Hay momentos en la Peregrinación en que te olvidas de tus pasos, del camino, de los que están a tu alrededor, del cielo y de la tierra. Son esos momentos en que tu cuerpo responde instintivamente a un impulso que lo lleva hacia adelante.
Conversaciones de peregrinos. Un artículo de Alberto Mensi
Y es en uno de esos momentos en que caí en la cuenta: ¡cuántos sacerdotes nos están acompañando!
Es allí que empiezo a comprender, a Vivenciar de una manera diferente, la importancia de los sacerdotes para la existencia de la Cristiandad. Y comprender el por qué del ataque demoníaco a los sacerdotes y a los Obispos.
Caigo en la cuenta de esto cuando veo unos metros más adelante y a un costado del camino, un sacerdote confesando.
Confesándolo a un amigo, al que llamaremos Tomás.
¡Qué bueno! ¡Qué alegría!
Y se lo digo cuando termina.
Es tal mi contento de haber visto confesarse a Tomás que lo aprieto en un fuerte abrazo.
- Bueno, gracias, no es para tanto.
- No sabes Tomás cuanto me alegra
- ¿Es para tanto? Vuelves a tus exageraciones.
- La diferencia entre estar en pecado y estar en gracia, es la misma o mayor que hay entre estar muerto y estar vivo.
- ¿No te parece un poco extremista lo que decís?
- Mirá… dos cosas tenés por seguro, el resto no sabemos, puede que sí, puede que no.
- ¿Qué puede que sí o puede que no?
- No sabes exactamente dónde vas a vivir, qué vas a hacer, qué vas a lograr o en que fracasarás, qué vas a aprender, qué oportunidad vas a aprovechar o vas a dejar pasar, y tantas cosas más…
- ¿Y cuáles son esas dos cosas seguras?
- Que un día naciste y un día vas a morir. La cuestión no es no hacer las otras cosas: estudio, trabajo, familia, amigos, deportes, etc. La cuestión es ponerlos en orden, por el orden de real importancia. Si no lo haces así, un día te vas a encontrar fatigado, agobiado en mil cosas, y dejaste de lado lo verdaderamente importante. Un viejo versito que nos decían en catequesis terminaba así: “al final de la jornada: el que se salva, sabe, y el que no, no sabe nada”.
- Y… realmente es para pensar.
- Por eso mi alegría al verte confesar. Es la diferencia que hay entre la vida y la muerte, pero no esta vida pasajera sino la vida eterna. A veces creo que los mismos sacerdotes no terminan de darse cuenta de la gravedad que tiene para las parroquias la falta de confesión, cómo las vuelve estériles, vacías, caricaturas. No tenés idea de cuánto sufre un cristiano que quiere vivir su vida de gracia cuando no encuentra en la parroquia un cura para confesarse. Uno pregunta y: está en tal reunión, está en tal otra, está preparando la pastoral de…, está meditando la palabra, está en tal reunión, reuniones, reuniones. Mientras el confesionario vacío. Y a veces tampoco hay Misa porque tiene tal reunión de pastoral, o el encuentro de… ¿Qué hizo el Cura de Ars para reformar su pueblo? ¿Qué hacía el Padre Pío’ Cómo se van a reformar los pueblos si no hay sacerdotes que los confiesen para que puedan convertirse de sus pecados.
- Pero no seas exagerado, porque también hay que hacer obras de caridad, de promoción, de enseñanza.
- No te niego para nada el brazo horizontal de la Cruz donde Jesús abre sus brazos brindándose en amor a las personas, pero ese brazo para estar elevado, para poder ser visto de todos y llegar a todos, para poder iluminar a todos, debe estar ensamblado en el brazo vertical, y cuanto más alto mejor. Ese brazo vertical es el que nos religa a las creaturas de aquí abajo, con el Dios Creador, nuestro Padre amado, en lo más alto de los cielos. Si el brazo horizontal no está ensamblado alto en el vertical, queda tirado en el piso. Y esa caridad por el piso, ese asistencialismo en nada diferencia a la Iglesia de los movimientos socialistas: los dos niegan a Dios, los socialistas, más sinceros, directamente dicen que no existe, el cariasistencialismo reconoce que existe Dios pero, ahora estoy ocupado con otras cosas, ya nos ocuparemos de él, ahora tengo mucho que organizar y hacer.
- ¿Te parece tan así?
- Cuentan que una periodista norteamericana atea consiguió permiso para compartir con la Madre Teresa de Calcuta su vida cotidiana para poder escribir luego de ella. Una vez instalada comenzó a seguir su ritmo. Levantarse de madrugada, horas de adoración en silencio, desayuno frugal, salir a ver enfermos, otro tiempo de oración, solución de papeleos, etc. Al tercer o cuarto día le dice a la Madre Teresa: “Madre me vuelvo a Nueva York. Seguir su ritmo es imposible. Yo no haría esto ni por un millón de dólares”. Y la Madre Teresa con una sonrisa le contestó: “Yo tampoco”.
- Me diste un palo por la nuca
- La Madre Teresa no hacía eso por ningún sueldo, sólo el amor de Dios podía impulsarla de esa manera, y sostenerlo a través de los años. Fijate lo que ha hecho en estos tiempos el padre Michel Marie Zanotti Sorkine en Marsella. En un barrio musulmán, en una parroquia casi abandonada obró el cambio. La Iglesia está abierta, siempre, él está siempre con su sotana, pues como dice: “todos, cristianos o no, tienen derecho a ver un sacerdote fuera de la Iglesia”. Desde antes de la 8hrs en que abre las puertas de la Iglesia tiene afuera gente esperando, haciendo fila para poder confesarse. Y muchas veces termina de confesar pasadas las 23hrs. Pero siempre está listo para atender al que lo necesita. Un cura con olor a cura. Él tiene la Iglesia abierta, limpia, decorosa, impecable, porque es la casa de Dios. Y para terminar escucha lo que dice: “le doy un trato especial a la celebración de la Misa para mostrar el sacrificio eucarístico y la realidad de la Presencia. La vida espiritual no se concibe sin la adoración del Santísimo Sacramento y sin un ardiente amor a María”. Esa iglesia que se iba a derruir por estar casi abandonada, hoy recibe multitudes de fieles: Confesión, Santo sacrificio de la Misa, Santo Rosario.
- ¡Qué espectacular!
- ¡Necesitamos sacerdotes y sacerdotes santos! Necesitamos sacerdotes que se vistan y se muestren como sacerdotes católicos, que sean faro en este anochecer de la Fe. Cuando todo se vuelve relativo, alguien debe predicar la verdad inmutable. Cuando todo es más o menos, alguien debe decir qué está bien, qué está mal y ofrecer ese regalo amoroso que nos dio Nuestro Señor para volver a estar en gracia: la confesión. Me hiela la sangre ver tan largas colas acercándose a comulgar y los confesionarios vacíos. Algo no anda bien.
- ¿Sabes que no lo había pensado?
- A veces he participado de Misas donde el Padre ha hablado interminablemente, al punto que le perdí el hilo. Cuando llegó el momento de la Comunión, llamó a cuanta persona pudo para entre muchos despachar rapidito ese momento. Si con los gestos exteriores, con mi vestimenta, con el decoro y aún la música, no me indican que estoy en presencia de Dios nuestro Señor, naturalmente terminaré comportándome como en una fiesta de cumpleaños.
- Pero la Misa ¿no es una fiesta?
- No es pachanga, no es un boliche. La Misa es la renovación mística, real pero incruenta del sacrificio de Cristo en la Cruz. Es una verdadera fiesta espiritual. El cielo en la tierra. Como dice San Pedro Julián Eymard, en la Misa, Cristo mismo ofrece al Eterno Padre un sacrificio de Adoración, de Acción de Gracias por todas las gracias que nos concede, de Reparación y Desagravio por lo pecados cometidos y, finalmente, de Súplica confiada de todas las gracias que necesitamos, las que pedimos y aún aquellas que ni nos damos cuenta.
Mientras seguíamos caminando pensaba en la Presencia Real de Cristo en tantos Sagrarios donde se encuentra tan olvidado y abandonado. Por eso San Pedro Julián Eymard señalando el sagrario nos dice: “Jesús está allí, luego todos a ÉL”.
¡Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, gloria del pueblo cristiano, alegría de la Iglesia universal y salud del mundo, rogad por nosotros y despertad en todos los fieles la devoción a la Sagrada Eucaristía para comulgar dignamente!
Alberto Mensi
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