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El amor en los tiempos del coronavirus

Se propaga por todo el mundo sin hacer distinciones, estamos en los tiempos del coronavirus, ¿Cómo lo enfrentamos desde la Fe?

El amor en los tiempos del coronavirus, un artículo de Manuel Cuevas

Parafraseando sobre el título de un libro del escritor García Márquez, es importante reflexionar en estos momentos en que a todo el mundo nos ha alcanzado la realidad de esta nueva pandemia que provoca el Coronavirus.

Cientos de textos de toda índole hablan, explican, disertan sobre este suceso mundial, y me permito compartirles algo que siento debemos infundir en nuestros hermanos, sean creyentes o no, me refiero a la esperanza, para que toda persona viva en un mundo mejor, más seguro, pacífico y en paz, donde se pueda disfrutar de la vida en compañía de sus seres queridos.

Amigos, hermanos, esa esperanza es Cristo Jesús que vino al mundo a salvarnos, padeció, murió y resucitó por todos nosotros y su sacrificio es nuestra esperanza y nuestra certeza de salvación, nos ha comprado al precio de su preciosísima sangre y esa esperanza debe ser nuestro faro, la estrella que guíe nuestros pasos hacia Él.

Sin embargo parece que no es posible soslayar la terrible tragedia que padecen muchos de nuestros hermanos en Italia, España, China, Estados Unidos y otros países del mundo, donde además de la situación de pánico fomentada muchas veces por los medios de comunicación y las redes sociales, vemos que a pesar de las medidas preventivas hay miles de contagiados con una enorme lista de fallecidos que a todos nos debe preocupar.

Esto ha polarizado a mucha gente, desde aquellos que niegan la enfermedad, los que de forma irresponsable e indiferente no se protegen ni cuidan a sus familias exponiéndose ellos y a todos sus contactos por no tomar medidas preventivas que deberían ser de sentido común, hasta aquellos exagerados que se han recluido en sus búnkeres privados abastecidos por compras de pánico y con un aislamiento que tiene mucho de egoísmo.

Nosotros como creyentes sabemos que la vida tiene su fin, que desde que nacemos estamos destinados algún día a morir, eso para un cristiano debería ser un “memento mori” cotidiano para ayudarnos a preparar y prever nuestra propia muerte, debemos entender que la vida no se acaba con nuestro fallecimiento, sino por el contrario es cuando empieza la verdadera vida, la gloria eterna, donde, si creemos en la promesas de Nuestro Señor Jesús y cumplimos sus Mandamientos, tendremos vida eterna ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma? (Lc 9,25; Mc 8,36;Mt 16,26)

En la historia de la humanidad ha habido catástrofes y el pueblo del Señor ha sufrido calamidades, guerras, pestes , opresión, muchas ocasiones como castigo por sus pecados, recordemos que en la naturaleza imperfecta del hombre está la semilla de la concupiscencia y del orgullo y soberbia que son fruto del pecado original y que inclinan nuestras pasiones muchas veces al mal y este tiene consecuencias.

Cuando Dios ha castigado al mundo o a su pueblo, no es por que desee la muerte del pecador sino su conversión (Ez 33,11) “Porque Él no castiga por gusto ni aflige a los hijos de los hombres (Lm 3,33

Cuantas veces clamamos a Dios pero nos olvidamos de que nuestro prójimo es reflejo de Él, recuerden que puede que algún día oigamos del mismísimo Señor “En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos, aún a los más pequeños, a mí me lo hicisteis”. (Mt 25,40).Muchas veces ante los problemas le pedimos ayuda al Señor, pero nos olvidamos que hemos ofendido a nuestro hermano, que hemos faltado a la caridad con nuestros prójimos, como dice la Sagrada Escritura “deja tu ofrenda allí adelante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mt 5,24), si queremos ser escuchados empecemos por una verdadera conversión del corazón en la que pensemos en los demás antes que en nosotros mismos.

Y aquí viene lo que quería pedirles a todos, a propósito del título que tiene por fin compartir lo que sentimos, lo que somos en estos momentos y como vamos a afrontar todo esto que pasa. ¿Cómo estamos viviendo el amor? ¿Cómo manifestamos nuestra fe a los ojos del mundo? ¿Somos realmente luz del mundo y sal de la tierra? O somos sal insípida y causa de tropiezo para nuestros hermanos, empezando por nuestra familia y seres queridos, por nuestros amigos y compañeros de trabajo, por nuestros vecinos y todo aquel que es imagen viva del verdadero Dios (Gn 1,26).

Esta pandemia nos ha servido para ver nuestra pequeñez y la futilidad de lo que creíamos importante hace tan solo unos meses, de nada sirve poseer riquezas, juventud, poder, ahora podemos dimensionar que lo verdaderamente importante es lo que guardamos en nuestro corazón, nuestros principios y valores, el amor a Dios, nuestra familia, así un pequeño virus ha puesto de rodillas a la humanidad que desesperada busca aislarse para evitar la muerte y para muchos desgraciadamente no será posible.

¿No sería un buen momento de reconciliarnos con aquellos que hemos alejado? ¿No deberíamos reconciliarnos principalmente con Dios? ya sea por pleitos, odios o problemas ¿De qué sirve estar alejados por problemas que tienen solución? si realmente queremos ser hijos de Dios actuemos como tales.

Que esta cuarentena forzosa para muchos sirva para reconciliarse, para tener tiempo de calidad con la familia, de hacer oración en conjunto para pedir misericordia al Señor de los cielos.

Que este tiempo sirva para poner nuestros asuntos en regla previendo que no somos inmunes y que todos podemos morir, no dejemos problemas a nuestros seres queridos.

Que aprovechemos para arreglar nuestras diferencias con el hermano, los padres, la familia, el amigo, el vecino el compañero de trabajo, cuantas cosas nos hemos perdido por tener un orgullo y no aceptar dar el primer paso.

Queremos misericordia pero nosotros no somos capaces de darla, por eso vuelvo a repetir ¿Cómo vivimos en amor en tiempos del coronavirus? ¿Nos protegemos y cuidamos a nuestra familia y conocidos? ¿Damos ayuda a quienes son más débiles y vulnerables en estos momentos? No olvidemos a nuestros ancianos, nuestros niños, nuestros enfermos, las personas en situación de calle, los migrantes, nuestros vecinos que se han quedado sin trabajo, sin medios para subsistir y afrontar estos momentos porque han sido despedidos.

¿Nos acordamos de nuestros Sacerdotes y religiosos que también se enferman, comen, y tienen necesidades? ¿Cuándo fue la última vez que ayudaste a uno de ellos? a tu párroco o cura, a tus monjitas que también sufren y sienten en carne propia esto que todos vivimos.

¿Hacemos oración solo por nosotros o también por la Iglesia? que aun con el cierre de templos se reinventa y busca por los medios a su alcance ayudar y guiar al pueblo de Dios, veo a religiosas de España y México haciendo cubre bocas y gel para donarlos gratuitamente abandonando actividades que generalmente las sostienen, veo Sacerdotes que dan consejo, clases, escuchan, rezan celebran Misa en las redes sociales para dar auxilio y consuelo espiritual a los fieles del mundo entero.

En estos momentos en que podemos estar al borde del abismo ¿no es momento de vivir en gracia de Dios? Si morimos, ¿cuál será nuestro destino? La gloria eterna o el sufrimiento perpetuo por negar y rechazar a Dios, depende de cada uno tomar la decisión más importante de su vida que es acercarse a Dios y salvar su alma.

¿Has pedido por aquellos miles de muertos por el coronavirus que no sabemos si estaban en gracia de Dios? Trabajamos con alegría por el bien de nuestros hermanos, a sabiendas de que corremos riesgos de contagio, ¿Los que nos conocen miran en nosotros el rostro misericordioso de Dios o solo nuestra falta de fe y decadencia?

Yo he decidido vivir plenamente cada día que Dios disponga para mí, de ayudar a mis hermanos en mi trabajo en el hospital, de ser un factor de ayuda y no de riesgo.

He decidido a reconciliarme con mi hermano, aquel que he ofendido, aquel que he lastimado, aquel que he ignorado.

Yo quiero vivir este tiempo de cuarentena, cuaresma y conversión pidiendo perdón a Dios por todo el mundo, por aquellos que no creen, que no aman, que no esperan.

Yo quiero vivir pidiendo a Dios que proteja a los inocentes, sobre todo a los bebés no nacidos, que no sean asesinados en el vientre de sus madres y no pulule la nefasta ideología de género que trastoca todos los valores cristianos.

Yo quiero decirle a mi esposa y a mis hijos que debemos agradecer cada día que estamos juntos y manifestarnos el amor que nos tenemos, no sé si sea la última vez que vea a mi familia, pero debo estar preparado para lo que disponga la divina providencia de Dios y por ello se los digo y expreso de todas las formas que soy capaz.

Hoy quiero recurrir a la Virgen María a que guíe mis pasos a su Hijo, a todos los Santos que me han acompañado con su ejemplo y testimonio para que yo de mí propio testimonio, a la Madre del cielo a mi Ángel de la guarda a mis amigos los Santos les pido intercedan por mi familia, por mi país, por el mundo y por mi Iglesia, que este momento tan duro sirva para que todos nos acerquemos más al Señor Dios del universo.

Hoy quiero decirle al Señor, “Te amo Dios mío, y quiero hacer tu voluntad y que me permitas ser instrumento tuyo, confío plenamente en ti mi Señor Jesucristo y no deseo nada más fervientemente que amarte y adorarte eternamente”

Así yo trato de vivir el amor en tiempos del coronavirus ¿Y tú como lo vas a hacer?

LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI

Manuel Cuevas Miles Christi.

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Author: Manuel Cuevas-Miles Christi
Católico,mexicano, felizmente casado y con tres hijos, Médico Ortopedista de profesión, vive y trabaja cerca de la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México. Colabora con algunos foros de formación y de apologética católica en redes sociales. Preocupado por su salvación y la de sus hermanos, fiel a Dios y al Magisterio infalible de la Iglesia Católica.