Breve catecismo de las madres. Misión, Deberes, Peligros y Remedios. Por el presbítero Gabino Chávez
(Preparación de los textos: Augusto Pozuelos)
Hacer conocer las enseñanzas de nuestra Religión, hoy tan olvidadas; manifestar la oposición que con ellas tienen las máximas del siglo, tan preconizadas y tan en boga; llamar la atención a las madres cristianas acerca de la nobleza y grandeza de su misión: Advertirles la importancia de sus deberes, y el modo de cumplirlos, abriendo las páginas de la Santa Escritura; mostrarles la inminencia de sus peligros, y el rigor de los castigos con que Dios las amenaza; y señalarles los medios prácticos más a propósito para librarse de unos y otros; y todo ello en lenguaje popular y llano, y en forma muy breve; he aquí lo que nos hemos propuesto en este Catecismo que ponemos bajo los auspicios de la que es, no sólo la Virgen de las vírgenes sino también la Madre de las madres, y Madre de Dolores, María Santísima.
¡Ella nos alcance el fruto que pretendemos!
Francisco Chávez, Pbro.
Misión, deberes, peligros y remedios.
– ¿Cuál es la misión de las madres de familia?
– Es una misión en cierto modo apostólica; puesto que tienen que iniciar a sus hijos en la vida cristiana; tienen que formarlos en la piedad, enseñándoles la religión y tienen que educarlos en la moral evangélica.
– ¿Cómo deben iniciarlos en la vida cristiana?
– Acostumbrándolos desde muy pequeños a persignarse y a dar gracias al levantarse y acostarse; haciendo que las primeras palabras que pronuncien sean los nombres de Jesús y de María; encomendándolos a Dios por medio de su ángel custodio, y dándoles a reconocer y a reverenciar las imágenes de los santos.
– ¿Y cuáles madres faltan a estos deberes?
– Las que descuidan de cumplirlos, las que se fían para ello de manos extrañas, las que lo hacen mal o raras veces, las que llevan una vida mundana y disipada; pues es imposible enseñar la piedad, para quien no la tiene ni la ama.
– ¿Quiénes los cumplen?
– Las que saben levantarse a buena hora y vencer la pereza; las que ruegan a Dios todos los días por sus hijos; las que recuerdan a menudo que han de dar cuenta al Señor de todos ellos; las que nunca se cansan de hacer estos dulces oficios por sí mismas.
– ¿Cómo deberán formarlos en la piedad y enseñarles la religión?
-Inculcándoles desde muy tiernos la devoción a la Virgen Santísima; haciendo que lleven en el cuello un rosario y alguno de sus escapularios; enseñándoles a besar sus imágenes y a visitar sus santuarios, leyéndoles libros adecuados a su capacidad, donde aprendan los misterios y dogmas de la religión.
– ¿Quiénes faltan a estas obligaciones?
-Las madres que no hacen nada de esto; las que asustan a los niños pequeños con las imágenes; las que los amenazan con rezar el Rosario o los castigan con llevarlos a la iglesia; las que los dejan jugar con el Rosario, o con otros relicarios u objetos de culto.
– ¿Por qué no se les debe amenazar o castigar con las cosas piadosas?
-Porque de esa forma las miran con miedo, con repugnancia, y hasta con horror y odio.
– ¿Pues qué debe hacerse?
-Lo que hacen las madres prudentes y juiciosas: darles a desear el rezo, la ida al templo, las practicas piadosas, como una recompensa, como recreo y gozo; y, por el contrario, mostrarles la privación de ello como castigo por sus faltas. Así se logra que vean lo bueno con ojos favorables y que vayan amándolo, y detestando lo malo.
– ¿Qué más deberán hacer las madres por la moral de sus hijos?
-Cuidarlos como a la pupila de sus ojos; no mandarlos a pasear con personas extrañas; no dejarlos allanarse ni familiarizarse con los criados; no dejarlos todo el día, y mucho menos en la noche, en casa de sus deudos o personas poco escrupulosas. El descuido en este particular es casi siempre causa de la pérdida de la inocencia de los niños y de su inmensa ruina.
– ¿Y de las escuelas que me decís?
-Que es preciso hoy más que nunca vigilar que sean sólidamente católicas; por que habiendo en nuestro suelo tantas sectas heréticas, sociedades secretas, gentes incrédulas y aun ateas, es espantoso hoy el peligro, y por consecuencia mayor la obligación de vigilar, en los padres de familia. El gasto que se hace en la educación de los hijos es un gasto sagrado y muchos padres no lo comprenden; de allí es, que, por evitarlo, prefieren las enseñanzas mortíferas que envenenan gratis los corazones.
– ¿Pues debe hacerse?
– Sacrificarse por la salud de los hijos y aprovechar las enseñanzas gratuitas católicas, que tampoco faltan, cuando realmente no haya recursos para proporcionarles otra más conveniente.
Francisco Chávez, Pbro. 1892, con licencia del ordinario
(Preparación de los textos: Augusto Pozuelos)
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