En la experiencia del periodo en que está en marcha la causa de beatificación de la Sierva de Dios Laura Aguirre , puedo decir que el factor que me parece fundamental para definir un proceso como éste es la devoción.
Esto parece algo evidente, pero requiere una explicación.
La santidad es algo que, en última instancia, conoce Dios y se produce en un ámbito espiritual. Sin embargo, se manifiesta en hechos, conductas, obras. Signos visibles, en suma.
Una persona destacada en sentido religioso puede serlo por diversos motivos. Tener una gran influencia en la sociedad y una gran proyección pública y mediática –Teresa de Calcuta, Juan Pablo II-. Poseer un carisma arrollador y capacidad de manifestar actos sobrenaturales –padre Pío-. Fundar una gran institución universal –Escrivá-. Existe una gran diversidad de tipos humanos, de perfiles sociales en el mundo de la santidad.
Todos estos factores son relevantes, pero, llegado el caso, pueden ser secundarios o, por lo menos, no imprescindibles.
Hay un factor que sí me parece imprescindible: la devoción. Las personas que tratan al posible santo captan, intuyen en él una comunión especial, íntima con Dios y piensan que puede ser un camino para llegar a Él en la oración. Por ello se encomiendan a esta persona, a la que consideran un intermediario válido. Esto es lo que llamamos devoción, que distinguimos de la adoración, que sólo a Dios está destinada. Esta devoción se manifiesta primero en las personas que conocieron al Siervo de Dios y, luego, se va extendiendo más allá en el tiempo, en el espacio, en las generaciones.
¿Qué ve la gente en el futuro santo para que perciban esa cualidad? Es difícil de definir. Entramos en el terreno delo inefable.
Una testigo cuenta cómo conoció a Laura Aguirre, con la que apenas habló en un par de ocasiones, y tuvo la certeza de que estaba tratando con una santa. No hablaron de ningún tema especial ni compartieron experiencias extremas. Su trato puede calificarse de cotidiano y normal. Y sin embargo… A partir de ahí, dice que se encomendaba a ella. Tenemos testimonios de personas que acuden a ella en caso de necesidad, enfermedad, problema. Incluyo los hay que reconocen que la recuerdan y se encomiendan a ella diariamente, como una costumbre.
¿Podemos hablar de una intuición, de una percepción que no tiene una explicación lógica? Estas personas no son teólogos ni sociólogos ni historiadores. Forman lo que se llama el “pueblo de Dios” y ellos son los que comienzan a mover las aguas de la fama de santidad, aunque la decisión final tome, como corresponde a un organismo jerárquico, a la autoridad. Es sabido que, a lo largo de la historia de la Iglesia, el “sensu fidei” del pueblo ha creado corrientes de opinión, devociones, costumbres que luego han cristalizado en dogmas (la Inmaculada Concepción, la Asunción).
Así también ocurre en las causas de beatificación. Independientemente de la proyección social, del currículum, de las obras, del legado doctrinal y literario, lo que es determinante es la devoción del pueblo de Dios, que convierte a los santos en luces que alumbran el camino, en cauces por donde fluye la oración.
Tomás Salas
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