En nuestra sección de espiritualidad pueden seguir las meditaciones que nos propone el Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad: “MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO“, en las que partiendo del relato Evangélico, profundizamos en la vida del Señor. Hoy: «Jesús en la sinagoga de Nazaret» (primera parte)
MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO
Jesús en la Sinagoga de Nazaret un artículo del Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad
Relato evangélico (Lc 1, 1-4.14-21)
Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, ilustre Teófilo, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Comentario al Evangelio
Inicia san Lucas su evangelio con una declaración de intenciones: que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido. El santo evangelista ha realizado su obra para transmitir la vida, obra y doctrina de Jesús a la posteridad, completando la labor de sus hermanos Mateo y Marcos, la cual, se vería coronada, por la de Juan, el evangelista teólogo y místico. Tras presentarnos los hechos que rodearon la infancia de Jesús, Lucas inicia su ministerio público con una gran obertura, con toda una declaración de intenciones, que revela lo que serán los tres años del ministerio de Jesús. A través del texto de Isaías, leído ante el pueblo allí reunido, Jesús manifiesta que lo que el profeta anuncio, inspirado por el Espíritu Santo, se ha cumplido en su persona: Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír. Con esta breve “homilía” Jesús da inicio a su predicación, una predicación que no estará exenta de dificultades, de incomprensiones, de persecuciones…, pero que será imparable, que es imparable. La palabra de Dios no está encadenada[1], dirá más tarde san Pablo a su discípulo Timoteo, porque no hay poder en la tierra que pueda frenar la fuerza del Espíritu Santo que la inspira y que guía a la Iglesia, como a San Pablo, en la prolongación en la historia del anuncio del año de gracia del Señor, iniciado en la sinagoga de Nazaret.
Reflexión
El Espíritu Santo, por quien la voz del Evangelio resuena viva en la Iglesia, y por ella en el mundo, va induciendo a los creyentes en la verdad entera y hace que la palabra de Cristo habite en ellos abundantemente[2] nos recuerda el Concilio Vaticano II. Uno de los elementos más notables de la celebración eucarística es la lectura de la Palabra de Dios, elemento que el cristianismo adopto del culto sinagogal.
Como Jesús en Nazaret, diariamente la Palabra de Dios es leída y escuchada en nuestras celebraciones, y es explicada por el obispo, sacerdote o diacono, en el ejercicio de su función magisterial. Esta Palabra divina leída, escucha y explicada no es un elemento accesorio a la misma sino fundamental y, en cierto sentido, preparatorio para el sacrificio eucarístico. No es el mero recuerdo de algo que ha pasado o la recitación de hermosos poemas fruto del arte humano, sino que tiene una eficacia real en el alma de quienes la escuchan; en el marco de la celebración eucarística y por la acción del Espíritu Santo, asistimos a una actualización de los hechos proclamados en nuestro tiempo y lugar.
Dios nos habla, en ese momento, a través de los profetas, apóstoles y salmista, y, al ser proclamado el Evangelio, es su Hijo mismo quien nos habla, nos exhorta, nos reprende o nos perdona.
Y ese mismo Espíritu que actualiza la Palabra divina, es el que dispone nuestros corazones para acogerla, obrando en nosotros las mismas maravillas que escuchamos y preparándonos para el momento cumbre de la celebración que es la venida del Hijo de Dios, la Palabra hecha carne, al altar del sacrificio. De ahí, que si nos preparamos para el momento de la consagración, también deberíamos hacerlo para la escucha de la Palabra, para acoger en nuestro corazón a Aquel que recibiremos sacramentalmente en la comunión.
Las mismas actitudes que tenemos ante la comunión sacramental deberíamos tenerlas en ese momento de la celebración: el silencio, la contemplación, la conciencia de que acogemos a Dios en nuestro corazón al escuchar su Palabra…, actitudes todas que brillaron en la Virgen María que, acogiendo a la Palabra en su corazón antes que en su seno, se nos presenta como el modelo perfecto de participante en la Eucaristía: siempre atenta a la Palabra para dejarse transformar por ella y acogerla en su interior.
La voz de la Iglesia
Concilio Vaticano II (1963)
[Cristo] está presente [en su Iglesia y en la acción litúrgica], por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos.
Constitucion Dogmatica sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium (n. 8)
Oración
Señor y Dios nuestro, cuya Palabra habitó entre nosotros,
haznos fieles oyentes de la misma; que siguiendo el ejemplo de la
Bienaventurada Virgen María, nos dejemos transformar por ella a través de una
atenta y piadosa escucha de la misma. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
[1] 2 Tim 2,9
[2] DV 8
D. Vicente Ramón Escandell, pbro.
Esperamos que hayan disfrutado con esta meditación: “Jesús en la sinagoga de Nazaret”.
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