una de las verdades de fe más polémicas y que más veces ha sido negada en la historia del Cristianismo.
La existencia del Infierno ha sido negada, no sólo después del advenimiento de Cristo y de su Iglesia, sino que ya en el Judaísmo fue rechazada por los saduceos, enemigos de todo lo sobrenatural de la fe judía, y que no pocos imitadores han tenido y tienen dentro de la Iglesia. No ha habido secta o herejía que, desde dentro de la Esposa de Cristo, rechazara esta verdad expresamente revelada, apelando, no pocas veces, a una falsa concepción de la misericordia divina, que anulaba su justicia, que premia a los buenos y castiga a los malos.
Afirmada, pues, nuestra fe en la existencia en el Infierno, cabría preguntarnos que es. Lejos de visiones deformada o deformantes del mismo, este es el lugar donde sufren los que mueren en pecado mortal. Allí, el alma del condenado primero, y está unida a su cuerpo después, sufre y sufrirá eternamente por sus pecados mortales. No habrá allí alivio alguno para el condenado; ni este se beneficiará de una amnistía tras el Juicio Final; o será castigado con la aniquilación o destrucción de su alma tras el mismo, lo cual se opondría al carácter inmortal de la misma, evitando así la eternidad del castigo divino por sus pecados.
El condenado, pues, sufrirá eternamente por sus pecados y ello de un doble modo: por una parte, se ve y verá privado de los premios de la gloria a los que Dios lo había destinado y que, para su desesperación, gozan los bienaventurados; y por otra, sufre y sufrirá tanto en su alma como en su cuerpo, como manifestación de la gravedad de las penas que allí sufren, el tormento de un fuego inextinguible y eterno. Esta pena de daño y de sentido, a la que también están sujetas las almas del Purgatorio, se diferencias de las que ellas sufren en que, si estás tienen un carácter purificativo y temporal, las que sufren los condenados del Infierno tienen un carácter punitivo y eterno.
Si la Iglesia insiste en los sufragios por las almas del Purgatorio, a fin de aliviar sus penas y acortar su estancia en él; nada nos dice, ni nos dirá, respecto a los condenados al Infierno, porque en ellas no hay posibilidad alguna de alivio y salvación. Y ello porque, al contrario que en las primeras, que buscan purificarse y se arrepienten de sus pecados; en estas últimas no se da arrepentimiento alguno por sus pecados, sino una obstinación continua en su maldad. Y frente a la alegría de las almas de los Bienaventurados y a la esperanza de las que habitan en el Purgatorio, en las de los condenados anida la desesperación y la tristeza más profundas, que se acrecientan ante el recuerdo de lo que dejaron en la tierra y por el pensamiento de la lejanía insondable que los separa de Dios.
Quisiera cerrar esta breve reflexión sobre el Infierno, con una llamada a la conversión, que nos incumbe a todos nosotros. La Iglesia, al predicar esta verdad de fe, nos invita, no a una malsana obsesión, sino a poner los medios para evitarlo, pues, si nadie ama lo que no conoce, tampoco temerá y huira de aquello que desconoce. Mediante la frecuente meditación sobre él y una vida de total y radical rechazo del pecado y de apertura a la gracia de Dios, encaminaremos nuestros pasos a lo que debe ser nuestra verdadera meta, la eterna bienaventuranza, y ayudaremos a aquellos que, por un motivo u otro, se encaminan a tal temible y fin, y que sólo necesitan que alguien los aparte del mismo para encaminarse también a la patria común.
4. Testimonio de los Santos Padres
SAN GREGORIO MAGNO (540-604)
<<Muchos hay en la Iglesia que se parecen a este siervo, que temiendo entrar en el camino de una vida mejor, no se atreven a sacudir la pereza de su cuerpo; y creyéndose pecadores tiemblan de tomar el camino de la santidad, y no se horrorizan de permanecer en sus iniquidades.>>
Homiliae in Evangelia, 9,3
4. Oración
Señor y Dios nuestro, que repartes con justicia y equidad tus dones y gracias entre los hombres, confiando en que den fruto; auxílianos con tu poder, para que, no cayendo en saco roto tu gracia, nos apartemos del camino de la condenación y caminemos por el sendero de la Salvación. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amen.
LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI
Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad
1 ISIDRO GOMÁ, Cardenal: El Evangelio explicado, vol. II
2 DzH 858
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