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Fundamentos de Política Católica

En este artículo intentaremos desarrollar algunos principios de la concepción católica de la política y de los ordenamientos sociales que iremos desarrollando posteriormente.

Fundamentos de Política Católica. Un artículo de Leonardo Olivieri

Con respecto a la política, la doctrina de la Iglesia Católica fija una posición concreta y clara. Si bien es cierto que a lo largo de la historia de las sociedades, surgieron diversas interpretaciones sobre tales principios, generando debates y en muchos casos, controversias importantes.

En líneas generales podemos citar al grupo progresista, al conservador y por ultimo a los tradicionalistas. Es muy común confundir a los sectores ligados con el conservadurismo con respecto a los tradicionalistas. A lo largo de esta serie artículos iremos diferenciando las diversas posturas.

Pero para comenzar nos abocaremos a desarrollar de la manera más sintética posible los conceptos fundamentales que definen los principios filosóficos del catolicismo político. No es tarea sencilla poder llevar a cabo tan tremenda abstracción sin correr el riesgo de pasar por alto detalles y conceptos.

Comenzaremos diciendo que Dios es el Creador, la realidad suprema, autor de todo lo que existe. El creó al hombre individual, familiar y social y para ello ha dictado un conjunto de preceptos, principios y valores con el objetivo de marcar el “camino” del hombre hacia su perfección y lograr así la salvación eterna. No cabe olvidar este punto: Dios no quiere instaurar por medio de la política ningún paraíso en la tierra, su objetivo final es la salvación de las almas.

A veces, se confunde la construcción del Reinado Social de Jesucristo con un sistema político en particular y la instauración por parte del hombre de una sociedad perfecta y paradisiaca. EL Reinado Social de Jesucristo es otra cosa, no es el hombre el que logrará instaurarlo sino es un simple colaborador, y si se quiere, un soldado-combatiente. Pero hay que ser conscientes que la utopía de un “paraíso en la tierra” forma parte constituyente del pensamiento del hombre moderno, aquél que por medio del ideario revolucionario, se alejó de Dios y de su Doctrina Revelada.

Sin embargo, y más allá de lo que acabamos de exponer, es Cristo, nuestro Redentor y Señor, de los hombres. Es soberano de todas y cada una de las realidades sociales y políticas del mundo. El no sólo regeneró al hombre caído por medio de su sacrifico en la Cruz, sino que también a la sociedad degradada y alejada de la única fuente de la Verdad.

El orden cristiano, hay que recordarlo desde el principio, es fundamentalmente un orden de libertad. Dios respeta la condición humana del libre albedrío, no sobrepasa la libre decisión de los hombres (tanto para bien como para mal). Sin embargo todo orden cristiano tiene sus fundamentos en una serie de principios y normas de carácter inmutables y que trascienden los hechos meramente históricos (constructos sociales) y fundan principios t figuras de la morales y de justicia. Se rechaza toda perspectiva relativista, histórica y evolucionista de los valores que deben regir a una sociedad. Pero a su vez, no son meras abstracciones que se configuran en base a la interpretación del tiempo histórico, ya que existen por sí mismos, independientemente de todo proceso interpretativo-cultural.

Sobre La constitución cristiana de los Estados. Aquí en base a lo publicado en Doctrina Pontificia Volumen II, presentaremos de manera sintética algunos puntos que conforman la base de todo orden cristiano.

  1. Los ciudadanos son respetados y sus libertades inviolables, quedando defendidos bajo el patrocinio de las leyes divinas. Sus deberes se ven definidos con sabia exactitud, y su cumplimiento, sancionado con eficacia.
  2. Las leyes se ordenan al bien común y no son dictadas por el juicio y el voto falaces de la muchedumbre, sino por la verdad y la justicia.
  3. La autoridad de los gobernantes queda revestida de un cierto carácter sagrado y sobrehumano y se ve frenada para que no se aparte de la justicia ni degenere en abuso de poder.
  4. La obediencia de los ciudadanos tiene por compañera una honrosa dignidad, porque no es sumisión de hombre a hombre, sino sumisión a la voluntad de Dios, que ejerce su poder por medio de los hombres.
  5. Por último, la libertad que defiende no lesiona los derechos de la verdad, que son superiores a los de la libertad; ni los de la justicia, que deben prevalecer sobre los del número y la fuerza; ni los derechos de Dios, que son superiores a los del hombre.

SI consideramos en detalle cada uno de estos puntos y lo extrapolamos a la vida diaria de nuestra sociedad actual nos percatamos que todo está alejado diametralmente y es antagónico a lo enunciado en el párrafo anterior.

Asistimos a un proceso histórico donde el hombre busca emanciparse completamente de Dios. La vida social de los seres humanos rechaza de lleno lo sobrenatural como así también la revelación divina. Ello implica que todo lo que tenga que ver con una idea trascendente del hombre y de la sociedad civil sea considerado como algo reaccionario que frena y limita la “libertad” del hombre.

Para el hombre moderno, libertad viene definida como la capacidad de no obedecer a ninguna otra ley más que a aquella a la que ha dado su consentimiento. No hay nada que trascienda a la voluntad de consentir que posee cada persona. No existe nada externo, ni una idea de Bien, ni una Verdad que no sea creación del propio ser humano.

Por otro lado esa idea de libertad procura el bienestar y la felicidad individual. El ser humano es considerado como aislado, no tiene una esencia social objetiva. Si se agrupa con otros seres humanos es por su propia conveniencia individual. Y si renuncia a una parte de esa libertad o delega en otros (autoridades, poder político, Estado) la gestión de su vida individual en una comunidad, es por un motivo de seguridad y de bienestar. La sociedad es una sumatoria de individuos no constituye una finalidad natural del ser humano.

En suma, para la Doctrina Católica, la sociedad y el Estado no se desarrollan sobre bases puramente humanos, sino su fundamento es de carácter divino. Todo lo contrario, los cimentos sobre los cuales se construye un ordenamiento social-político, es una conjunción de elementos religiosos y morales que se asientan sobre la Verdad revelada y además de jurídicos-legales y burocráticos (aparato estatal). Es por ello que toda pretensión de que no existe vínculo alguno entre el hombre o el Estado y Dios, Creador y legislador supremo, es totalmente contraria a la naturaleza.

Aclaremos este último párrafo. Hay que distinguir, como ya hemos dicho en párrafos anteriores, entre lo trascendente, inmutable y universal (Revelación de Dios) y el libre albedrio de los hombres. La historia es una combinación de ambos; los hombre crean condiciones nuevas, cambian su manera de vida, eso es evidente. Pero tales cambios deben medirse en base a lo trascendente y verdadero. Para la posmodernidad relativista, no existen absolutos y mucho menos una Verdad única, ya que todo es una construcción social, en franca contradicción con el cristianismo.

La religión entendida como el lazo que une a Dios con los hombres, es esencial para vincular a los hombres entre sí, formando la sociedad civil y lo es aún más para sustentar un orden orientado hacia el bien común. Sobre el cimiento religioso, el Estado basa su fundamento moral. En Doctrina Pontificia Volumen II se postula la existencia de una norma universal, de una rectitud moral que se aplica a la vida política, un sistema de principios éticos universales que obligan a súbditos y gobernantes; una ley moral, en fin, que preside el desenvolvimiento de la conducta humana, según conciencia.

Por lo tanto, El Estado (la política) no escapa al orden moral que rige al mundo. Esto significa que no se justifica así mismo, sino que necesita de un fundamento que esté por fuera y que la trascienda. No es el hombre (tanto individual como social), no es el político, ni el Estado, ni las condiciones materiales, los que crean los valores éticos y morales. Éstos existen objetivamente y están más allá de la libre voluntad humana y de la historia.

Leonardo Olivieri

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Author: Leonardo Olivieri
Tradicionalista Catolico, Licenciado en Ciencia Potitica por la Universidad de Buenos Aires, posgrados en ecomonia e integracion regional. Además músico.