Olvida la opción benedictina, mejor un imperativo benedictino-MarchandoReligion.es

Olvida la opción benedictina, mejor un imperativo benedictino

Estamos viviendo un momento en la historia en que la opción benedictina pasa a ser más bien un imperativo benedictino, una necesidad de un retorno de lo sagrado y lo divino a nuestra cultura

Olvida la opción benedictina, mejor un imperativo benedictino, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews

Traducido por Beatrice Atherton para Marchando Religión

El influyente teólogo alemán del siglo 20 Romano Guardini en su libro de 1956, «El fin del mundo moderno», opinaba que “el hombre moderno” está tan desconectado de la naturaleza y de la cultura que eventualmente alcanzará una desnudez existencial en la cual estará obligado a pararse con las manos vacías frente a Dios, sin más apoyo en el mundo en el que habita. Y en ese momento será capaz de lograr una iluminación superior, una fe más pura, una santidad más profunda. El aprendizaje, la cultura, los signos y los símbolos desaparecen, dando paso a un misticismo libre y racional que supera las trampas en las nos apoyábamos.

 Hay algo en la esta imagen del hombre aislado en medio de una estéril modernidad que debiera resultarnos ser inherentemente no católica, incluso anti-católica.  Y también resulta ser anti-Guardiano, en el sentido que el mismo Guardini sostuvo para mostrar una visión diferente en otros libros. Por ejemplo, tomado de su clásico “Espíritu de la liturgia” (1935), que influyó tanto en el pensamiento de Joseph Ratzinger que este último da el mismo título a un libro suyo. Guardini observa:

“Los individuos, o las breves ondas de entusiasmo, pueden, en gran medida prescindir, del aprendizaje y de la cultura. Esto se demuestra por de las iniciales Órdenes del desierto en Egipto, por los frailes mendicantes, y por los santos de todas las épocas. Pero generalmente hablando, un nivel bastante elevado de genuino aprendizaje y de cultura es necesario a largo plazo, con el propósito de mantener una vida espiritual saludable. Por medio de estas dos cosas la vida espiritual retiene su energía, claridad y catolicidad. La cultura preserva la vida espiritual de los elementos poco saludables, excéntricos y unidireccionales con los que tiende a involucrarse con demasiada facilidad. La cultura permite a la religión expresarse a sí misma y la ayuda a distinguir lo que es esencial de lo que no lo es, de los medios del fin, y de la ruta de la meta. La Iglesia siempre ha condenado cada intento de ataque a la ciencia, al arte, a la propiedad y así sucesivamente. La misma Iglesia que con tanta resolución señala que “solo una cosa es necesaria”, y que defiende rotundamente la enseñanza de los consejos evangélicos de que debemos estar listos para sacrificarlo todo por amor a la salvación, sin embargo, desea, por regla general, que la vida espiritual esté impregnada con la saludable sal de genuina y elevada cultura.”

Para reforzar este punto, Guardini responde a la objeción que señala que mientras Dios obra en el alma, no necesitamos de nada más:

“Ciertamente que la gracia de Dios es suficiente. Ni la naturaleza ni el trabajo del hombre son necesarios para que el alma pueda ser santificada. Dios “puede hacer surgir de estas piedras hijos de Abraham.” Pero como una norma Él desea que todo lo que pertenece al hombre en forma de posesiones buenas, elevadas, naturales y culturales sean colocadas a disposición de la religión para servir al Reino de Dios. Él ha interconectado el orden natural y sobrenatural, y ha dado a las cosas naturales un lugar en la escena de Sus designios sobrenaturales.”

De una de las más importantes “cosas naturales” que el Nuestro Señor desea hacer uso es lo que llamamos cultura, que puede ser definida como el conjunto compartido de formas en las que una sociedad o un pueblo acostumbra a expresar, celebrar e inculcar su visión de Dios, del hombre y del mundo. Según esta definición, una cultura católica es justo lo que una sociedad inspirada por la Fe produciría y abrigaría: un ambiente que vuelve la inteligencia gentil, frecuente y efectivamente a Dios, haciendo pleno uso de las bellas artes y del genio del arte popular, a la impresionante pompa del ceremonial y la fuerza estabilizadora de los rituales.

Dicha cultura forma el espacio y las estructuras del tiempo en el cual vivimos, trabajamos, descansamos, jugamos, ayunamos y destejamos. Nos señala metas comunes y finales; objetivos personales y colectivos. De hecho, no es exagerado decir que uno recibe la identidad de una cierta “memoria colectiva”, el recuerdo continuamente renovado de quiénes somos y de qué somos, y todas las formas culturales que encarnan este recuerdo. Esta identidad no es primariamente conceptual o intelectual, sino que habita en expresiones concretas, visibles, audibles y tangibles que sirven como alicientes para el autoconocimiento, para la acción confiada y para sufrimiento fructífero. Nada de esto puede ocurrir en un vacío cultural.

Todo hombre es un ser racional, lingüístico y artístico; todo hombre nace en una familia y en un pueblo, con una historia de la que él es parte. Por estas razones, el hombre necesariamente es un animal cultural. En la medida que es privado de una rica herencia cultural o la hereda solo por parte, sufre una cierta deshumanización, una desnaturalización que lo deja sintiéndose incompleto, fragmentado, desorientado y desamparado. En gran o menor medida dependiendo de su sensibilidad y conciencia, no puede evitar ver como una carencia, como una herida, como un impedimento la incapacidad para aprovechar libremente una herencia más amplia y profunda que él mismo.

Y de la misma manera, y por muchas de las mismas razones, el hombre es un animal litúrgico. Por tanto, no recibir una rica herencia de sagrada liturgia de los antepasados es igualmente contrario a la naturaleza social del hombre y a la dignidad sobrenatural. Seguramente un católico que no tiene esta doble herencia de cultura y liturgia está viviendo una vida deficiente, sufriendo de una orfandad espiritual, amnesia y miopía.

Es más, sin signos externos identificables en los cuales su lealtad a la verdad se manifieste sin ambigüedad, una minoría no puede sobrevivir por mucho tiempo en un ambiente hostil. Simplemente será asimilada a los signos del enemigo. Todas las personas tienen “sacramentos” o signos de lo que es sagrado para ellos, venerado como garantes de rectitud. La diferencia está entre aquellos que tienen los verdaderos sacramentos y aquellos que tienen los falsos.

Entonces, hablar sobre la opción benedictina es todavía muy débil, deberíamos hablar más bien de un imperativo benedictino. La fe cristiana, cuando es creída y vivida, necesariamente creará una cultura y una sociedad cristiana. Las exige como su ambiente nativo y la floración más bella. Como dijo el Papa Juan Pablo II:

«La síntesis entre cultura y fe no es sólo una exigencia de la cultura, sino también de la fe (…) Una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no totalmente pensada, no fielmente vivida.» Juan Pablo II menciona a San Benito:

CARTA POR LA QUE SE INSTITUYE EL CONSEJO PONTIFICIO PARA LA CULTURA, 20 de mayo 1982

Juan Pablo II menciona a San Benito:

“La fe en el Cristo encarnado en la historia no transforma sólo interiormente a las personas; también regenera a los pueblos y sus culturas (…) Únicamente una fe, fuente de decisiones espirituales radicales, es capaz de influir en la cultura de una época. Así, la actitud de san Benito, el patricio romano que abandonó una sociedad vieja y se retiró a la soledad, la ascesis y la oración, fue decisiva para el crecimiento de la civilización cristiana. (…) Porque el Evangelio lleva la cultura a su perfección y la cultura auténtica está abierta al Evangelio.

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II A LOS PARTICIPANTES EN LA ASAMBLEA PLENARIA DEL CONSEJO PONTIFICIO PARA LA CULTURA viernes 14 de marzo de 1997

Por ende, se podría decir que la antigua Iglesia estuvo obligada a producir a San Benito de Nursia, por lo que Alisdair MacIntyre no estaba equivocado al decir que nosotros también estamos esperando por nuestro Benito. Sin embargo, no estoy seguro de que tuviera que ser “sin dudas muy diferente.” Es nuestro orgullo moderno lo que nos hace pensar que el moderno Benito no debe mirar, pensar y actuar como el Patriarca del monacato occidental y Co-Patrono de Europa. Quizás la mayor sorpresa que venga al mundo post-post moderno será el restablecimiento de la cristiandad según las líneas clásicas, con reyes sentados en sus tronos y monjes cantando el Oficio Divino a través de la tierra, los escolásticos debatiendo los más finos puntos de la ley divina y gremios produciendo artefactos nobles de todo tipo. Cosas más extrañas han sucedido en la historia de la humanidad.

Peter Kwasniewski

*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por LifeSiteNews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad

Puedes leer este artículo en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/no-faith-without-culture-no-culture-without-faith-on-the-benedict-imperativ/

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Profesor Peter Kwasniewski: (Chicago, 1971) Teólogo y filósofo católico, compositor de música sacra, escritor, bloguero, editor y conferencista. Escribe regularmente para New LiturgicalMovement, OnePeterFive, LifeSiteNews, yRorateCaeli. Desde el año 2018 dejó el Wyoming CatholicCollegeen Lander, Wyoming, donde hacía clases y ocupaba un cargo directivo para seguir su carrera como autor freelance, orador, compositor y editor, y dedicar su vida a la defensa y articulación de la Tradición Católica en todas sus dimensiones. En su página personal podrán encontrar parte de su obra escrita y musical: https://www.peterkwasniewski.com/