Hoy reflexionaremos sobre algunos aspectos del pensamiento de Martin Lutero y las consecuencias que producidas en el mundo actual de sus ideas. La concepción de un hombre de naturaleza corrupta por el pecado original y la imposibilidad de acceder y conocer a Dios por medio de la razón (por limitada que sea ésta) tiene en nuestros días bastante aceptación. La separación entre conocimiento objetivo de Dios y mundo material es la base del liberalismo moderno y la consecuente reclusión de lo religioso a la interioridad subjetiva.
Catolicismo y Política. El pensamiento de Martín Lutero, sus errores y sus consecuencias. Un artículo de Leonardo Olivieri
Existe un consenso generalizado entre filósofos, pensadores e historiadores, que el siglo XIII se caracterizó por ser un período de pensadores positivos y constructivos, con un fuerte presencia filósofos y teólogos especulativos, que, pese a las diferencias que podían existir en sus sistemas o formas de pensar sobre algunos puntos de divergencia, había una importante coincidencia en lo referido a la aceptación de los principios metafísicos fundamentales, como así también sobre la capacidad de la mente del ser humano (la razón) para ir más allá de los fenómenos y aspectos materiales y acceder a la verdad metafísica. O sea, a pesar de diferencias en modos de pensar, se coincidía en la existencia de una Verdad única y objetiva.
El movimiento filosófico más radical y que ataca a las concepciones tomistas es el nominalismo. Básicamente niega la existencia extra-mental y objetiva de los universales. Este término deriva de latín universus, que significa general, y es de esta manera como se denominaban en la Edad Media a las ideas generales.
En lo que respecta a la polémica en torno a los universales, se trataba principalmente de determinar, de si éstos (los universales) son objetivos, reales, o de si son únicamente nombres de las cosas. Hay varias posiciones para la primera, los universales existen “antes que las cosas”, idealmente, este es la perspectiva de llamado realismo extremo. También encontramos quienes sostienen que los universales existen “en las cosas” y representa la posición del llamado realismo moderado de Santo Tomás de Aquino.
Como concepción opuesta, se postula que los universales existen sólo en la mente del hombre o sea, “después de las cosas”, bajo el aspecto de estructuraciones especulativas, tal como lo expresa el Conceptualismo, o incluso constituyen simplemente palabras como lo postula el nominalismo extremo de Roscelino y Guillermo de Occam.
Para sintetizar las bases del nominalismo, citaremos las características que Juan Fernando Sellés publicó en su manual de Teoría del Conocimiento:
Postulados del nominalismo:
1º. Lo real es meramente empírico, numérica y localmente singular e incomunicado (es decir, sin remitencia a nada).
2º. Lo real es contingente.
3º. Lo real singular no es verdad, pues la verdad (las ideas universales), es ficción mental.
4º. El conocer es un hecho psíquico y, por tanto, una realidad empírica, singular e incomunicada.
5º. Lo que en el hombre se corresponde con lo real singular es la voluntad.
6º. La voluntad es superior y al margen de la razón –que es hipotética, es decir, finge hipótesis posibles, ninguna necesaria– (voluntarismo).
7º. Si la voluntad es un hecho y el bien otro hecho, no hay engarce entre hechos, porque son singulares e incomunicables (diferencia).
8º. El acceso humano a Dios es voluntario, no cognoscitivo; no es natural, sino por fe sobrenatural (fideísmo).
9º. El atributo divino por excelencia es la omnipotencia voluntaria (aislada de la razón divina), con la que el Creador marca su diferencia de la criatura (arbitrismo).
Entonces, para ellos el universal es simplemente una palabra que significa o menciona a una multiplicidad de substancias distintas aunque guarden algunas similitudes entre sí. Es una colección de individualidades diversas pero no implica unidad real. La premisa principal de este movimiento consiste exaltar al empirismo, con su consecuente negación de la metafísica y de la teología natural. Por lo tanto, se afirma la imposibilidad de acceder y conocer racionalmente a Dios.
Martin Lutero fue formado bajo las posturas del nominalismo. Si bien es cierto que su formación de base fue siguiendo a San Agustin, lo que toma de éste es esencialmente es el anti-pelagianismo, la naturaleza humana corrupta integralmente por el pecado original, doctrina de la gracia y ciertos elementos referidos a la predestinación. Pero rechaza fuertemente el San Agustin platónico que da lugar a una teoría super-realista de los universales, o sea, rechaza de lleno la existencia del mundo supra-sensible las ideas de Platón.
Lutero también rechaza enérgicamente a Santo Tomas de Aquino. Su crítica se centra en negar la perspectiva aristotélica, lo que más arriba denominamos realismo moderado. Se centra en críticas a la razón y propone un pensamiento de carácter contrario, esto es, irracionalista. Exaltando la fe por sobre la razón Lutero establece una concepción fideísta, determinado que no se puede acceder por medio de la razón al conocimiento de Dios (por mas imperfecto que sea).
Lutero considera que la naturaleza corrupta del ser humana como consecuencia del pecado original, impide a éste el acceso a Dios de manera racional. Al negar el conocimiento racional de Dios se ve obligado a aceptar que sólo se sabe que Dios existe por medio de la fe. Lutero asocia esta incapacidad de la razón con la corrupción de la naturaleza humana fruto del pecado original.
Este fideísmo está, por lo tanto, vinculado a una concepción voluntarista. El mundo y las cosas son como son porque Dios desea que sean así, no hay justificación o necesidad alguna, ni tampoco la existencia de un Orden natural. No es posible reconocer de manera racional, en el mundo y en toda la creación, las consecuencias de la acción creadora de Dios. Sólo se necesita cerrar los ojos y creer. Así es que, Lutero y su nominalismo abren el camino para una fe ciega y sin razón, conjuntamente con una exacerbación del irracionalismo, al separar de manera irreconciliable la fe con la razón.
La libertad humana para Lutero no consiste más que en la fe y comporta el dominio sobre todas la cosas, pero fundado no en un dominio material sino de carácter espiritual que no deja de lado la sujeción externa. Se trata entonces de una soberanía espiritual ejercitada dentro de los límites de la sumisión a lo corporal. Es por ello que esta libertad así concebida, no necesita de las obras exteriores de la ley para lograr en definitiva la salvación eterna.
Esta idea de libertad espiritual lo que hace es introducir un concepto subjetivista de la fe y fija las bases para lo que después impulsó el liberalismo: la separación entre el mundo material y la fe interior de cada persona, la imposibilidad de conocer racionalmente a Dios, la fe entendida como una creencia personal sin relación con la razón, la indeclinable naturaleza corrupta del hombre y la necesidad de una autoridad que discipline a ese hombre corrupto.
Este último punto coincide con la concepción de Thomas Hobbes. Para este autor el hombre es el o lobo del hombre, es malo por naturaleza y necesita de una autoridad externa que lo discipline y lo limite, a fin de garantizar la vida social. Es el Levithan que está por sobre los hombres, este Estado poderoso que “pone a raya” al ser humano y su maldad natural, para así poder vivir en Sociedad. Desde esta perspectiva, sociabilidad del hombre no es una condición natural, y en el caso que pueda serlo, es conflictiva y de enemistad. No existe un Orden natural sujeto a la Ley Divina, que sea el genuino referente de toda construcción social humana. La visión pesimista del hombre rompe con este principio del catolicismo tradicional y exalta a una especie de idolatría del Estado como un semi-dios.
Asimismo, ya que como mencionamos antes, ningún conocimiento del mundo que rodea al hombre, como tampoco los datos que provienen de los sentidos, pueden ofrecer un discernimiento concreto y objetivo de que es Dios, lo que queda es buscarlo en otras esferas de la vida humano, o mejor dicho, en la interioridad de la conciencia de cada individuo. La sola fe refuerza tal principio, negando el acceso a Dios a la razón. De ahí que se exalte el inmanentismo y el sentimiento religioso.
Por otro lado, el pensamiento de Lutero fomenta el agnosticismo, ya que se niega toda posibilidad concreta de saber qué es Dios sea desde la ciencia como desde la metafísica. Al fin y al cabo, lo que sabemos de Dios es por medio de una construcción simbólico-cultural del mismo. Lo que se percibe no son esencias, sino representaciones o construcciones mentales que, en principio, no se nos ofrecen como manifestación de las cosas o de la realidad. El concepto que se tiene de Dios, es errático, impreciso y si se quiere abstracto.
Leonardo Olivieri
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