El hombre nuevo y la fraternidad cósmica. 3ª parte-MarchandoReligion.es

Catolicismo y Política. El hombre nuevo y la fraternidad cósmica. 3ª parte

En esta parte seguimos reflexionando sobre los puntos desarrollados en los dos artículos anteriores referidos a la doctrina del inmanentismo religioso y sus implicancias en la actualidad. Vemos la consolidación de una iglesia sociológica que privilegia el sentimiento religioso por sobre lo dogmático.

Catolicismo y Política. El Hombre nuevo y la Fraternidad Cósmica. Tercera parte.

El hombre, como ya hemos visto en los dos anteriores artículos, guarda en su interior un estado de naturaleza pura e inocente. Ese estado natural se manifiesta en los sentimientos de bondad, de solidaridad, empatía, de altruismo hacia los otros seres humanos. Recuperar esa condición natural originaria de bondad constituye el fundamento de una nueva humanidad y de un ordenamiento social justo.

Pero también estos sentimientos reflejan el único conocimiento posible de Dios. No existe posibilidad alguna, ya sea por un conocimiento del mundo externo, datos provenientes de los sentidos, por medio de la razón e incluso del algún documento histórico, de alcanzar un conocimiento concreto y objetivo de Dios.

Estamos entonces ante lo que se denomina inmanentismo religioso. A Dios no se lo puede conocer de manera racional, ni mucho menos existen dogmas o doctrinas referidas a la existencia objetiva de Dios. Todo lo contrario, es un sentimiento que consiste en una necesidad de lo infinito que posee el ser humano, es una percepción de lo efímero e indigente ante la grandeza de lo trascendente y de lo incognoscible. Es un sentimiento necesario que surge de la imposibilidad de conocer a Dios racionalmente.

Por lo tanto, esto es lo que consiste básicamente el principio fundamental de inmanencia religiosa: la divinidad surge interiormente ya no por vía del conocimiento racional y objetivo, sino por medio de un sentimiento que es la causa principal de toda religión. Según palabras del Papa San Pio X en su Encíclica Pascendi Dominci Gregis : ”En consecuencia, el sentimiento religioso, que brota por vital inmanencia de los senos de la subconsciencia, es el germen de toda religión y la razón asimismo de todo cuanto en cada una haya habido o habrá.”

Hay dos elementos que son fundamentales en el pensamiento moderno: el antropocentrismo y el encierro de Dios en la conciencia interior de los hombres. Es el hombre que al relacionarse con el mundo, no sólo lo interpreta sino que lo construye. Todo lo que existe es el reflejo de su conciencia, de sus construcciones mentales. Lo mismo ocurre con Dios, que no se puede conocer objetivamente y es como se dijo más arriba, el resultado de un sentimiento.

Pero esta manera de concebir a Dios en base a la centralidad del hombre, tiene dos características importantes, siguiendo a lo planteado por Miguel Jose Gambra en su artículo el Modernismo Religioso. “La mente o conciencia es, en primer lugar, común a todos los hombres en los cuales se da siempre, de manera más o menos oscura, el sentimiento religioso. En segundo lugar, la conciencia, en todos sus aspectos, se caracteriza por tener la inestabilidad de lo viviente, por estar en permanente transformación o cambio.”

Estos dos características tienen importantes implicancias ya sea en el concepto de Dios y también en la relación entre el hombre y lo divino. Por un lado, al decir que la mente o la conciencia es común a todos los hombres implica que el sentimiento religioso y el conocimiento de Dios por medio de éste es propio de todos los hombres. Todos los seres humanos por medio de este sentimiento religioso acceden a Dios, independientemente de cómo se llame o el nombre que se le de. La caracterización de Dios es por lo tanto, meramente simbólico-cultural, o sea son las condiciones culturales de una sociedad determinada que imprimen las propiedades y cualidades del concepto de Dios. En este caso, Zoroastro es lo mismo que Jesús, es más no importa como se lo llame, sino el sentimiento que dicho nombre presenta en cada ser humano. Ese sentimiento, ya hemos dichos, es propio de ese hombre natural.

En palabras de Miguel Jose Gambra : “La universalidad de la conciencia conlleva, en primer lugar la confusión de lo natural con lo sobrenatural: la presencia de Dios se manifiesta a todo hombre como sentimiento de lo infinito, esto es como una afección natural y común a todos, como común a todo hombre es la alegría o la tristeza. De ahí una primera consecuencia, y no la de menor importancia: se sobrenaturaliza la naturaleza humana. En otras palabras, se confiere a la naturaleza del hombre, a todo hombre por el hecho de serlo, el beneficio de la revelación y de la gracia, cosa que para la doctrina católica sólo es propia de los bautizados”.

Estamos ante una “iglesia” sociológica en donde las condiciones de la estructura social, histórica y cultural determinan la manera en como ese sentimiento religioso se manifiesta. Lo importante para esta perspectiva no constituye la existencia de doctrinas o dogmas, ya que no hay una objetividad externa, sino que lo fundamental es llegar a ese sentimiento religioso.

Lo que se logra es por un lado terminar con una concepción dogmatica de lo divino, ya no hay leyes divinas, no hay orden natural objetivo, no hay revelación externa, ni gracia. Sólo queda esa sensación, ese sentimiento de Dios que cada ser humano (que vive en un tiempo y una cultura determinada) manifiesta.

Volvemos a esa idea de hombre natural rousseauniano privado de todo dogmatismo intelectual y libre de sus ataduras, que re-descubre en su interior sus sentimientos, que en realidad son su verdadera esencia. Los dogmas no son más que manifestaciones culturales de la expresión del sentimiento religioso, son modalidades por medio de las cuales se expresa el sentimiento religioso. De ahí que como toda manifestación cultural tiende a cambiar, a evolucionar, lo que hace que no existan dogmas estáticos e inmutables. De ahí que, los dogmas no expresan verdad alguna sobre lo real y objetivo, sólo son expresiones.

Así es que los dogmas son mutables y tienen a cambiar según las circunstancias históricas, en base a la situación particular de cada comunidad religiosa, del grado desarrollo material, productivo, científico de una sociedad determinada, según evolucionen las modalidades de sociabilidad y las diferentes formar de expresión. Como ya hemos dicho, los dogmas no son más formas expresivas de carácter transitorio del sentimiento religioso.

SI los dogmas o las doctrinas no son producto de la revelación, sino que constituyen simples maneras culturales de expresión, lo importante entonces centrarse en la vida y su fluir constante. El hombre renovado es aquel que deja lo dogmatico, que se aleja de las disputas y que fluye en las relaciones con los otros privilegiando los sentimientos. Lo importante es ser lo que uno siente, vivir intensamente la vida.

Ahora bien, el problema surge en cómo coordinar las acciones de los individuos y no caer en relaciones perversas fundadas en el individualismo exacerbado y el egoísmo. Es aquí donde se presenta otro sentimiento que es el de hermandad universal.. Este tema lo desarrollaremos en el próximo artículo.

Leonardo Olivieri

Catolicismo y Política. EL Hombre Nuevo y la Fraternidad Cósmica, pueden leer la primera parte en nuestra página: El hombre nuevo y la fraternidad cósmica, 2ª parte

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Author: Leonardo Olivieri
Tradicionalista Catolico, Licenciado en Ciencia Potitica por la Universidad de Buenos Aires, posgrados en ecomonia e integracion regional. Además músico.