Miguel Toledano nos anima a empaparnos de buena música, ¿quién puede decir no a estas grandes propuestas que nos está haciendo?
«Adorad al Rey», un artículo de Miguel Toledano
En la Iglesia católica romana, el salmo 104 forma parte de la Liturgia tradicional del Martes de Gloria, así como del Domingo Decimonono después de Pentecostés. “Alabad al Señor e invocad su nombre; anunciad sus obras entre las gentes”, reza el introito de la primera de ambas misas y el aleluya de la segunda.
El salmo ha servido de base para que diferentes compositores a lo largo de la historia, como Sergei Rachmaninoff o JohnDowland, elaborasen algunas de sus partituras más inspiradas, en el último caso después de su discreta conversión al catolicismo.
Los anglicanos, por su parte, cantan el himno “O worshipthe King”, basado en el mismo salmo, para conmemorar la festividad de Cristo Rey. Nosotros lo haremos ahora, en la Octava de Pascua que va a concluir.
El lector de Marchando Religión interesado en la buena música puede escuchar dicha célebre antífona en https://www.youtube.com/watch?v=DqcmeqESHBI. Lo primero que detectará, sobre todo si ha leído antes los otros dos artículos publicados en esta serie, es una tonalidad familiar: se trata una vez más de sol mayor, de la que apreciará su carácter triunfal y poderoso, acorde con la Resurrección cristiana. Algunas veces se interpreta en la armadura de la mayor, apreciada habitualmente por su talante festivo, pero como decimos predomina el tono de sol mayor en la publicación y ejecución del himno.
En segundo lugar, volverá el oyente a reconocer el compás de tres cuartos, que sirve aquí para alternar pies de tipo anfíbraco, acomodando una sílaba tónica entre dos átonas. Aunque no es frecuente su uso en la literatura inglesa, lo cierto es que, en esta ocasión, el producto es óptimo y ha permitido su pervivencia hasta nuestros días.
La música es obra de William Croft, discípulo de John Blow, contemporáneo de Händel y organista de la abadía de Westminster a comienzos del siglo XVIII.
Uno podría estructurar la pieza en tres secciones, las dos primeras compuestas a su vez de sendas frases de igual brevedad cada una, de tal forma que un total de sólo seis notas blancas determina el final de cada frase. Todas las frases realizan un recorrido ascendente-descendente respecto a la siguiente, alcanzándose el acorde dominante ya al comienzo de la segunda frase y, sobre todo, en el clímax al final de la quinta. Simple e inspirada, la melodía logra una eficacia superior a la también famosa “OurGod, ourhelp in agespast”, con factura yámbica del mismo autor y similitudes nada menos que con Bach.
El texto, obra del político liberal Sir Robert Grant, es de 1833, más de un siglo posterior a la partitura.
Su estructura es del tipo 10.10.11.11, esto es, cuartetos de arte mayor con rima consonante pero también con rima interna en todos y cada uno de los versos, que como hemos comentado ya en otra ocasión es habitual en la literatura anglosajona y puede darle un grado mayor de sofisticación, en este sentido, respecto a la nuestra.
Las seis estrofas corresponden a cada uno de los días de la Creación. En la primera de ellas, Dios, llamado el Anciano de los Días por referencia al Libro de Daniel -como era igualmente el caso en el himno “Inmortal, invisible”, que comentamos la semana pasada-, ya ha construido un pabellón para sí, dotándole del esplendor que corresponde a su gloria frente a la oscuridad, por lo que debemos estarle agradecido las criaturas, hechas en último término para rodearle en las alturas con nuestras alabanzas. Cuando uno piensa que Grant es el típico producto del Colegio de la Magdalena en Cambridge, miembro del partido whig, caldo de cultivo a su vez de la francmasonería anglosajona, no podemos dejar de sonreírnos ante sus contradicciones y adivinar, por otra parte, las coincidencias de estas licencias con la figura del arquitecto universal, que dibujó William Blake con su compás.
En el segundo cuarteto, las nubes y las tormentas forman un conopeo en el espacio que refleja el poder del trono divino. Este segundo día está asociado a la gracia, pero también a la ira de Dios, que se materializa a través de un oscuro camino por el que el Padre marcha con su carroza sobre las alas de la atmósfera y del viento, reproduciendo los mismos términos del Salmo. Hasta ahora, nada percibimos que separe el texto del himno respecto de nuestra Fe católica; si hacemos abstracción de los autores, igual nosotros podríamos cantar la antífona durante el ofertorio, o bien en la procesión de entrada del sacerdote y los servidores del altar.
La frecuente supresión de la tercera estanza es una pena, porque le resta coherencia al todo y, a mayor abundamiento, es excelente; por fortuna, la grabación sugerida sí la recoge y como tal la podemos diseccionar. En efecto, una vez comprobado que lo hecho era bueno, Dios crea los mares y los continentes hacia la mitad de una semana de formación del cosmos. En el texto de Grant hay dos adjetivos que siguen de cerca la lectura de la Vulgata: “fast”, para referirse a la tierra firme, que el salmista describe como “non inclinabitur”, en la traducción latina; y “changeless”, sin cambio, para describir los decretos divinos, donde el rey David decía “super stabilitatemsuam”, destacando así que en Yahvé no hay mutación, como explicaría insuperablemente la escolástica medieval. Hay también un paralelismo entre la firmeza de la tierra, donde habitará el hombre, y la ausencia de cambio en los decretos de Dios, a imagen del cual es creada la persona humana. No creemos que este paralelismo sea exagerado, sino que está implícito en el poema davídico: los montes y los campos están exactamente “en el lugar que Él fundó”. El poeta escocés brilla también al resumir con tan sólo las seis palabras “withits store ofwondersuntold”, con su variedad de incontables maravillas, los versículos 11 y 12 del primer libro del Génesis, que dejan constancia de los frutos y orden de la naturaleza.
La cuarta estrofa es más romántica, más separada de la historia de la Creación. Sólo hay una afirmación que recoge la disposición de Dios del día y de la noche para marcar el tiempo, a la vista del sol y de las demás estrellas: “brilla en la luz” la abundante generosidad del Creador. Por tanto, esta sección resulta teológicamente menos precisa; pero desde el punto de vista poético es de las más bellas, con una aliteración del sujeto, por cuatro veces, en los versos segundo y tercero, que comparan la labor de la providencia con las corrientes de agua, el rocío y la lluvia; ellas atestiguan la “dulzura” de la que con insistencia suele dar fe el Santo Padre para referirse a Nuestro Señor como modelo a imitar.
El quinto cuarteto es, de todos, el más libre. En lugar de recordar a los pájaros y a los peces del Génesis, el poeta se centra en las diferencias entre criatura y Creador: hechos de polvo, nosotros debemos confiarnos -con otro leitmotiv del Papa Francisco- a la ternura de nuestro hacedor, redentor, defensor y amigo. El rey David cantaba igualmente la sapiencia de Dios, la esperanza en Dios como la causa última de todas sus criaturas, la bondad de la Providencia, el temor de los pequeños ante el Todopoderoso sin el que no somos más que polvo, pero que con Su soplo de amor renueva la faz de la Tierra (versículos 24 a 30 del Salmo 104).
Finalmente, Grant parafrasea los últimos cinco versículos del Salmo en su sexto cuarteto.
El hombre ha sido creado para adorar por siempre la Caridad inmutable que es Dios.
Mas la naturaleza ha sido redimida, “ransomed”, lo que el santo soberano de Israel ya intuyó cuando, al final de su propia alabanza, rezaba por que el alma fuese depurada del pecado y la iniquidad.
En conclusión, con la única salvedad de la ausencia de toda referencia a la Iglesia Santa de Dios, que podría suplirse a través de la incorporación de una nueva estrofa que adornase el edificio del pueblo cristiano, esta pieza musical resultaría aptísima para realzar, con una dosis de buen gusto y de altura de miras, la celebración del Martes de Pascua o del Domingo Decimonono después de Pentecostés, de acuerdo con las normas y rúbricas del rito romano o incluso, por qué no, la gran festividad de Cristo, Rey del Universo, el domingo último de octubre.
Miguel Toledano Lanza
Domingo In Albis, 2019
Esperamos que les haya emocionado este tema musical tan bien tratado por Miguel sobre la obra “Adorad al Rey”, les invitamos a quedarse en nuestra sección de:
*Se prohíbe la reproducción de todo contenido de esta revista, salvo que se cite la fuente de procedencia y se nos enlace.
NO SE MARCHE SIN RECORRER NUESTRA WEB
Marchandoreligión no se hace responsable ni puede ser hecha responsable de:
- Los contenidos de cualquier tipo de sus articulistas y colaboradores y de sus posibles efectos o consecuencias. Su publicación en esta revista no supone que www.marchandoreligion.es se identifique necesariamente con tales contenidos.
- La responsabilidad del contenido de los artículos, colaboraciones, textos y escritos publicados en esta web es exclusivamente de su respectivo autor