Continuamos con esta interesante serie sobre el patriotismo, el cual, es mucho más que un sentimiento o un folklore
La virtud del patriotismo. 2ª Parte. Un artículo de Alberto Mensi
Todo ser humano bien nacido debe gratitud a sus padres de por vida, porque si no es por ellos no estaría en esta vida y por lo tanto no estaría destinado a la felicidad eterna en la visión beatífica de Dios.
Muchas veces los jóvenes, y especialmente los adolescentes, en ese desprenderse de las seguridades de la niñez e iniciar el difícil camino de la adultez tienen como primera reacción natural poner en entredicho toda las enseñanzas y dichos de los padres. Algo que a todos nos sucede naturalmente, aunque algunos con mayor virulencia.
De allí, y como primera lección que nos da la vida a los padres: no debemos fundamentar las afirmaciones en el simple argumento de autoridad, porque el adolescente se rebela contra la autoridad en búsqueda de su propia seguridad, sino que debemos fundamentar las afirmaciones en hechos objetivos y dentro de lo posible, ayudando a los jóvenes a descubrirlas por ellos mismos. En definitiva la actitud de los adultos debe ser la de Sócrates en su característica mayéutica, función propia de la madre que era partera y ayudaba a las madres a dar a luz sus hijos engendrados por ellas. Así el filósofo ayuda a los jóvenes a engendrar sus propios pensamientos, bagaje que les quedará durante la tormenta adolescente.
Y como segunda lección de este simple paso de la vida, es la necesidad de que los adultos tengamos rectamente formada la inteligencia en la verdad y ejercitada la voluntad en la búsqueda de esa verdad en cuanto bien; un desorientado no puede orientar a otro desorientado.
Y aquí volvemos al tema del patriotismo. Un supuesto patriotismo fundado simplemente o solamente en el sentimiento o en el folklore patriótico es sumamente volátil y veleta, y con el tiempo, antes o después, será movido por el viento en cualquier dirección. Un barco, por grande y hermoso que sea, sin timón, va a ser llevado por las corrientes y por las olas al antojo de olas y corrientes. Es lo que pasa con el patriotismo cuando se funda SOLO en el sentimiento o el folklore patriótico. Y digo SOLO porque el sentimiento y las muestras folklóricas: canciones, vestimentas, danzas, signos, etc. son necesarias y convenientes. No somos espíritus angélicos sino que somos espíritus encarnados. Cristo mismo es el Verbo encarnado: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”1; participó de los festejos: “Hubo unas bodas en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Jesús también fue invitado a estas bodas y fue con sus discípulos”2; lloró por su Patria poco antes de la Pasión y muerte: “Cuando estuvo cerca, viendo la ciudad de Jerusalén, lloró sobre ella”3.
El problema no son los sentimientos patrióticos ni las manifestaciones folklóricas del patriotismo, el problema es si nos quedamos solamente con eso.
Por ese motivo la Revolución busca deformar la historia, la historia de nuestros pueblos, por eso la masonería británica se ha preocupado de plantar como verdades indudables toda esa farsa conocida como la Leyenda negra hispana.
Es muy difícil mantener la virtud del patriotismo fundamentado tan solo en algo sentimental o con sola buena voluntad, es necesario educar la inteligencia en la verdad.
Por eso la gran dificultad doctrinal que sufrimos hoy día es por la aparición en el siglo XVII, especialmente luego de la paz de Westfalia del concepto absoluto de nación moderna como ente autosuficiente, cerrado, soberano, único e independiente. Este concepto de Nación se erige en un ente con vida propia, independientemente de su pueblo que es el que le da vida real y, por el contrario, la Nación, ente abstracto es el que le busca darle forma a ese pueblo con una concepción positivista.
En la historia de los pueblos, se han unido, organizado y expandido conforme a sus características propias y relativamente naturales. Esto tiene validez hasta la aparición de esta concepción moderna en que comienzan a lidiar otros elementos.
Un ejemplo muy claro y evidente de esto lo tenemos en la realidad de la Hispanidad. Una unidad dada por una misma religión, pueblos diversos unidos en la Fe, en el habla, en un destino común civilizatorio. Esa realidad era el gran enemigo de los procesos revolucionarios en el Viejo Mundo que no lo podían tolerar. Así que la masonería, sociedad secreta creada en Londres, va a comenzar a infiltrar y envenenar los territorios de esa Hispanidad a la cual odia. Comienza a inventar falsas leyendas que pretenden desprestigiar esa Hispanidad. Y cuando ve que atacándola desde afuera no logra nada (recordemos Cartagena de Indias defendida por Blas de Lezo, o la Reconquista y Defensa de Buenos Aires), cambió de estrategia y se aboca plenamente a soliviantar espíritus débiles que con el pretexto de mejoras y ventajas materiales van a ver la manera de fragmentar la Unidad hispánica, cosa que van a ir logrando durante el siglo XIX, siglo de las secesiones.
Así podemos ver que unidades geopolíticas como el Virreinato del Río de la Plata se fraccionan en pequeñas unidades estaduales que necesitan de Gran Bretaña, su comercio y sus préstamos para sobrevivir. Y como ya no prima la visión universal que nuestros pueblos tenían hasta entonces en que eran sabedores de que la Patria terrena es sólo imagen de la Patria celestial y tiene sentido para procurar al hombre la conquista de la Patria celestial y la vida eterna bienaventurada, como ya no hay esta visión universal y trascendente, la mirada pequeña, egoísta y totalmente limitada los llevará al enfrentamiento entre ellos.
La Hispanidad ha sido como un inmenso cristal expandido por el mundo, la estrategia británica fue la estrategia del parabrisas roto, por ello, además de cuestiones de tiempos, épocas, etc. no se trata de reconstruir exactamente ese mismo cristal.
El gran desafío es el de construir la patria grande que nos cobije a todos los hispanos, algo tan antiguo como la Hispanidad, algo nuevo como una creación de nuestros tiempos. Aquí tenemos una idea de cuáles han de ser los conductores de esta reconstrucción según aquellas palabras del Divino Maestro: “Todo escriba que ha llegado a ser discípulo del reino de los cielos, es semejante al dueño de casa que saca de su tesoro lo nuevo y lo viejo”4.
En próximo artículo veremos ¿qué ha pasado con el catolicismo en este proceso revolucionario.
“Madre Santísima Sede de la Sabiduría, ilumínanos, condúcenos”
Alberto Mensi
1 San Juan 1, 14
2 San Juan 2, 1-2
3 San Lucas 19, 41
4 San mateo 13, 52
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