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Las vírgenes prudentes y las necias

MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO. Rev. D. Vicente Ramón Escandell

Las vírgenes prudentes y las necias

1. Relato Evangélico (Mt 25,1-13)

«Entonces será semejante el reino de los cielos a diez vírgenes, que, tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo y a la esposa. Mas las cinco de ellas eran fatuas, y las cinco prudentes. Y las cinco fatuas, habiendo tomado sus lámparas, no llevaron consigo aceite. Mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas juntamente con las lámparas. Y tardándose el esposo comenzaron a cabecear, y se durmieron todas. Cuando a la media noche se oyó gritar: Mirad que viene el esposo, salid a recibirle. Entonces se levantaron todas aquellas vírgenes, y aderezaron sus lámparas. Y dijeron las fatuas a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan. Respondieron las prudentes, diciendo: Porque tal vez no alcance para nosotras y para vosotras, id antes a los que lo venden y comprad para vosotras. Y mientras que ellas fueron a comprarlo, vino el esposo; y las que estaban apercibidas entraron con él a las bodas, y fue cerrada la puerta. Al fin vinieron también las otras vírgenes, diciendo: Señor, Señor, ábrenos. Mas él respondió, y dijo: En verdad os digo, que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora». 

2. Comentario al Evangelio

Tomaron las diez vírgenes sus lámparas, semejantes a pequeñas escudillas donde había una corta cantidad de aceite con un pabilo, colgaronlas en sendos bastones y fueron a casa de la esposa para recibir en ella al esposo y su acompañamiento: Que, tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo y de la esposa. En las lámparas encendidas viene significada la gracia o caridad. El esposo es Jesús, que viene a celebrar sus bodas con la Iglesia: todos debemos formar en el cortejo la Esposa para entrar en el celestial convite.

Es escaso el número de los prudentes según Cristo, e incontable el número de los necios, que no tienen el sentido práctico de las cosas de Dios. Porque si, como dice san Gregorio, es prudente aquel que cree bien y vive bien, y es necio aquel que tiene la fe de Jesús, pero no cuida de prepararse con buenas obras, ¿Quién sea capaz de medir la desproporción que en la Iglesia hay entre los necios y los prudentes? El número de los que se salvan, que son en definitiva los prudentes de esta parábola, sólo por Dios es conocido; pero tengamos la certeza de que no se salvan sino aquellos que llegan al día del Señor con la llama de la caridad encendida en sus almas. ¿Somos prudentes o necios?1

3. Reflexión

Si verdaderamente arrepentidos hubieran muerto en caridad antes de haber satisfecho con frutos de penitencia por lo que han cometido u omitido, sus almas son purificadas después de la muerte con penas purificativas. Y para ser aliviadas de esas penas aprovechan los sufragios de los fieles vivos, tales como los sacrificios de las misas, las oraciones y limosnas y otras obras piadosas que los fieles tienen costumbre de hacer por los otros fieles, según las instituciones de la Iglesia2.

Hacia el año 1439 tuvo lugar, en la ciudad de Florencia, un Concilio ecuménico en el que se trató de alcanzar la unidad entre los cristianos de oriente y occidente. Eran muchas las cuestiones doctrinales que separaban a ambas Iglesias, pero también las que las unían. Entre estas figuraba la creencia de que las almas de los que morían en gracia de Dios, pero aún no habían alcanzado una plena purificación de sus faltas, debían proceder a ella antes de acceder a la visión beatifica. Con distintos matices católicos y ortodoxos seguimos unidos en esta verdad de fe, que el Concilio florentino recogió en su decreto de unificación con los orientales.

Creemos, pues, que, entre el Cielo y el Infierno, entre la eterna bienaventuranza y la eterna condenación, se encuentra un espacio intermedio, que la Iglesia llama Purgatorio. Este es el lugar o estado de las almas de los justos que murieron en gracia y amistad con Dios imperfectamente purificadas de las faltas cometidas en este mundo. Allí las almas de los justos sufren una purificación, que consiste, por una parte, en la dilación de la visión beatifica, es decir, la contemplación cara a cara de Dios, fuente de alegría y gozo infinito para el alma del bienaventurado, pero de la que se ve privada hasta que alcance la purificación total de sus faltas; y, por otra, el alma que allí habita, para alcanzar la visión divina, debe someterse a las llamas purificadoras, que la acrisolan como el fuego de la forja purifica el metal. Sobre esta doble pena, llamada de daño y de sentido, escribe el gran teólogo dominico Reginald Garrigou Lagrange: Ha llegado la hora de ver a Dios; pero Dios, a causa de las culpas no expiadas, niega su visión por un tiempo. Se ha buscado uno a sí mismo en vez de buscarle a Él, y ahora no le encuentra.

Esta purificación del alma, destinada a limpiarla totalmente y a dotarla de una pureza perfecta para ser admitida a la visión beatifica, no es fruto ni de un capricho de Dios ni de falta de misericordia por su parte. Es una exigencia derivada de su justicia y su santidad: en cuanto a la primera, es menester que también las culpas veniales, y no sólo las mortales, tengan su sanción, la cual a veces no la tienen en esta vida; y en cuanto a la segunda, siendo Dios el Santo de los santos, y exigiéndonos que seamos santos como Él lo es, y habiéndonos dicho Jesús que los limpios de corazón verán a Dios, está más que claro que nada impuro, nada tocado por el Pecado, puede hallarse en su presencia.

¿Cuánto dura esta purificación? Desconocemos el tiempo que dura, pues escapa a la medida humana del mismo. Sin embargo, Dios puede acortar esa estancia y otorgar los consuelos necesarios, por mediación de los sufragios de quienes aún peregrinamos en el mundo. En virtud de la Comunión de los Santos, podemos ofrecer alivio y consuelo a estas almas que anhelan ardientemente alcanzar el premio obtenido. Siempre que estemos en gracia de Dios, condición indispensable para que nuestras obras sean meritorias, nuestros sufragios pueden auxiliar a las almas del Purgatorio: el ofrecimiento de la Santa Misa, de la comunión eucarística, las limosnas, las Indulgencias…, son las obras más comunes a su favor. A las que habría que unir el llamado acto heroico de caridad que consiste en el ofrecimiento por ellas del mérito de todas nuestras buenas obras, expresión máxima de nuestra caridad por estos hermanos nuestros que no pueden ya valerse por sí mismos para alcanzar su purificación.

Finalmente, no podemos olvidar que nosotros mismos podríamos acabar allí. Evitar el Purgatorio y alcanzar inmediatamente la eterna bienaventuranza, debería ser nuestro más apremiante anhelo, y no conformarnos con pensar que ir allí es un paso necesario para el Cielo. Cuantas almas que sufren en el Purgatorio estarán arrepentidas de no haber llevado una vida más perfecta, más santa y pura, para haber evitado ese sufrimiento que, aunque temporal, dilata su entrada en la eterna bienaventuranza. Y medios no les hubieran faltado, como a nosotros tampoco, para evitarlo: la confesión sacramental, la penitencia, la práctica de la caridad, la Santa Misa o la devoción a la Virgen María son medios que ayudan a evitar el Purgatorio y que tan desaprovechados están en vista a alcanzar la eterna bienaventuranza y evitar las penas purificadoras.

4. Testimonio de los Santos Padres

SAN JUAN CRISOSTOMO (347-407)

<<Por esto, pues, expone esta parábola en la persona de las vírgenes para demostrar que, aunque la virginidad sea una gran virtud, sin embargo, será arrojada fuera con los adúlteros si no practica las obras de misericordia.>>

Homiliae in Matthaeum, hom. 78,1

5. Oración

Señor y Dios nuestro, ante quien nada impuro puede presentarse, te pedimos la gracia de vivir siempre contemplando tu rostro; que aprovechando los medios de santificación que nos has dado, llenemos nuestras lámparas del aceite de la gracia, y camínenos sin descanso al encuentro del Señor. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad

1 ISIDRO GOMÁ, Cardenal: Comentario al Evangelio, vol. II

2 DzH 1304

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Author: Sonia Vázquez
Soy Católica, agradezco a mis padres su empeño y dedicación en el cuidado de mi alma. Estudié la carrera superior de piano y a la par, la de Informática, en el área de programación. Profesionalmente estuve ligada durante años al sector de las Telecomunicaciones, que me siguen entusiasmando, pero mi pasión es la música a la que, a día de hoy, me dedico profesionalmente y al cien por cien. Trabajo como organista, dirijo varias corales y he impartido conferencias sobre la música Litúrgica. Me he formado en Teología, Música Litúrgica y órgano. Mi meta es Dios, la salvación de mi alma y la de aquellos a los que amo. Estoy felizmente casada, somos una familia en Cristo, en la foto me podéis ver con uno de los miembros de nuestra familia, Pastor. Vivo en Galicia, miña terra nai