Una reflexión sobre los efectos del nominalismo y su repercusión en el actual modernismo que hay dentro de la Iglesia.
La miseria del nominalismo. La verdad como construcción social. Un artículo de Leonardo Olivieri
En su Introducción a la Política Jean Ousset (1914-1994), haciendo uso de su sabiduría y profundo conocimiento de la realidad política, plantea en el primer capítulo de esta genial obra el problema de los universales. Controversia que suscita un debate interesante con las corrientes liberales y progresistas, todas ellas con gran penetración del nominalismo filosófico.
Partiendo entonces de este debate nos proponemos en este artículo reflexionar sobre los efectos que tiene el nominalismo filosófico sobre el orden social y también sus implicancias en el modernismo teológico, que sustenta gran parte de la jerarquía y del clero en iglesia católica. Estamos ante la exaltación de un pensamiento centrado en el humanismo y alejado de la búsqueda de la verdad trascendente y esta situación nos lleva a tomar una posición al respecto. Hoy en día, se reduce la figura de Jesucristo y se somete a la doctrina cristiana a una interpretación antropocéntrica, promoviendo una perspectiva humanista de carácter abstracto, basada en principios como, el de fraternidad universal, sincretismo, indiferentismo, animalismo, ecologismo, entre otros. Todo ello produce que los conceptos y principios cristianos sean re-significados bajo una lógica interpretativa regida por filosofías y conceptos que poco y nada tienen que ver con la sana doctrina y la tradición. Lo que si se pone de manifiesto es que en la actualidad se rechaza toda idea de que existen universales, no sólo en la mente interior de las personas sino como realidad, y además que es posible acceder a su conocimiento.
De manera sencilla, el concepto de universal viene del latín universalis, que significa general. Este término filosófico se empleaba corrientemente en la filosofía escolástica medieval y se utilizaba para designar conceptos generales: la especie, el género y la universalidad. Desde esta perspectiva, podemos encontrar por un lado los que adherían a que los universales existen “antes que las cosas”, idealmente y por otro lado, los que consideraban que los universales existen “en las cosas” .
Asimismo, la cuestión de los universales desató una fuerte polémica con los nominalistas, quienes negaban la existencia real de los universales y afirmaban que en la realidad sólo existían elementos o cosas particulares perceptibles a través de los sentidos. Para el nominalismo los universales sólo existen en el intelecto, “después de la cosa”, en forma de construcciones mentales y hasta no son más que palabras.
En términos generales, se puede decir que lo universal es lo opuesto a lo particular, como lo es lo abstracto con respecto a lo concreto. De manera que, los universales se conciben entonces como entidades abstractas a diferencia de los particulares que son entidades concretas y singulares.
Universal es aquello que se predica como común a todos y de cada uno (de los individuos de una totalidad, bien sea esta de ámbito absoluto, como por ejemplo el ser, o de ámbito más reducido, como el hombre, el animal, etc.). Se refiere a una cosa muy definida y precisa que no puede faltar de ninguna manera en todos y cada uno de los individuos en la totalidad expresada por el concepto.
Tal como fue expuesto por Aristóteles en su Metafísica, «El universal, por lo contrario, es común a muchos seres; porque lo que se llama universal, es lo que se encuentra, por la naturaleza, en un gran número de seres. ¿De qué será el universal sustancia? Lo es de todos los individuos, o no lo es de ninguno; y que lo sea de todos no es posible. Pero si el universal fuese la sustancia de un individuo, todos los demás serían este individuo, porque la unidad de sustancia y la unidad de esencia constituyen la unidad del ser. Por otra parte, la sustancia es lo que no es atributo de un sujeto, pero el universal es siempre atributo de algún sujeto».
El universal es objetivo, es decir, el mismo para todos los entendimientos que funcionan correctamente en la captación de la esencia común, que aglutina en torno a si misma un cierto número de realidades singulares. Desde el momentolen que el entendimiento se relaciona correctamente con la cosa y capta el universal, el pensamiento se unifica, y todos los seres humanos entendemos lo mismo conceptualmente hablando, respecto al conjunto de entidades concretas que estamos viendo, oyendo, oliendo, gustando y tocando. Lo dicho equivale a encontrar una de las llaves que permite el acceso a lo verdadero según el pensamiento de Santo Tomás de Aquino.
Por el contrario, la posición de Guillermo de Ockham (1285-1347), constituye la abierta negación de todas las cuestiones que en la filosofía medieval estaban ligadas de alguna manera a la concepción platónico aristotélico-tomista de los universales, o sea los principios expresados por el catolicismo. Para Ockham, el individuo, el ser concreto, singular, ratificándose a sí mismo como única realidad existente con todas sus consecuencias. El status ontológico del universal ha cambiado radicalmente. Como se mención antes, desde el punto de vista de la filosofía tomista, el universal es objetivo, esto es, el mismo para todos e independiente del sujeto que lo afirma; en cambio para el enfoque nominalista el universal es subjetivo.
Para Ockham el universa,l es particular en cuanto que es algo que existe en la mente, o como él dice una intención singular del alma, pero es universal en cuanto es signo de muchos: «Hay que sostener que todo universal es una realidad singular y que por lo tanto no es universal sino en la significación porque es signo de muchos». Y esto es lo que dice Avicena en el libro V de la Metafísica: Esta forma, aunque, comparada con los individuos, es universal, sin embargo, comparada con el alma singular, en la cual está impresa, es individual, ya que es una de las formas que está en el entendimiento.
Quiere decir que el universal es una intención singular del alma, apta naturalmente para ser predicada de muchos, de suerte que por este hecho de tener aptitud para ser predicada por muchos, no tomada por sí, sino por esos muchos, se le llama universal, y por el hecho de ser una forma existente realmente en el entendimiento, se le llama singular. Y así, singular dicho en el primer sentido se le atribuye al universal, pero no tomado en el segundo sentido; a la manera como decimos que el sol es causa universal, y sin embargo, es verdaderamente una realidad particular y singular y, por lo mismo, una causa singular y particular. Se llama causa universal al sol porque es causa de muchas cosas, de todos los seres inferiores generables y corruptibles. Se le llama causa particular porque es una sola cosa y no muchas” (Summa logicae o Suma de lógica)
Resumiendo, lo que comienza a preponderar con los nominalistas es lo que el sujeto pone en la constitución de la realidad, y no lo que recibe como real desde fuera de su propia existencia. La realidad como construcción de carácter convencional y humano, producto de las interacciones entre los individuos. Interacciones que despliegan una condición simbólica que conformar y además son parte, de la realidad como constructo, donde el universal funciona como una palabra acordada que sirve para designar un conjunto de realidades concretas.
La sociología contemporánea tomó estos principios del nominalismo como base para desarrollar un conjunto de teorías sociales. Podemos citar a P. Berger y T. Luckmann (1966) y en obra escrita por ambos, La construcción social de la Realidad, donde se parte del legado del nominalismo. Ellos se preguntan ¿Cómo es posible que los significados subjetivos se vuelvan facticidades objetivas? Y también establecen que la tarea de la sociología del conocimiento, es captar la forma en que cristaliza, para el sentido común del hombre de la calle, una «realidad» ya establecida. Los social y lo individual forman parte de un proceso de construcción simbólica donde se naturalizan formas de pensar, creencias, identidades y normas sociales, entre otros. Lo que el individuo considera como verdad objetiva no es ni más ni menos, que la consecuencia de este proceso de construcción. No hay nada de universal objetivo ni de absoluto que no sea un constructo social.
Incluso en el pensamiento posmoderno, en donde se explaya una concepción individualista como principio y se cuestiona la existencia de la Verdad objetiva y común a todos. Ahora la verdad es interpretable y cuya demostración no es ya con base a hechos contrastables o principios filosóficos, sino es con base a las emociones y a las sentimientos de cada individuo. Se rechaza toda idea de trascendencia, se cuestionan las religiones, pero también al racionalismo de la ilustración. Para el filósofo italiano Gianni Vattimo (1936), estamos en una era en la cual ya no es posible construir grandes relatos ya que no existe una verdad incuestionable, sólo hay ejercicios interpretativos singulares en un tiempo histórico determinado. Para Vattimo, no es ese Dios que mantiene “unido” el mundo, no esa “luz divina de la razón” que “debe recobrar su fuerza efectiva en el seno de la Humanidad”, sino un “dios” hermeneútico fruto de la convergencia de interpretaciones plurales y diversas. Es nuevo “dios” posmoderno y hermeneútico al que hace mención Vattimo, no constituiría “una entidad metafísica dotada de forma objetiva, sino que remitiría más bien a un problema que debemos plantearnos a la luz de las condiciones y exigencias del momento histórico que nos ha tocado vivir.
¿Qué consecuencias tiene todo esto?, ¿Cómo afecta a la constitución de un orden social cristiano? ¿Es factible todavía una sociedad con una cultura cristiana?
Primeramente podemos decir que se trataría, en definitiva, de superar todo monoteísmo metafísico. Ya no existiría un Dios católico verdadero, Cristo sería una deidad mas entre muchas. Se acusa al catolicismo tradicional de dogmático, rígido y hasta represivo. La figura de Jesucristo viene re-significada desde una perspectiva ya no desde lo Absoluto, sino desde lo singular. Lo histórico y el relativismo son las fuentes para dicha re-significación.
Siguiendo a Jean Ousset, especialmente en el plano religioso, la fe no sería ya este asentimiento dado por la inteligencia, bajo los fuegos de la gracia, a una enseñanza (dogmática y universal) recibida «ex auditu», sino que es fatalmente que se convierta, en algo imperiosamente lógico que devenga ese «sentido religioso ciego que brota de las profundidades, tenebrosas de la subconsciencia moralmente informada bajo la presión del corazón» (Introducción a la Política).
La cultura cristiana ya no se percibe como la base y fundamento de un orden social. El mismo Papa Francisco en su discurso del mes de diciembre de 2019 decía: ”Hermanos y hermanas: No estamos más en la cristiandad.
Hoy no somos los únicos que producen cultura, ni los primeros, ni los más escuchados. Por tanto, necesitamos un cambio de mentalidad pastoral, que no quiere decir pasar a una pastoral relativista. No estamos ya en un régimen de cristianismo porque la fe —especialmente en Europa, pero incluso en gran parte de Occidente— ya no constituye un presupuesto obvio de la vida común; de hecho, frecuentemente es incluso negada, burlada, marginada y ridiculizada”.
Lo lamentable es que este diagnóstico del Papa Francisco, incluye a gran parte de la jerarquía eclesiástica y al clero. Posturas tales como el ecumenismo no hacen más que diluir la figura de nuestro Señor Jesucristo volviéndolo abstracto, necesitado de una hermenéutica de lo actual. La afirmación de que ya no estamos más en la cristiandad, asume que los principios universales relevados por Dios y que se manifestaron en la Iglesia por más de dos mil años ya no son “útiles” para el mantenerse de la Iglesia en el mundo. Es como que la historia y su dinámica determinan que tipo de cristianismo tenemos y ya no la doctrina dogmática.
Ni hablar del Reinado Social de Jesucristo, hoy opacado y olvidado por una pastoral social de ONG, aceptando la abismal separación entre las instituciones y sus marcos normativos con respecto de la doctrina católica. Una vez más percibimos como la fe se reduce a la conciencia interior, la Palabra de Dios se recluye en un cuarto y en su libre interpretación. Todo pasa a ser singular, lo general es sólo un nombre que se despliega como una construcción histórica y social. Nada más que eso. Sólo queda entonces la praxis, las acciones pastorales sin doctrina universal, sólo acciones simpáticas a las emociones del mundo.
Por lo tanto, nos termina diciendo Jean Ousset, “la verdad para el nominalismo no «ES», «se hace», se elabora y evoluciona sin cesar. No se la posee jamás, y si l. alcanza, no puede ser más que por intermitencia. Es sobre todo «una búsqueda». Siendo sólo real lo singular fluyente, y no lo universal, lo general, se comprende que solamente el testimonio, la experiencia, la encuesta sean para el nominalismo medios de formación netamente ¡preferidos a la -enseñanza doctrinal o dogmática! (Introducción a la Política).
De todo esto se concluye que la Verdad, pasa a ser escrita en minúscula y reducida al interior de cada individuo y alejada del orden social y de toda objetividad plena. Y esta “verdad” no nos hace libres, todo lo contrario, nos esclaviza.
Leonardo Olivieri
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