Una semana más les proponemos un gran artículo en nuestra sección de Historia de la Iglesia, hoy nos acercamos a la figura de Antonio Molle, mártir de Cristo Rey.
«ANTONIO MOLLE LAZO», Rev. D. Vicente Ramón Escandell Abad.
Ante Dios nunca serás un héroe anónimo
La vida de Antonio Molle Lazo aparece a nuestros ojos, como la de un joven comprometido con su fe hasta sus últimas consecuencias, en un tiempo marcado por el odio hacia la misma. Su vida estuvo marcada por una vivencia plena y consciente de su vocación bautismal a la santidad, vivida desde un compromiso temporal entendido como un servicio a Dios y a los hombres. Por este motivo entrego su vida, sin odio, sin rencor, siguiendo el ejemplo de Cristo, para dar con ella vida nueva a su patria.
La España de Antonio Molle Lazo (1915-1936)
Antonio Molle Lazo nace en Arcos de la Frontera (Cádiz) el 2 de abril de 1915, Viernes Santo. Como una premonición de su destino, viene al mundo el mismo día en que la Iglesia celebra el misterio de la Pasión y Muerte de Cristo, que es vivido en aquel entonces en medio de un mundo y una España convulsa.
La España de Antonio Molle era, por aquel 1915, un país con grandes desigualdades sociales y económicas, en el que empezaban a emerger las ideologías anticristianas alentadas por esta situación de injusticia. A la antigua división política entre conservadores y liberales, heredada de la Restauración, sea añaden ahora socialistas, anarquistas y republicanos, que pondrán en tela de juicio el sistema canovista, y contra el que trabajaran más o menos unidos para su destrucción.
Frente a todos ellos, se encuentra el Carlismo, con más de un siglo de existencia, y que se presenta como alternativa dinástica e ideológica frente al Estado liberal; su marcado catolicismo hacían de él un puntal esencial en la defensa de la tradición católica española, y el único movimiento político firmemente confesional de aquella España liberal.
La crisis política de España, que no es ajena a la que vive Europa tras la Primera Guerra Mundial, trae consigo, en 1923, la instauración de la Dictadura de Primo de Rivera que perdurara hasta 1930, cuando D. Miguel cae en desgracia y es sustituido por el General Berenguer y su «dictablanda». Los movimientos opositores al régimen de la Restauración, fuertemente reprimidos bajo Primo de Rivera, se organizan y se presentan como alternativa al régimen monárquico constitucional. Son los republicanos, quienes lideran esta oposición, y quienes ven en las elecciones municipales del 14 de abril, un plebiscito contra la Monarquía y a favor de la República. Abandonado por todos, Alfonso XIII abdica y es proclamada la II República.
Sería prolijo relatar los acontecimientos, por otra parte, conocidos por todos, que condujeron a la guerra civil y marcaron la existencia de la República.
El marcado carácter anticlerical de algunos prohombres de la Republica, el carácter partidista de la Constitución de 1931 y la amenaza de una revolución marxista, marcan aquellos años que, tras las grandes esperanzas de renovación nacional que suscito la Republica, estuvieron marcados por el enfrentamiento ideológico y personal entre los españoles. Las elecciones de 1936, celebradas en un ambiente de gran crispación, dieron la victoria al Frente Popular, que fue la antesala de la guerra civil española, en la cual, los odios e injusticias ancestrales afloraron con una violencia jamás vista hasta entonces.
El camino hacia la gloria
En este ambiente de crisis nacional, viene al mundo Antonio Molle Lazo, testigo de la misma y protagonista de su desenlace. Antonio viene al mundo en el seno de una familia fuertemente cristiana, que sabrá inculcar en el joven el amor a Dios sobre todas las cosas, pero también la preocupación por las realidades temporales a Él ordenadas. En su pensamiento ejerce una gran influencia la Doctrina Social de la Iglesia, en especial, el Papa Pío XI, que combate infatigablemente el laicismo en todas sus formas. La Encíclica Quas Primas (1925) hará una llamada, siguiendo los pasos de san Pío X, a todos los cristianos para restaurar todas las cosas en Cristo, para lo cual instituye la fiesta de Cristo Rey signo visible de ese anhelo.
La labor familiar en la formación de Antonio se completa por la recibida en las Escuelas de los Hermanos de la Doctrina Cristiana. Fundados por san Juan Bautista de La Salle, los Hermanos de la Doctrina Cristiana imparten una formación integral, humana y espiritual, que saca lo mejor de cada alumno para ponerlo al servicio de los demás.
De ahí, nacerá la vocación de servicio de Antonio, que le llevará a participar activamente de la vida política de su tiempo, siempre desde la convicción de estar cumpliendo su obligación cristiana de iluminar el mundo y sus realidades con la fe de Cristo.
De sus tiempos con los Hermanos de la Doctrina Cristiana adquirirá, también, una fuerte devoción a la Santísima Virgen María, que se manifestará de múltiples maneras, según el sentir de su tiempo y de la tradición española.
Devoto de la Virgen del Carmen, Antonio lleva sobre su pecho el bendito escapulario que le acompañara hasta su muerte, como signo de especial consagración a María. Su devoción no es aparente, externa, sino de una gran profundidad, propia de quien acoge libremente la gracia de Dios y se deja transformar por ella. Se va preparando de esta manera su alma para el momento de la prueba, en el que tendrá que ofrecer su vida, como hostia pura e inmaculada, como sacrificio agradable a Dios por la paz en su patria.
No todo son momentos agradables y recogidos en la vida de Antonio.
A medida que la situación política se agrava en España, este va tomando parte en los acontecimientos que le rodean. Profundamente comprometido con la causa tradicionalista, Antonio colabora en tareas de propaganda y difusión del ideario carlista, arriesgando en más de una ocasión su vida. Eran tiempos difíciles, en los que el pacífico contraste de pareceres había dejado paso a la violencia y la intimidación; incluso el ejercicio de la fe no se escapa de los actos violentos de quienes quieren borrar la presencia de Dios de la sociedad española. En más de una ocasión Antonio debe acudir con sus compañeros a proteger alguna iglesia, cuyo sacerdote y feligresía han sido amenazados por grupos violentos.
Antonio Molle vive, pues, su condición bautismal con una completa adhesión al ideal cristiano de contemplativo en la acción, siguiendo el deseo del Papa Pío XI de una mayor presencia de los católicos en la vida pública, haciendo presente el mensaje evangélico y social de la Iglesia en un mundo cada vez más conflictivo y fascinado por ideologías totalitarias y anticristianas.
Mártir de Cristo Rey
El 18 de julio de 1936 se inicia en España la Guerra Civil, en cuyos primeros compases Antonio Molle entregaría su alma a Dios al servicio de la Patria. Muchos son los aspectos que deben tenerse en cuenta a la hora de entender aquel conflicto fratricida que estalló en julio de 1936 y que ha marcado la historia reciente de España. No es este, por supuesto, el lugar para analizarlos, pero si destacar el fuerte carácter religioso y revolucionario del mismo, según se combatiera en uno u otro lado.
Tristemente se cumplió el anuncio dado por Nuestro Señor de que, a causa de Él, los miembros de una misma casa estarían unos frente a los otros. Para unos, era necesario preservar a cualquier precio la fe y las costumbres española, marcada desde hacía siglos por el catolicismo; para otros, esa misma fe había sido causa del atraso intelectual y social de España, y aquella era la oportunidad de poner fin a ello, mediante una revolución política, social y cultural, e instaurar en España un nuevo orden que reflejase los nuevos valores de progreso y laicidad.
Lo que no se consiguió pacíficamente durante los años de la República, se pensaba lograr ahora en el contexto de un conflicto armado, con toda la carga de violencia y apasionamiento que comporta toda lucha fratricida.
Quiso Dios, en su infinita bondad, que el joven Antonio Molle fuese testigo de forma muy breve de aquel conflicto fratricida.
Apenas estallada la guerra, se alista en el Tercio de Nuestra Señora de la Merced, de Jerez de la Frontera, vinculado al movimiento tradicionalista. Bajo el lema Ante Dios nunca serás un héroe anónimo, Antonio sale de la seguridad de su hogar para enfrentarse a la crueldad de una guerra que apenas ha comenzado, pero que ya va dejando tras de sí un fuerte reguero de muertes, muchas de ellas a causa de la fe.
Para afrontar esta realidad, Antonio, como sus compañeros, sabe que no hay mejor manera de afrontar la muerte que estar en gracia de Dios, de ahí, la importancia que se otorga en el Tercio a la confesión y comunión frecuentes, que predisponen el alma del combatiente para la muerte y el juicio de Dios.
Antonio asume, pues, la mística del caballero cristiano: mitad monje y mitad soldado, que caracterizaría al voluntario requeté durante la campaña de 1936-1939, y con la que afrontará su martirio.
El 10 de agosto de 1936, Antonio en el cumplimiento de su deber, es destinado a la defensa del pueblo de Peñaflor (Sevilla). Frente a un enemigo más números, el joven voluntario se mantiene firme en la defensa, no solo de los accesos del pueblo, sino también del convento de religiosas de la localidad, que quedaba a merced de las fuerzas ocupantes.
Instado por las religiosas, sin apenas munición, Antonio sale del convento y es acogido en un hogar particular a la espera de acontecimientos; consciente del peligro que corren sus protectores, Antonio sale de la casa donde se escondía, salvaguardando así la vida de los inocentes ocupantes del hogar. Finalmente, ante la imposibilidad de defenderse por falta de municiones, se entrega pacíficamente a los nuevos ocupantes de Peñaflor, esperando un trato benévolo de sus captores.
Sin embargo, a pesar del gesto generoso de Antonio, sus captores deciden hacerle objeto de los más crueles tormentos con una clara finalidad: hacerle apostatar de su fe antes de matarlo. Golpes, insultos, disparos…, son los medios con los que se pretende doblegar la voluntad del joven cautivo; se le insta a renegar de Cristo, a insultar su santo nombre, a cambio de una muerte piadosa.
No se le tortura por motivaciones políticas, sino religiosas, por puro y simple odio a la fe, que Antonio, con su conducta cristiana y gentil representa.
Después de varias horas de incesante tortura, en donde, entre gemidos y gritos, se escuchan vivas a España y a Cristo Rey, el joven Antonio cae extenuado, no sin antes, como san Esteban, proclamar con su último aliento: Me matareis, pero Cristo triunfará. Caíaasí mutilado y martirizado, el joven Antonio Molle Lazo, sin un ápice de odio en su corazón, sino proclamando el triunfo de Cristo sobre sus enemigos, a quienes les anuncia su derrota y de quienes, de seguro, esperaba su conversión.
La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos
Finalizada la contienda, los restos de Antonio Molle fueron trasladados a la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, en Jerez de la Frontera, en la capilla de Cristo Rey, donde reposan esperando la venida del Señor. Su proceso de beatificación fue pronto iniciado y fue mucha la difusión que tuvo, aunque el paso del tiempo y el cambio de las mentalidades, ha ido arrinconando su recuerdo. Aun así, son muchos quienes lo tienen muy presente en sus oraciones, y a él acuden para alcanzar alguna gracia de Dios.
Antonio Molle Lazo, mártir de Cristo Rey, soldado y apóstol, joven y valiente, todo un modelo para la juventud de nuestro tiempo. Para esa juventud cristiana, inconformista, soñadora, que no tiene miedo del ideal cristiano y que desea estar presente en la sociedad. Su recuerdo será perpetuo, porque, como dice el viejo lema del Tercio: Ante Dios nunca serás un héroeanónimo.
D. Vicente Ramón Escandell, pbro.
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