Cómo la Lectio Divina puede suavizar nuestros duros corazones durante Cuaresma, un artículo de Peter Kwasniewski para LifeSiteNews
Ahora que nos estamos acercando al comienzo de la Cuaresma, es bueno considerar cómo la observaremos para así purificarnos del pecado y prepararnos para la celebración de la Resurrección del Señor. Necesitamos pensar en las oraciones y sacrificios que tomaremos antes que el Miércoles de Ceniza de repente esté sobre nosotros. De hecho, este era el propósito de todo el antiguo periodo preparatorio de la Septuagésima, el cual aún es conservado por las comunidades que utilizan el rito tradicional Romano.
Necesitamos ser concretos sobre lo que haremos, sin ambigüedades, y debiéramos incluir algo positivo, no meramente “renunciar” a esto o aquello, aunque, para estar seguros, sería una penitencia liberadora. Renunciar no solo al postre o al licor, sino a algo que (para muchos) llegue más al hueso: la televisión, las películas, el internet los domingos, etc. Aquí, sin embargo, quiero concentrarme en una positiva práctica de Cuaresma que bien podemos encontrar tan fructífera que decidiremos continuarla después: la Lectio Divina.
Los “Padres del Desierto”, los primeros monjes en el desierto de Egipto, pueden enseñarnos un montón de lecciones.
Ellos pelearon valientemente contra el mundo, la carne y el demonio y nos dejaron su sabiduría en la forma de historias y aforismos.
Abba Poimen dijo una vez:
“La naturaleza del agua es suave, la de una piedra es dura. Pero si el agua incesantemente cae gota a gota, la piedra se desgasta. Así es con la palabra de Dios. Es suave y nuestro corazón es duro, pero si uno escucha con frecuencia la palabra de Dios, abre su corazón al temor de Dios.”
Nuestro problema básico es la dureza del corazón, así que estaremos buscando cualquier recurso externo que pueda tallar una apertura al Espíritu, o mejor, para suavizarlo, como si la piedra se volviera tierra donde una nueva vida puede crecer. Dios no da la Biblia por muchas razones, pero seguramente una de las razones es para que podamos dejar que Su palabra trabaje en nosotros, día a día, para fundir nuestro congelado corazón, para penetrarlo y dar vida. Tenemos que empaparnos con la Palabra de Dios si esperamos que se convierta en algo connatural a nosotros, como el aire que respiramos, el agua que bebemos, la luz que vemos, el alimento en el que vivimos.
En su libro «La Europa cisterciense: arquitectura de contemplación», Terryl Kinder escribe: “La Lectio Divina no es estar leyendo como lo entendemos hoy en día, que es lectura informativa. La Lectio Divina es en verdad otro tipo de lectura, es decir, lectura para la transformación. Es una lenta rumia de las palabras de las Escrituras.” Kinder nos recuerda que las palabras eran leías lentamente con el movimiento de los labios, no solamente en silencio en la mente, tal como nosotros hacemos cuando leemos comúnmente. El propósito de estar diciendo las palabras suave y repetidamente es para en realidad darles espacio para “respirar”, para esconderlas en nuestros recuerdos, para ser absorbidas y hacer una diferencia en cómo nuestros pensamientos se mueven. Kinder de nuevo:
“En la Lectio Divina, a diferencia de la lectio scholastica [esto es, lectura para estudiar o curiosear], las palabras son masticadas, digeridas y absorbidas tal como la comida es masticada, digerida y absorbida. Tal como una comida física es metabolizada y transformada en material del propio cuerpo, así la lectio divina, la comida espiritual de los textos sagrados, es metabolizada y transformada en la sustancia de nuestra propia alma. Es una asimilación del texto en uno mismo.”
Al arzobispo Magrassi, en su Orando la Biblia: una introducción a la Lectio Divina enfatiza el mismo punto:
El texto bíblico…obviamente no revela toda su riqueza en una primera audición. Mucho menos puede sumergirse inmediatamente en la parte más profunda de la vida humana y convertirse en una parte vital de mundo interior de cada uno. La audiencia vital requiere amor, calma, reflexión, un estudio personal profundo del texto (…) No es suficiente comer, debemos asimilar, o como dirían los antiguos, “rumiar.”
Esta imagen de una vaca mascando su comida (rumiación) es a la vez una verdad humildemente divertida y profunda. Nos beneficiamos al máximo al elegir un Evangelio o una Epístola de San Pablo leyéndola lentamente, capítulo por capítulo, durante la Cuaresma, incluso si releemos partes de estos más de un día consecutivo. También podemos sacar provecho tomando el misal diario y leyendo cuidadosamente una o más lecturas del día de la misa. Es bueno que las Escrituras se lean en la misa, pero usualmente transcurre muy rápido para ser de mucho beneficio en este particular momento. Tenemos que “surcarlas” más de una vez. Cuando caminamos lentamente a través de una lectura en solitario, algo que pudimos haber escuchado muchas veces en Misa sin mayor atención puede que de pronto nos golpee y nos transforme.
De esta manera, las palabras de Magrassi, “al profundizar se convierte en personalización” Dios habla a su pueblo, sí, pero Él también habla a cada persona. Su Palabra es tan inagotablemente poderosa que es “hecha a medida” para mí. “Su Palabra toma un tono y una resonancia especial para mí, una función de un plan especial y único que Él tiene para mi vida. (…) Lo que el Señor dijo primero a todos, lo escucho dirigido a mí. Escucho una Palabra que responde a mis problemas, iluminando mis pasos, expresando mi ideal.”
¿Dónde aprendemos a cómo escuchar?
En la tranquilidad, cuando no estamos trabajando, actuando, haciendo, sino simplemente estando presente. Tenemos que luchar contra nuestra caída tendencia de ser “impulsores y agitadores” a ser más humildes pordioseros que reciben todo de la mano del Señor. Desde luego, una vez que recibimos algo necesitamos actuar sobre eso y así finalmente no existe una contradicción entre receptividad y acción, estar siendo y estar haciendo. Pero hay una primacía respecto de lo primero que es ampliamente descuidada o incluso negada por el Pelagianismo de la civilización moderna. “¿Qué tienes tú que no hayas recibido?” es el lema del cristiano: “Soy un hombre que se ha hecho a sí mismo” es el lema del Occidente moderno.
En esta Cuaresma vamos primero a ser receptores de la Palabra, como nuestra Señora así entonces podremos ser hacedores de esta. Dediquemos diez o quince minutos (o más si pueden) a primera hora del día, a sentarnos con la Biblia (y quizás con una taza de café o té, que alguno encontrará de ayuda indispensable para la temprana oración de la mañana). Comencemos con una oración, y dediquémonos a la lenta lectura de un breve pasaje, haciendo las palabras con nuestros labios, repitiendo los versos, ponderando y dejando que las palabras extraigan desde sí una respuesta en tus propias palabras, en forma de una oración al Señor.
Para una lectura complementaria, altamente recomendados son estos artículos de Dom Mark Kirby, o.s.b. en Vultus Christi:
Lectio Divina: La Eucaristía de la Inteligencia
San Jerónimo y la Lectio Divina
Peter Kwasniewski
*Nota de edición: La fotografía pertenece al artículo original publicado por lifesitenews. MarchandoReligion declina toda responsabilidad
Puedes leer este artículo, «La Lectio Divina suaviza nuestros corazones durante Cuaresma», en su sitio original en inglés aquí: https://www.lifesitenews.com/blogs/how-lectio-divina-can-soften-our-hard-hearts-during-lent
Cuaresma es un tiempo de penitencia y de oración, te invitamos a leer este artículo en nuestra sección de Espiritualidad
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