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Construir un oratorio familiar

Beatrice Atherton nos habla de algo que a día de hoy puede convertirse en una necesidad: construir un oratorio familiar. En el artículo, nuestra compañera lanza un mensaje claro: » la capilla está a disposición de cualquier sacerdote tradicional que quiera venir, y no pasará quizás mucho tiempo para que las circunstancias dentro de la Iglesia los hará buscar donde rezar la Misa de siempre. Aquí encontrarán un lugar y serán bienvenidos. «

Construir un oratorio familiar para la Misa Tradicional, Beatrice Atherton

Cuando R.H. Benson ejercía como capellán católico en la Universidad de Cambridge examinó seriamente su manera de servir mejor a Dios en este mundoy confiesa, en una carta dirigida a su madre, que parece que Dios Todopoderoso lo estaba llamando a vivir una especie de apostolado de ermitaño moderno, y una de las razones que da para llegar a esa conclusión es que Dios le ha dado desear esto ardientemente y este deseo iba creciendo año tras año incansablemente.

Estoy segura que muchos de ustedes han pasado por esta misma experiencia: esa santa idea que está una y otra vez presente en la mente y que no dejará de hablar, o de gritar si fuera necesario, hasta que no se lleve a cabo.

Pues bien, algo parecido me ocurrió hace años: el ferviente deseo que en nuestra finca o campo, como lo quieran ustedes llamar, debíamos construir – no sé cómo ni con qué recursos – una capilla familiar, un pequeño oratorio para uso exclusivo de la Misa Tradicional. Tenemos un terreno bastante grande y necesitábamos tener un lugar como familia para rezar. No era fácil emprender algo así, no solo porque nuestros recursos eran muy limitados ya que habíamos tenido malos años por los precios bajos de nuestros productos, sino que además, no teníamos idea de cómo construir una capilla, sus especificaciones técnicas, la formalidad de las dimensiones de un altar, entre otras cosas.

Finalmente los recursos llegaron y le encargamos los planos a un arquitecto. Confieso que mi idea para el oratorio era más bien una capillita pequeña, lo suficiente para nuestra familia, y me sorprendió que el arquitecto nos diseñara una capilla casi al estilo de esas que se construían en los fundos hace más de un siglo, y bueno, era casi imposible poder construir una cosa tan grande.

 ¿Qué hacemos? – pensamos con mi esposo – ¿Qué tal si construimos algo similar a lo proyectado por el arquitecto, pero en una proporción menor? Dios lo quiere, pensaba yo, esta idea está en mi cabeza todo el día, y no solo porque creía que necesitábamos un oratorio para nosotros, sino porque estaba convencida que debíamos hacer esto para los malos tiempos que algún día van a llegar. ¿Qué malos tiempos? Aquellos que alguna vez vendrán en que los sacerdotes que quieran rezar la Santa Misa Tradicional ya no podrán hacerlo en forma pública o simplemente serán perseguidos por ser tradicionales y su apostolado será cada vez más complicado.

Puede que sea en un corto, mediano, o en un largo plazo, eso yo no lo sé, y puede que ni yo ni mi esposo estemos vivos cuando eso suceda, pero si esto llega a ocurrir, nuestros necesitados tendrán en este oratorio un solar tranquilo, alejado del mundo, rodeado por la naturaleza donde podrán rezar en paz la Santa Misa Tradicional. También serviría para que ahora puedan venir sacerdotes que quieran pasar algunos días de vacaciones y descansar en una ermita junto a la capilla. Muchas ideas, pocos recursos. No importa, si esto es la voluntad de Dios, Él mismo nos dará los medios, el tiempo y la salud para concretar este anhelo.

Comenzamos entonces la primera parte de la construcción, en el mes de julio del año 2011. Un carpintero y sus ayudantes fueron dando forma a esta locura…sí, porque los que sabían lo que estábamos haciendo nos tildaron de locos. ¿Cómo se le puede ocurrir a esta familia destinar el dinero que podría ocuparse para salir, por ejemplo, de vacaciones, en una capilla? ¿Quién se construye una capilla tradicional hoy en su campo? Nosotros…los locos tradi.

Poco a poco fue tomando forma. Nos hicimos asesorar por algunos amigos tradicionales para el detalle del altar, por ejemplo, y sus dimensiones. Llegamos a construir la tercera parte del oratorio y el presupuesto se nos acabó. No iba a ser fácil terminarla. Además, estaba el conseguir los ornamentos y todo el mobiliario. Y claro, Dios nos fue poniendo en el camino aquello que necesitábamos. Conseguimos el ara, bendecida por el obispo Valdivieso, el mismo que había participado en el Concilio Vaticano I. Un ara que parecía una verdadera reliquia, y que fue lo que primero se colocó en el altar. Luego, el mismo carpintero nos dio la información que en una ciudad cercana a la nuestra una orden religiosa estaba por incinerar unos reclinatorios y ¡un antiguo confesionario de madera de nogal!, además de estar vendiendo un par de añosos candeleros de bronce. Tener un confesionario en la capillita no estaba pensado porque este era enorme. Tuvimos que modificar algunas cosas en el diseño y compramos, no solo el confesionario, sino que también los seis reclinatorios y los candeleros.

En su primera etapa, entonces, la capilla quedó armada con un crucifijo enorme en la pared del altar, con dos sacristías, el confesionario en la planta baja de lo que será luego el campanario. Quedó cubierta con techo hasta menos de la mitad, pero era suficiente como para poder tener la primera misa. Y la tuvimos en octubre del 2011. Concurrió un padre de la fsspx, en un lluvioso y helado día de octubre, sin un techo para cubrirnos a todos, el agua inundando el suelo de cemento, pero el altar digno y seco, la capilla llena con un grupo de las SAS y de amigos que quisieron acompañarnos. Contrariamente, nos dijo aquel sacerdote en la prédica, a lo que se pueda pensar de la  lluvia de ese día de primavera no era una mala señal, sino todo lo contrario, debíamos tomarla como una bendición y así lo hicimos.

Altar : construir oratorio familiar-Marchando Religión

Con los años tuvimos varias misas tradicionales, pero costaba que los sacerdotes vinieran. Pero no me puedo quejar por esto, porque tuvimos misas en fechas significativas trayendo bendiciones y gracias para los presentes.

Sin embargo, los años comenzaron a pasar y no teníamos los recursos para terminarla. Comencé a dudar de esta locura de tener una capilla acá cuando no teníamos certeza de si íbamos a acabarla, de si íbamos a contar con sacerdotes para que vinieran a rezar la misa. Habíamos avanzado un poco con los ornamentos, los vasos sagrados, los manteles, y todo lo que suele colocarse en la credencia. Compramos unas hermosas imágenes de la Inmaculada Concepción, de San José y del Sagrado Corazón. Habíamos comprado unas casullas hermosas en un taller de ornamentos, y habíamos logrado habilitar un baño junto a una de las sacristías.

Pero seguían pasando los años y nada, no podíamos terminarla. Veía como, al estar más de la mitad a la intemperie, las maderas de las paredes estaban comenzando a deteriorarse; las vigas del techo a ser refugio de los pájaros con sus indeseables consecuencias; el Cristo del altar estaba con polvo y el improvisado techo de plástico, que cubría la parte que estaba al descubierto, se volaba una y otra vez con el viento. Fue muy frustrante ver la capilla a medias y hasta pensé en que sería mejor echarla abajo. No era digno de Dios tener algo así, a medias, pero mi esposo nunca perdió la esperanza. Había que esperar, había que confiar en que Dios nos daría una vez más los medios.

Tuvieron que pasar seis años para que, una buena cosecha de paltas, nos diera el dinero para concluir este trabajo que tanto ansiábamos. Y fue así que, en unos meses, se terminó de cubrir el techo con vigas a la vista, las paredes se forraron con madera, se colocaron un par de ventanas de pino Oregón, se habilitó el atrio; el piso se cubrió de madera también y por fin vimos este sueño, hecho por amor a Dios, realizado. Ahí estaba la capilla de los Corazones Inmaculados de Jesús y María lista para que cualquier sacerdote pudiera rezar su misa tradicional privada cuando quisiese.

Estaba nuestra capilla terminada para ir a rezar por las mañanas y por la noche las oraciones de todos los días. El año recién pasado se instaló el sagrario de madera y el ambón hecho por un artesano del sur de mi país. Y junto a la capilla ahora también, construida justo hace un año, la ermita del capellán que tuvo a su primer huésped, el padre Juan Manuel, en julio del año pasado.

Quisiéramos poder construir más ermitas para poner a disposición de grupos de fieles que quieran tener algunos días de retiro, pero eso está por verse. Lamentablemente no hemos tenido la acogida que quisiéramos para que más sacerdotes tradicionales vengan a decir la misa y a pasar unos días, si es que quisieran. Nos hemos encontrado con la curiosa experiencia de que no hay interés, en los sacerdotes que conocemos, de venir ni siquiera a conocer la capilla. Curioso…y doloroso, al menos, para mí, pero los tiempos son de Dios y la Providencia sabrá cuando enviarnos sacerdotes. Tal como ya he dicho, la capilla está a disposición de cualquier sacerdote tradicional que quiera venir, y no pasará quizás mucho tiempo para que las circunstancias dentro de la Iglesia los hará buscar donde rezar la Misa de siempre. Aquí encontrarán un lugar y serán bienvenidos.

No hay que medirse cuando se quiere entregar algo nuestro a Dios porque Él sabe de nuestro esfuerzo, de nuestras renuncias, y paga con creces, con mucho más de lo que nuestra miseria puede dar. Tener un lugar dedicado a Él es un privilegio, y no depende para nada del tamaño que el lugar tenga, de las imágenes valiosas que se posean o de lo que sea. En cualquier lugar de nuestra casa, en un rinconcito, tengamos nuestro lugar dedicado a Dios, donde podamos conversar con Él, donde podamos pedir perdón por nuestras negligencias y pecados, por nuestras infidelidades y falta de confianza y de caridad. Nosotros como familia hemos tenido la gracia de poder poner esta capilla al servicio de Dios a través de sus sacerdotes y de los fieles que quieran y puedan acompañarnos cuando tengamos misa

Pero insisto en que Dios a cada cual lo llama de manera distinta, a poner lo que Él mismo da a su servicio. Tanto valor tiene una catedral o una basílica que un pequeño altarcito en la casa. Dios ve nuestro esfuerzo y nuestro amor, y a sí como a algunos les da más, también se les exigirá en la misma proporción.

No dejen, hermanos míos en la fe, de tener un lugar en casa para rezar. Aun en medio de las grandes y bulliciosas ciudades se puede tener algo de silencio y se puede orar a Dios frente a una imagen de nuestra Señora, frente a un Crucifijo. Nuestra alma lo necesita, no podemos dejar de rezar, de rezar por los que no lo hacen, de pedir por los que necesitan de nuestros ruegos para salvar su alma. ¡Hay tanto por lo que rezar! ¡Tenemos tanto por lo que agradecer a Dios! En estos tiempos donde parece que Dios ya no forma parte de la vida de la mayoría de las personas con las que nos topamos a diario, nosotros estamos llamados, con un especial privilegio que no dimensionamos, a rezar y a tener presente a Dios en nuestros corazones durante el día. Es un don gratuito al cual debemos responder.

Beatrice Atherton

¿Quieren ver el vídeo de cómo Beatrice construyó su oratorio familiar?

https://marchandoreligion.es/2019/02/oratorio-familiar/

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Author: Beatrice Atherton
"Beatrice Atherton, esposa, madre de seis, escritora aficionada, enamorada de la Santa Misa Tradicional. Cuando el tiempo alcanza me dedico a mi blog Bensonians, dedicado a la obra de monseñor Robert Hugh Benson."