En los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto, la Iglesia nos presenta un tiempo para el combate espiritual, ¿Quieren preparar bien esta Cuaresma?
Combate espiritual, Rev. D. Vicente Ramón Escandell
MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO
1. Relato Evangélico (Mt 4, 1-11)
En aquel tiempo, Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes». Mas Él respondió:
«Está escrito: ‘No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’».
Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo, y le dice:
«Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: ‘A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna’».
Jesús le dijo:
«También está escrito: ‘No tentarás al Señor tu Dios’».
Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras». Dícele entonces Jesús: «Apártate, Satanás, porque está escrito: ‘Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a Él darás culto’». Entonces el diablo le deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían.
2. Comentario al Evangelio
Pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; esta te aplastara la cabeza cuando tú la hieras en el talón[1]. Estas palabras de Dios, pronunciadas en el Paraíso terrenal, tras la caída de Adán y Eva, marcan el desarrollo de la Historia de la Salvación y la de todo hombre que viene a este mundo. Esta profecía tiene su pleno cumplimiento en el misterio de la Encarnación: Jesús es el descendiente de la mujer, de María, que se enfrentara a la Serpiente y, al contrario que Adán, alcanzara su victoria por el camino de la obediencia y el sufrimiento.
En el desierto, lugar de tentación, Jesús afronta las tentaciones del Maligno quien, desconociendo su identidad, pone a prueba la obediencia del peregrino al designio salvífico del Padre.
Satanás tienta a Jesús para que lleve a cabo un mesianismo profano, victorioso y sensual, que conlleva el olvido de Dios, el endiosamiento del hombre y la exaltación de las pasiones; pero Jesús, rechaza esta tentación de amoldar su misión a lo que el mundo espera de Él, y se mantiene fiel al designio del Padre, aun siendo consciente del precio que habrá de pagar por su fidelidad: Ahora mi alma esta agitada [porque conozco mi destino], y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero si por esto he venido, para esta hora [en la que voy a dar mi vida en rescate por muchos]: Padre, glorifica tu nombre[2].
Jesús no sucumbe a los planes del Tentador asegurado en el poder de Dios, su Padre, y sale victorioso del encuentro con la Serpiente, poniéndose en marcha para cumplir, en el Calvario, con la profecía del Padre al Tentador: [Este] te aplastara la cabeza cuando tú le hieras en el talón.
3. Reflexión
Por el Sacramento de la Confirmación, el Espíritu Santo aumenta [las] fuerzas y el valor [del cristiano] a fin de que pueda combatir valientemente en la lucha espiritual y [pueda] resistir invenciblemente a los enemigos de la Salvación, nos recuerda el Catecismo Romano[3].
La Cuaresma se nos presenta como todo un programa de lucha contra el Maligno, que, en el desierto inicio su oposición a Cristo y a sus discípulos.
En los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto, la Iglesia ha visto una imagen de la Cuaresma como tiempo de lucha espiritual contra Aquel que, desde el Paraíso, se propuso impedir que el hombre participara de la eterna bienaventuranza, porque envidiaba el amor que Dios le había dispensado y se negaba a servirle como el resto de las criaturas de la Creación. De ahí, ese inicio de la Cuaresma como llamada al combate, a la lucha espiritual, que ha de prolongarse a lo largo de toda la vida del cristiano, y no sólo circunscribirse al tiempo cuaresmal.
Y es que el cristiano, por el Bautismo, pero sobretodo, por el sacramento de la Confirmación, es constituido en “soldado de Cristo”, miles Christi decían los antiguos, coparticipe de la lucha ancestral contra la Serpiente Antigua, el Demonio, Satanás y sus ángeles.
Y en esa lucha, figurada por las tentaciones de Cristo en el Desierto, no estamos solos ni desarmados: no estamos solos, porque junto a Él, contamos con el auxilio de una innumerable nube de testigos que nos precedieron en este combate espiritual y que siguen inmersos, junto a nosotros, en él; ni desarmados, porque contamos, por medio del Sacramento de la Confirmación, con las armas espirituales de la verdad, la justicia, el sacrificio, la fe, la salvación y la divina palabra[4], con las que vencer las tentaciones del Maligno y alcanzar la victoria ya lograda por Cristo en la cruz.
Una gran responsabilidad y un gran don se nos concede, pues, por medio de este sacramento que, haciéndonos pasar de la infancia a la madurez de la vida de la gracia, nos concede la plenitud del Espíritu Santo para la defensa de la fe y de los bienes espirituales de la Iglesia.
Aprovechémoslo pues, avivemos en nosotros la gracia que Dios nos concedió en nuestra confirmación, y estemos siempre listos y preparados para rechazar, con su auxilio, toda tentación que, por mucho que se presente bajo una imagen atractiva, busca nuestra sumisión, la perdida de nuestra libertad, y algo mucho más importante: que nos apartemos del Dios vivo y verdadero, para adorar a los falsos dioses del placer, el orgullo y el poder.
4. Magisterio de la Iglesia
San Pío X (1903-1914)
¿Qué es el sacramento del Santo Crisma o Confirmación?
El Santo Crisma o Confirmación es un sacramento que nos da el Espíritu Santo, imprime en nuestra alma el carácter de soldados de Jesucristo, y nos hace perfectos cristianos.
Catecismo Mayor IV, cap. III
5. Oración
Señor Jesucristo, que experimentaste el odio del Tentador en el Desierto, no nos dejes desamparados ante sus insinuaciones; que, por la fuerza de tu gracia, podamos vencerlo y, viviendo espiritualmente este tiempo cuaresmal, participemos plenamente de tu victoria pascual. Que vives y reinas. Amen.
Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad
[1] Gn 3, 15
[2] Cf. Jn 12, 27-28
[3] C. XVII, 6
[4] Cf. Ef 6, 14-17
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