«Es correcto reconocer la importante victoria conseguida hoy por los americanos gays y lesbianas«, ¿Quieren saber a quién pertenecen estas palabras? El catolicismo liberal se impone
El catolicismo liberal en la corte suprema, un artículo de Miguel Toledano
La composición religiosa de la Corte Suprema de los Estados Unidos no refleja la proporción de la nación. De los nueve magistrados, cinco son católicos (Alito, Kavanaugh, Roberts, Sotomayor y Thomas), tres son judíos (Breyer, Ginsburg y Kagan) y, finalmente, hay un protestante (Gorsuch).
Es decir, que en la cúspide del derecho público estadounidense se encuentran nada menos que cinco bautizados – cinco miembros de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
Dicha composición religiosa no se corresponde tampoco con la división entre conservadores y progresistas que habitualmente se hace. De los cinco miembros católicos, cuatro son considerados dentro del “ala” llamada conservadora (Alito, Kavanaugh, Roberts y Thomas), mientras que la neoyorquina Sonia Sotomayor, nombrada por el expresidente Obama, se alinea con los juristas semitas, de carácter izquierdista.
Por el contrario, del episcopaliano Gorsuch, propuesto por el presidente Donald Trump, se espera que vote en general con sus colegas católicos masculinos, formando los cinco la supuesta mayoría conservadora existente en el tribunal.
Pero todo eso es la teoría. Y si de lo que hablamos es de la aplicación práctica de la doctrina cristiana en la jurisprudencia constitucional, la realidad es aún más lejana a toda ilusión.
Comprobémoslo en la reciente sentencia Bostock v. Clayton County, de la que ya hemos hablado en esta serie.
Dos católicos -el Presidente de la Corte John Roberts, así como la citada Sotomayor- se unieron a sus tres compañeros judíos y al protestante Gorsuch para declarar ilegal por discriminación el despido de homosexuales o transexuales, a pesar de que la famosa Ley de Derechos Civiles de 1964 hablaba de “sexo”, en sentido biológico de hombre y mujer, y no de “orientación sexual” o “identidad de género”.
Por consiguiente, de los nueve jueces, seis se pronunciaron a favor de esta doctrina favorable a la práctica homosexual y al travestismo, por tres que no lo hicieron.
Cuando una sentencia no se dicta por unanimidad del tribunal, los miembros en desacuerdo formulan una “opinión discordante”, lo que en el derecho procesal español se conoce como “voto particular”.
Pues bien, el análisis de los votos particulares, de las opiniones discordantes de los minoritarios Alito, Thomas y Kavanaugh, nos permitiría evaluar si, al menos por parte de alguno de estos tres jueces supuestamente católicos, se ha preservado la doctrina del derecho público cristiano.
Lamentablemente no es así.
Comencemos por Samuel Alito, a cuyo voto particular, de más de cien páginas, se une el magistrado de raza negra Clarence Thomas:
“Para la mayor parte de los americanos del siglo XXI, es doloroso recordar la forma en que nuestra sociedad trató en su día a los gays y lesbianas… la homosexualidad se consideraba un desorden mental, y la conducta homosexual se reputaba moralmente culpable y merecedora de castigo… Afortunadamente, nuestra sociedad reconoce ahora la injusticia de aquellas prácticas… El deseo de actualización de la Corte sin duda surge de impulsos humanos y generosos. Hoy, muchos americanos conocen personas que son gays, lesbianas o transgenéricos y quieren que se les trate con la dignidad, consideración y equidad que todo el mundo merece”.
Alito y Thomas dixerunt. Mas de cien páginas de argumentación en derecho para semejante rendición en los principios; verdaderamente, cabe decir desde un punto de vista católico que se trata de un esfuerzo digno de mejor causa.
En definitiva, aunque de haber sido la suya la opinión predominante no se habría reconocido jurisprudencialmente el carácter discriminatorio contra invertidos, ambos ‘fieles’ reconocen expresamente aborrecer las previsiones médicas, morales y legales existentes en los Estados Unidos sólo hace algunas décadas, a saber:
En 1952, la Asociación Psiquiátrica Americana clasificaba la atracción hacia personas del mismo sexo como “desviación sexual”, englobada bajo la especie de “molestia sociopática de la personalidad”; dicha calificación de desviación sexual fue confirmada dieciséis años después, en 1968, y permaneció vigente hasta 1973.
La sodomía era delito en todos los estados de la Unión con excepción única de Illinois. En el distrito de Columbia, la ley acarreaba prisión de hasta diez años por sodomía, con la calificación civil de “psicópata sexual” aparejada al culpable.
Hasta 1975, las agencias federales podían denegar la contratación de un funcionario debido a su orientación sexual.
Muchos estados, como California o Florida, prohibían la contratación de profesores homosexuales, al considerarlos inmorales, depravados y faltos de profesionalidad.
Las personas acerca de las cuales se acreditaba la práctica de la sodomía perdían su habilitación profesional.
Igualmente, hasta 2010 se les impedía el acceso al ejército.
Por último, la entrada en los Estados Unidos con visado de inmigración excluía la homosexualidad, y el mismo Tribunal Supremo, en una sentencia de 1967 en la que todavía reinaba una cierta compostura, confirmó dicha exclusión, por considerar tales prácticas sexuales propias de una “personalidad psicopática”.
Todas estas realidades, presentes en la generación de los padres y aun en la suya propia (Thomas es nacido en 1948 y Alito en 1950), les parecen a ambos dolorosas, desafortunadas, injustas, inhumanas, mezquinas, indignas, desconsideradas, faltas de equidad e inmerecidas. Me limito a citar sus propios términos.
Por su parte, Kavanaugh, asimismo católico, formula su propio voto particular; en este caso, se trata de un texto algo más breve – veintisiete páginas emplea el licenciado en Yale para expresar su doctrina legal. Esto es lo que proclama:
“La Corte ha afirmado anteriormente, y yo concuerdo de modo pleno, que los americanos gays y lesbianas no pueden ser tratados como marginados sociales ni inferiores en dignidad y valor… Es correcto reconocer la importante victoria conseguida hoy por los americanos gays y lesbianas. Millones de americanos gays y lesbianas han trabajado duramente a lo largo de muchas décadas para conseguir un tratamiento igual de hecho y de derecho. Han demostrado, de forma extraordinaria, visión, tenacidad y coraje – combatiendo a menudo con escasas opciones en los campos de batalla legislativo y judicial, por no mencionar su vida diaria. Han manifestado poderosos argumentos programáticos y pueden enorgullecerse del resultado de hoy.”
Item dixit. El querido lector de Marchando Religión puede sacar sus propias conclusiones. Las mías son las siguientes:
Primera. El sistema político liberal, y en especial el estadounidense, sirve para implantar las leyes exactamente contrarias a la doctrina cristiana.
Segunda. Como ocurrió hace muchos siglos (Gn 19, 4), no hay en la Corte un solo hombre justo. Los nueve, sin excepción, aprueban la maldad de la que protestaba Lot.
Tercera. En el caso de tres de los magistrados católicos, aquéllos frecuentemente calificados de conservadores, el comportamiento es todavía más sangrante que el de los izquierdistas: éstos se limitaron a inventarse un subterfugio de interpretación legal, que ya hemos desenmascarado antes, para blindar los supuestos derechos sexuales de los desviados; pero, al menos, tuvieron el decoro profesional de no recurrir a expresar su adhesión personal por esa ideología.
Por el contrario, los tres católicos Alito, Thomas y Kavanaugh, para hacerse perdonar por el poderoso grupo de presión, han negado públicamente lo que nuestra catequesis considera uno de los cinco pecados de tal gravedad que clama al cielo.
Repiten, así, la jornada de cobardía, de injusticia y de traición que hace veinte siglos se produjo en la casa del Sumo Sacerdote y por la que, según explica el papa San Clemente, Pedro lloró durante todos los días de su vida.
Por otra parte, demuestran que la corrupción de la moral y las costumbres está ya tan extendida en la llamada civilización occidental que contamina severamente las mismas almas de los bautizados.
Y, lo más grave de todo, estos tres juristas han dado ejemplo precisamente de lo que se espera de ellos en la república norteamericana: Que dejen su Fe para el domingo, dentro de la iglesia, reservada al ámbito de su esfera privada, que es lo que un buen católico liberal estadounidense ha de hacer y por lo que es elegido para una magistratura pública en aquella nación.
Miguel Toledano Lanza
Domingo séptimo después de Pentecostés, 2020
Les recomendamos el blog personal de Miguel: ToledanoLanza
*Se prohíbe la reproducción de todo contenido de esta revista, salvo que se cite la fuente de procedencia y se nos enlace.
NO SE MARCHE SIN RECORRER NUESTRA WEB
Marchandoreligión no se hace responsable ni puede ser hecha responsable de:
- Los contenidos de cualquier tipo de sus articulistas y colaboradores y de sus posibles efectos o consecuencias. Su publicación en esta revista no supone que www.marchandoreligion.es se identifique necesariamente con tales contenidos.
- La responsabilidad del contenido de los artículos, colaboraciones, textos y escritos publicados en esta web es exclusivamente de su respectivo autor