Una historia en Roma, dos posibilidades continuar con vida o morir mártir, nuestro protagonista lo tiene claro: «No renuncio a Cristo»
«No renuncio a Cristo: Yo, mártir», Manuel Cuevas
Soy Quintus Valerius Flavius, de la gens Valeria, vivo en la ciudad de Roma, cerca del Foro Augusto, mi domus está cerca del Coliseo, y mi familia tiene propiedades y riquezas que han ido incrementando nuestros ancestros desde la época de la República.
Tenemos alrededor de unos 30 esclavos en la casa y algunos libertos que nos dan clases a mis hermanos y a mí, estoy estudiando retórica pues quiero ser algún día tribuno como lo fue mi abuelo Lucius Valerius Flacco.
Me encanta ir a pasear por el foro ,al Capitolio, escuchar las arengas de los hombres que se juntan en el Senado o en las termas de Nerón por el Campo Marte, mi vida transcurre plácida ,pero desde el terrible incendio que arrasó Roma y las miles de casas de madera, las personas están molestas, el populacho romano, famoso por ser muy intempestivo y levantisco, culpa de todo a los dioses, al Cesar y a los Patricios, pero las nuevas son que fue ocasionado por un grupo de gente que cree en un Dios extraño, un tal Christos, como dice nuestro médico liberto griego, al que sospecho le atrae esa secta.
El Senado y el Cesar han dado informes que los malvados cristianos matan niños y se los comen en sacrificio, que adoran a un crucificado con cabeza de burro, imagínense que malevolencia, si bien en Roma somos permisibles y honramos a todos los dioses, este tal Christos o Iesus parece que sus seguidores son unos locos maniáticos, mira que atreverse a incendiar la capital del mundo, el faro de la cultura y el poder, pero por lo que he oído están haciendo redadas y atrapando cristianos. Ya veremos en que acaba todo esto.
II
He sorprendido a mi liberto Druso viendo una imagen de un pez y se ha espantado mucho, le digo que si él es de esa secta de malvados, y me ha sorprendido lo que me dice, dice que no son malvados, que ellos aman a Dios y a su prójimo, que no hay más dioses, que ellos no han hecho lo que se les atribuye del incendio y que son inocentes todos los que están en la Cárcel Mamertina esperando sentencia.
Druso me dice que su Christos les enseña a amar aun a sus enemigos, que ningún cristiano hubiera podido hacer esa atrocidad, me ha dejado muy confundido y lo he dejado ir, siempre ha sido un buen hombre.
III
Hoy fui al Coliseo, finalmente el Cesar y el senado aprobaron castigar a los cristianos y ofrecieron un espectáculo en el “Circo”, serán sacrificados y pues se planea que las fieras acaben con ellos, así como toda una variedad de torturas para tan malvados seres, ya me aseguro mi padre que iremos cuando inicien las fiestas para el pueblo Romano, en las Calendas Ianuaris
Empezaron los juegos, han repartido pan, queso, frutas, vino, la gente está enardecida y ebrios de sangre piden la muerte de los malvados. Más de 80,00 personas se reúnen en la arena del “Circus Maximus”, y al entrar por una garita a las bancas quedo impactado, hay muchas personas, mujeres, niños, ancianos, hombres, jóvenes, todos juntos, pero lo que causa impresión es que le cantan a su Dios, escucho sus gritos y son de alabanza y alegría, no de temor o llanto, unos a otros se confortan con palabras y dicen que perdonan a los que injustamente les causan daño.
¿Qué cosa tan extraña, estarán locos o ebrios? La verdad no esperaba esto, luego abren las puertas y empiezan a salir cientos de fieras, leones, tigres, principalmente y solo basta que uno empiece y sus rugidos son tremendos y se avorazan sobre los indefensos cristianos que no hacen sino rezarle a su Dios, ¡Qué extraña fe!
Mi corazón siente piedad por esos hombres, quizá algunos sean malvados, pero ¿todos? ¿Acaso los niños o los ancianos también son enemigos de Roma? No puedo sino estar callado y sin moverme, la muchedumbre grita y se regocija, pero ¿qué no son sensibles, acaso no son humanos? Yo no había ido antes a los juegos y esto para mi es desolador.
Llego a mi cuarto y me pongo a llorar, siento una mano en mi cabeza y es Druso que me acompaña y solo atino a seguir llorando.
Cuando me calmo le narro todo lo que vi, y él me dice con una voz firme y serena, “ellos son unos Mártires de Cristo, y han compartido la sangre del Cordero”.
Yo le pregunto a qué se refiere, y me empieza a contar la vida de un tal Jesús, como Él vino al mundo nacido de una Virgen y que predicó el amor a Dios y al prójimo, que tuvo discípulos , que su principal Apóstol era un tal Petrus, y que aquí en Roma estaban Paulus y Petrus de los discípulos del Señor, que ellos predicaban una religión de paz, amor, libertad, igualdad, que ese Christos hizo milagros, pero no como un mago, sino que como quien tiene el poder sobre las cosas ,como dueño del universo, me quedo asombrado por lo que me dice Druso, pero mi corazón se inflama y al escuchar sus palabras ,siento que visualizo a ese tal Iesus, y siento unos deseos inmensos de verlo, Druso me dice que murió, pero resucitó y subió a los cielos ,pero que Él nos ama y desea que nos arrepintamos de nuestros pecados. Me ve tan interesado, que promete llevarme un día a conocer a Petrus.
IV
Hoy fui con Druso a las Catacumbas, me llevó a conocer y escuchar a Petrus, todo fue tan extraño, nos ocultamos del rondín de pretores que cuidan la ciudad y buscan cristianos, entramos por una ambulacrum o túnel de columnas hasta un cubículo espacioso donde había muchas gentes ,unas 100 aproximadamente, se levanta un anciano con el pelo rizado, canoso, con arrugas y piel tostada por el sol, manos gruesas y rudas que se apoyan en un cayado y empieza a hablar, solo de escucharlo tiemblo, al terminar su plática Druso me presenta con él y me dice ¿Hola hermano la paz sea contigo? No me conoce y me dice hermano, no me conoce y sabiendo que soy romano me desea la paz, me pregunta si hay algo que pueda hacer por mí y del fondo de mi alma digo sin saber porque, ¡Quiero amar a tu Dios como tú lo haces!
V
He seguido acompañando a Druso a oír la palabra del “Pescador” he conocido más a estos “cristianos” y he concluido que son mentiras que sean enemigos del Imperio, ¿por qué dirán eso? Solo he visto que todos se tratan como hermanos, que se ayudan y lo increíble piden por quienes los persiguen incluido el Emperador, no guardan rencor ni odio, sino amor.
Ya he pasado y entendido mucho sobre Iesus, realmente estoy convencido que es el Hijo de Dios y ahora sé que Él también me quiere a mí, que murió y resucitó por mí ¿acaso puedo sentir otra cosa más que amor por la fuente del mismo amor? He decidido recibir el bautismo, será en una de las Catacumbas donde nos reunimos.me siento muy emocionado que pronto seré un verdadero hijo de Dios.
VI
Sigo reuniéndome con mis hermanos en las Catacumbas, la persecución arrecia contra nosotros, lo increíble que en lugar de disminuir, cada vez somos más, parece que Dios nos quiere mostrar que no nos deja solos en la adversidad.
Yo he empezado a hablar con mis padres, primero se escandalizaron y se molestaron, pero poco a poco han cambiado, ven que en mí no hay ya orgullo ni soberbia como era lo normal sino que me preocupo por los demás, espero entiendan y se bauticen para que gocen el ser hijos del único Dios.
VII
Que alegría, en las calendas de Ianuaris mis padres recibieron el bautismo de manos del mismo Apóstol Pedro, hay regocijo en mi familia, ya formamos parte de la Iglesia de Cristo, de la Iglesia Católica como dicen nuestros hermanos griegos, a todo esto mis padres han decidido salir de Roma a alguna de nuestras propiedades en la Campania, dice mi padre que es más seguro para todos, lo noto preocupado.
Yo sigo acudiendo a escuchar a Pedro y a otros de los hermanos quiero servir a Dios y ojala sea digno que me hagan “Diaconus”, Lino y Clemente me preparan, Druso es Presbítero y yo no lo sabía.
VIII
Una denuncia anónima nos ha descubierto, han capturado a Pedro y a otros de los nuestros y nos han conducido a la Cárcel Mamertina, nos encierran en un calabozo oscuro y húmedo, pero solo se escuchan cantos y alabanzas a Dios, los carceleros temen acercarse pensando que alguna especie de “magia” los hechizará. Pero realmente es un testimonio ver a tantos hermanos firmes en la fe en la peor de las adversidades, pido a Dios mantenerme firme junto con mis padres y hermanos, que no claudique mi fe, tengo miedo, pero soy confortado por los demás y eso me hace serenarme.
Nos han dicho que crucificaron boca abajo a Pedro
IX
Al ser de familia Patricia y ciudadanos de Roma, se nos da la oportunidad de abjurar de ser Cristianos y se nos pide que hagamos un sacrificio a los “dioses romanos” y al divino Emperador, pero nos hemos negado y hemos proclamado a los cuatro vientos que somos de Cristo y que solamente Él es nuestro Señor y que amamos a todo el mundo.
La respuesta no se hizo esperar, nos conducen al Circo para decapitarnos ante el populacho.
X
Ya vienen por mí, me conducen por un túnel a la arena donde me esperan mis verdugos, veo a lo lejos a varios de mis hermanos, a mis padres, grito al pueblo de Roma que vivo por Cristo , que solo Él es el camino, la verdad y la vida, mientras atan mis manos y colocan mi cabeza en una piedra, no siento miedo, no siento dolor, sino la esperanza de ver de frente a mi Señor, sé que no lo negué delante de los hombres y que me permitirá amarlo eternamente, sé que su Iglesia perdurará porque Él se lo prometió a Pedro y a los demás discípulos, así que cierro mis ojos cuando cae la hoja del verdugo sobre mi cuello, seguro los abriré a la vida eterna…
Manuel Cuevas
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