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La Eucaristía: Solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor

MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO

«La Eucaristía: Solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor», Rev. D. Vicente Ramón Escandell

Relato evangélico (Lc 9, 11b-17)

Jesús los acogía, les hablaba del reino y sanaba a los que tenían necesidad de curación. El día comenzaba a declinar. Entonces, acercándose los Doce, le dijeron: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado». Él les contestó: «Dadles vosotros de comer».

Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para toda esta gente».  Porque eran unos cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: «Haced que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno». Lo hicieron así y dispusieron que se sentaran todos. Entonces, tomando él los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que les había sobrado: doce cestos de trozos.

Comentario al Evangelio

El evangelista san Juan desarrolla en su capítulo 6 toda una teología sobre la Eucaristía, en la cual, entre otras cosas, se afirma la verdad de la presencia real de Cristo bajo las especies del pan y del vino. Esta presencia no es ni figurada ni simbólica, la misma dureza de las palabras de Jesús descartan esta interpretación, sino que es real y sustancial. Las palabras de Jesús: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida son toda una declaración de la verdad sobre la esencia de la Eucaristía que, como señala el propio san Juan, fue inaceptable para muchos de los que le escucharon en Cafarnaúm. Más adelante, en el contexto de la Ultima Cena, las palabras mismas del Señor ratifican, solemnemente, lo dicho en Cafarnaúm: Tomad y comed, esto es mi cuerpo (…) Bebed todos de él, porque está es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada por muchos para remisión de los pecados. Estas son las palabras que san Pablo transmite a los corintios, y que a su vez le han sido transmitidas a él por los Apóstoles, primeros depositarios de ellas. La fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, pues, se enraíza en la misma Tradición apostólica que, fiel a las palabras de Jesús y a su sentido, nos han sido transmitidas y que constituyen el corazón de la Santa Misa, renovación incruenta de su sacrificio en la cruz.  

Reflexión

La autenticidad de nuestra unión con Cristo sacramentado ha de traducirse en nuestro amor verdadero a todos los hombres, empezando por quienes están más próximos. Habrá de notarse en el modo de tratar a la propia familia, compañeros y vecinos; en el modo de vivir en paz con todos; en la prontitud para reconciliarse y perdonar cuando sea necesario[1] afirmaba san Juan Pablo II.

La Eucaristía, sacrificio y sacramento, es también signo de unidad y de caridad; por esta razón, la Iglesia celebra en el marco de esta solemnidad el Día de la Caridad. La participación en la Santa Misa no es sólo un acto de piedad individual, sino también comunitario: el Pueblo de Dios se reúne ante el Altar del sacrificio para acoger la gracia que de él procede y unirse más íntimamente a su Señor y Redentor a través de la comunión eucarística. Cada vez que comulgamos, haciéndolo con las debidas disposiciones, nos vamos configurando con Aquel a quien recibimos, adquiriendo sus mismas entrañas, es decir, sus mismos sentimientos y actitudes. Esta configuración con Cristo nos lleva a salir de nosotros mismos e ir al encuentro del prójimo, del necesitado, procurando, a través de la oración y de las obras de misericordia, mejorar sus condiciones de vida, ayudándole a recuperar su dignidad tanto de persona como de hijo de Dios. Sin el apoyo de la Eucaristía, sin la gracia de Dios, nuestra caridad estaría vacía de contenido sobrenatural, quedándose en un mero humanismo que sólo busca cubrir las necesidades temporales, olvidando las espirituales; esta no sería caridad cristiana, porque esta, para serlo, necesita de esa configuración interior con Cristo, para que realmente nuestras obras sean las suyas. Que la celebración de esta solemnidad, pues, acreciente nuestro amor a la Eucaristía como fuente de gracia, vida y caridad, que nos configura en el ser y en el obrar con Nuestro Señor Jesucristo.

Testimonio de los Santos Padres

San Cirilo de Jerusalén (315-356)

<<A continuación, después de habernos santificado con estos canticos espirituales, hacemos oración al benigno Dios para que mande el Espíritu Santo sobre las ofrendas puestas sobre la mesa, a fin de que conviertan el pan en el Cuerpo de Cristo, y el vino, en la sangre de Cristo; y que todo aquello que siente el contacto del Espíritu Santo sea santificado y transformado.>>

Quinta catequesis mistagógica.

Oración

Oh Señor, que has querido permanecer sacramentalmente bajo las especies del Pan y del Vino, fortalece y consuela a tu pueblo durante su peregrinación por el mundo; que configurados contigo realicemos tus mismas obras y logremos, así, que tu Reino venga a nosotros. Tú que vives y reinas, por los siglos de los siglos. Amen.


[1]Homilía en el acto eucarístico de adoración nocturna en Madrid, 31-X-1982

Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad

Magistral artículo de D. Vicente sobre la Eucaristía, ¿Quieren leer el artículo de nuestro Reverendo que ha dado la vuelta al mundo y que ha conseguido que muchas personas se animen a una práctica muy edificante? ¿saben de qué les hablamos? La Liturgia de las horas


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Author: Rev. D. Vicente Ramon Escandell
Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad: Nacido en 1978 y ordenado sacerdote en el año 2014, es Licenciado y Doctor en Historia; Diplomado en Ciencias Religiosas y Bachiller en Teología. Especializado en Historia Moderna, es autor de una tesis doctoral sobre la espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús en la Edad Moderna