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Auméntanos la Fe

¿Quieren mejorar en su vida espiritual? D. Vicente Ramón nos ayuda a ello, hoy, nos propone decirle al Señor: Auméntanos la Fe, ¿Se unen a esta plegaria?

«Auméntanos la Fe», Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad

MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO

Relato evangélico (Lc 17, 5-10)

En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor; «Auméntanos la fe». El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: ‘Arráncate y plántate en el mar’, y os habría obedecido.

¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: ‘Pasa al momento y ponte a la mesa?’. ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?’. ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: ‘Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer’.

Comentario al Evangelio

La incredulidad formaba parte del ser del pueblo de Israel, como demuestran las constantes caídas en la idolatría a lo largo de su historia. Esa incredulidad le llevó a faltar al cumplimiento de la voluntad de Dios manifestada en la Ley, siendo ambas, incredulidad y desobediencia, los grandes temas de la denuncia profética antes y después de la caída de Jerusalén. En tiempos de Jesús muchos judíos mantuvieron la misma actitud, y se cerraran a la persona y al mensaje salvador de Nuestro Señor, actitud que contrasto con la de muchos gentiles que, antes y después de su presencia terrena, se abrieron a su persona y mensaje. Los mismos apóstoles adolecían de esta falta de fe, como se demostró durante la Pasión y muerte de Jesús, donde todos le abandonaron, así como la mayoría de sus discípulos, como los peregrinos de Emús. El encuentro con el Resucitado y la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés, fortalecieron y acrecentaron la fe de los apóstoles, que estuvieron preparados para dar testimonio de la persona y el mensaje de Cristo, con una fortaleza y determinación que antes no tenían.

Reflexión

Somos siervos porque hemos sido comprados a buen precio; inútiles porque el Señor no necesita de nuestras buenas acciones, o porque los trabajos de esta vida no son merecedores de la gloria. Así la perfección de la fe en los hombres consiste en reconocerse imperfectos después de cumplir los mandamientos[1], comenta san Beda el Venerable sobre el Evangelio de este Domingo.

Cuando pensamos en nuestra relación con Dios, lo hacemos la mayoría de las veces con una mentalidad mercantil, es decir, a cambio de hacer una cosa deseamos recibir otra que creemos merecer. Esta mentalidad determina muchas veces nuestra vida de oración: esta se convierte en una continua lista de cosas que hemos hecho o queremos hacer, y a cambio de ellas pedimos a Dios su ayuda. Esta comprensión limitada de lo que es la oración, presupone que Él está obligado a darnos algo a cambio del culto que le tributamos, y que son nuestros méritos y no su generosidad la que nos alcanza la gracia que deseamos. Esta mentalidad, bastante extendida, se ve refutada por la parábola que el Señor nos ha expuesto: no son los méritos del trabajador los que le han granjeado la recompensa, sino la generosidad de su señor, que premia el fiel y desinteresado cumplimiento de sus obligaciones. En este sentido, Dios no está obligado a darnos una recompensa por todo cuanto hacemos o dejamos de hacer, sino que, si la concede, es por su generosidad y providencia. Esto no significa que dejemos de pedir, lo cual iría en contra del deseo del Señor de que lo hagamos sin desfallecer, sino que debemos asumir que muchas veces Dios no concede lo que pedimos o porque no nos conviene o porque no lo hemos pedido con recta intención o porque nos ha preparado otros bienes que superan lo que nosotros deseamos. Además, la oración de petición, como toda oración, exige por nuestra parte humildad: no somos buenos porque esperamos que Dios nos conceda lo que le pedimos, sino porque es nuestra vocación ser santos, como Él es Santo; no es una “santidad interesada”, sujeta a que si no nos lo concede dejamos de intentar ser santos, sino que es desinteresada, desvinculada de los vaivenes emocionales y que busca ante todo agradar a Dios. Y todo ello nos encamina al fin último y principal de la oración, que es alabarle por su inmensa bondad y grandeza, siguiendo el ejemplo de Cristo cuya vida fue un gran acto de alabanza al Padre, que sigue resonando en la eternidad.

Testimonio de los Santos Padres

ORIGENES (185-253)

Jesús impuso silencio a los saduceos, queriendo demostrar que la luz de la verdad había hecho enmudecer la voz de la mentira. Así como es propio del hombre justo callar cuando es tiempo de callar, y hablar cuando se debe hablar, pero nunca enmudecer, así también es propio de los doctores de la mentira, enmudecer en cuanto a la cuestión, pero no callar.

Homilia 23 in Matthaeum

Oración

Señor y Dios nuestro, que repartes tus bendiciones sin mérito alguno por nuestra parte, acrecienta nuestra fe, acosada por tantas dudas; que, acercándonos a Ti con humildad y sinceridad, presentemos nuestras necesidades confiados en tu divina providencia. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén. 


Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad

[1]Catena aurea

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Author: Rev. D. Vicente Ramon Escandell
Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad: Nacido en 1978 y ordenado sacerdote en el año 2014, es Licenciado y Doctor en Historia; Diplomado en Ciencias Religiosas y Bachiller en Teología. Especializado en Historia Moderna, es autor de una tesis doctoral sobre la espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús en la Edad Moderna